El Joker: Morir de risa Vida y milagros del comodín de la baraja
Amor loco, amor animado
Pero cosas bellas han salido del Asilo Arkham. Bruce Timm y Paul Dini llevaron de la animación al papel una deliciosa creación, la delirante doctora Harleen Quinzel, alias Harley Quinn. El cómic de presentación se tituló Mad love y en él habitaba un Joker animado, caricaturesco y obsesionado con el juego ad eternum entre el hombre muerciélago y él. La compañera del Joker, después de enamorarse, ayudar a escapar y ser brutalmente atacada por el payaso de la sonrisa, pasaría a ser un recurso constante dentro del universo DC y, con el tiempo, formaría un trío interesante añadiendo a una pelirroja a la relación, la ambigua Poison Ivy.
Harley Quinn fue el descubrimiento comiquero de los noventa. Tanto la serie de animación como las dos películas de Tim Burton resucitaron el Universo Gotham para las masas. Jack Nicholson rubricó, nada más comenzar la década, un Joker en la línea del psicópata retratado por Alan Moore – no en vano, Burton es un confeso fanático de La Broma Asesina -. Pero, tras las coloristas secuelas de Joel Schumacher, el proyecto de reiniciar la saga caería en las manos de Christopher Nolan, un realizador independiente que daría la campanada con Batman Begins (2005) primero y The Dark Knight - El Caballero Oscuro (2008)-, junto a su hermano, Jonathan Nolan, después.
La realidad de este señor de la noche es sucia y oscura, sin muchos márgenes para la esperanza. Este Batman trae a escena a un Joker desmedido, inteligente y despiadado. Una fuerza del caos que recuerda tanto al Joker de La Broma Asesina como al del Arkham Asylum de Grant Morrsion. Nolan tenía claro el duelo de titanes, también la ambigüedad moral con la que tratar a ambos personajes. Cara y cruz, el reverso tenebroso, el némesis que todo héroe necesita. Superman tiene a Lex Luthor y Batman tiene al Joker. Orden y caos. Heath Ledger entendió que debía interpretar a una siniestra fuerza de la naturaleza - amoral, juguetona y letal –, a un villano que reinventa su origen en cada escena, que desequilibraría el status quo de cualquier enmascarado y que es capaz de espetarle en la cara al detective su destino: “Estamos destinados a matarnos”, una y otra vez…
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