Lo mejor de los 90
Aunque en términos generales los 90 fueron una época nefasta para el cómic norteamericano, también es cierto que aquella dinámica editorial supuso el caldo de cultivo para elementos memorables.
Por un lado, la distribuidora canadiense Dark Horse decidió convertirse en editorial. Tras hacerse un nombre con cómics surgidos de licencias cinematográficas (Alien, Predator, Indiana Jones, Star Wars), a principios de los 90 se convirtió en un puerto seguro para autores de renombre que buscaban escapar del encorsetado sistema de Marvel y DC: Frank Miller con “Sin City”, Mike Mignola y “Hellboy” o John Byrne y sus “Next Men” fueron algunos de los resultados de esta política editorial que permitía la puesta en marcha de series sólidas y alejadas de lo visto habitualmente.
Por su parte, DC decidió expandir sus horizontes más allá de su catálogo superheroico tradicional y crear sellos editoriales independientes como la línea Vértigo. Verdadera continuadora de los hallazgos de los 80, a diferencia de la tónica imperante, la figura del guionista primaba aquí sobre la del dibujante. Fue además un sello que reconocía los derechos de autor a sus creadores y en el que se apostaba por nuevas temáticas y públicos. Menos conocidos y exitosos pero igual de interesantes fueron sellos como Paradox (cuna de joyas como “Camino a la Perdición” o "Epicurus el Sabio”) y Helix, una desgraciadamente fallida apuesta por la ciencia ficción que terminó absorbida por Vértigo.
En cuanto a Image, compendio de todos los males del comic americano del momento, terminaría resultando contra todo pronóstico fuente de autores y series que cambiarían –para mejor- el cómic yanqui. No sólo por recuperar para el “mainstream” a irrecuperables como Alan Moore (con sus entretenidas etapas en “Wildcats” y “Supreme” que desembocarían en la línea ABC y títulos capitales como “Prometha” o “Top Ten”), sino también por crear una cantera de jóvenes ilustradores que si bien empezaron clonando a los fundadores de la editorial, pronto evolucionaron a un estilo propio que en ocasiones superaba al de su modelo (Jeffrey Scott Campbell, Lee Bermejo, Michael Turner, Ed McGuinness, Terry Dodson, Adam Hughes, Travis Charest, etc). Image fue además parrilla de lanzamiento para autores que aún no habían podido demostrar su valía por falta de libertad creativa (Warren Ellis y Mark Millar) y el descubrimiento de nuevos valores salidos del cómic independiente (Brian Bendis) o de otros medios (J. M. Straczynski) que en pocos años se convertirían en nombres de peso en la industria.
Asimismo y fuera de sellos individuales, “Image Central” se convirtió bajo los auspicios de Jim Valentino en un oasis para autores independientes que pudieron dar luz a propuestas tan interesantes y heterogéneas como alejadas de mainstream: “Jinx”, “La Edad de Bronce”, “Leave it to Chance” o más recientemente las obras de Robert Kirkman (“Invencible”, “Los Muertos Vivientes”) son ejemplos de trabajos notables que difícilmente habrían visto la luz en tan buenas condiciones sin el apoyo de la compañía que al mismo tiempo estaba llevando el cómic mainstream a sus cotas más bajas. Luces y sombras de una época y una forma de entender el medio que marcó a éste como muy pocas veces se ha hecho.
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