El manga como soporte
Hacia mediados del pasado año saltó la noticia de que diversas editoriales japonesas como Shogakukan y Shueisha tenían pensado expandir sus horizontes a Europa y editar ellos mismos sus materiales traducidos. Poco más que algunos detalles a rasgos muy generales se ha sabido desde entonces –otoño 2009 como vaga fecha de inicio-, pero el dato en sí suponía todo un vuelco a la producción de manga en nuestro país. Hasta la fecha, y durante las últimas dos décadas, todo ese material llegaba a España filtrado a través de editoriales autóctonas como Planeta o Glenat (ésta es más bien francesa, pero ya nos entendemos) que en los primeros tiempos ni siquiera negociaban directamente con Japón, sino con sus licenciatarias de EE.UU como la extinta Viz Media.
Qué lleva ahora a las editoriales niponas a interesarse directamente por mercados extranjeros es algo que obedecerá posiblemente a varias y variadas razones pero sin duda una parte importante responde a la galopante crisis económica que azota el planeta desde hace casi dos años. Eso lleva a un servidor a pensar que pasaría si las actuales editoriales de nuestro país se viesen privadas de la posibilidad de editar manga.
Más de una vez he pensado viendo la sección de novedades de mi librería habitual cómo han cambiado las cosas en los últimos diez años. Centrándonos en las series regulares, las que tienen su entrega todos los meses, quien esto escribe recuerda como hace una década el comic USA y sus series “de grapa” ocupaban ampliamente más de la mitad del espacio de novedades, mientras el manga tenía reservado su rincón. Actualmente las novedades japonesas ocupan casi el 80% del mismo espacio siendo las series USA las relegadas al rincón. Guste o no, en la actualidad el manga es el verdadero sostén del mercado español, con editoriales que dependen del mismo de manera íntegra (Ivrea, tampoco 100% española por cierto) y otras que lo tienen como principal fuente de ingresos (Glenat). Si hoy día podemos disfrutar de cosas como esos integrales europeos tan chulos editados por la empresa de Joan Navarro es gracias al éxito de series como “Naruto” ó “InuYasha”. Asimismo, y a diferencia del comic europeo o el yanqui, el manga es el único mercado que crea nuevos lectores de manera regular, que se enganchan a series y las siguen de manera sistemática más allá de la compra ocasional “de qualite” por parte de gente ajena al mundo del cómic como pueden ser el recopilatorio de “Persépolis”, el nuevo trabajo de Daniel Clowes o algún cómic de supertipos con película a punto de estreno.
¿Qué pasaría pues si las editoriales españolas perdiesen ese sostén que les supone el comic japonés? ¿Qué sería de los lectores de cómic americano y europeo? ¿Qué pasaría con títulos de autores independientes? ¿Qué esperanza le quedaría a la siempre incipiente industria patria? Todo lo anterior responde a una reflexión por parte de alguien que desconoce cosas como cifras de venta exactas, acuerdos editoriales o alianzas empresariales que bien podrían desmentir fácilmente lo expuesto, pero a pie de calle la realidad parece inquietante. Y si es así, ¿dónde nos dejará eso?
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