Mujeres maravillosas Las superheroínas pegan más y mejor
AVISO: Este texto fue publicado en nuestra Edición Impresa en el número de Noviembre
Chicas de cómic, con mallas y a lo loco. Superheroínas todas ellas, habitantes de panteones posmodernos cuyas mitologías ya forman parte de la cultura para las masas ¿No hubo un principio para todo esto? Claro que sí.
Un comienzo subversivo y feminista que se diluiría con el tiempo, pero que, tres décadas después, lucharía por su espacio entre tanto héroe malcriado. Fueron los tiempos de la reconquista. Ya en el nuevo siglo, el futuro se presenta nebuloso ¿Bellos cascarones o emisarias del Apocalipsis? Abróchense los cinturones ¡Esto es la guerra!
Qué tienen las superheroínas que a todos embelesan. Dicen que un poquito de diosas, mucha carne enfundada en imposibles uniformes y una misión: la paz en el mundo. No en vano, la superheroína más longeva del cómic americano salió de Isla Paraíso para defender el american way of life de la sombra autoritaria que amenazaba desde el otro lado del Atlántico. Conocida como Wonder Woman, irónicamente, le debe mucho a la guerra. William Moulton Marston, padre de la criatura y psicólogo de la época, lo explica con claridad meridiana en el artículo Our women are our future (1942): “El mayor beneficio que la humanidad pudo extraer de la I Guerra Mundial fue el enorme aumento de la fuerza –física, económica y mental - de las mujeres”.
Despertaron para encargarse del trabajo de los hombres, abriendo así la Caja de Pandora de una revolución que mantendría su aparente estado de latencia hasta la década de los sesenta. Lillian S. Robinson - en su libro Wonder Women, feminisms and superheroes (2004) – confiesa que, en su adolescencia, devoraba Wonder Woman con un cierto temor. Evitaba leer las partes en las que la protagonista aparecía bajo su identidad secreta porque, desde su académico punto de vista, el rol de Diana Prince amenazaba con tragarse a la superheroína. Después de la II Guerra Mundial, y como quien intuye que todo puede venirse abajo con un mero soplido, Robinson tenía miedo de que todo lo ganado hasta el momento por las mujeres, también en el terreno de lo simbólico, se hundiera en las arenas movedizas de la domesticación.
Superheroínas domesticadas
El cómic de superhéroes, nacido a la vera del negocio de la prensa de masas, sobrevivió a la II Guerra Mundial, pero cayó en las garras del morbo y la violencia, según Frederic Wertham y su libro Seduction of the Innocent (1954), una publicación moralista que, entre otras perlas freudianas, decía que Wonder Woman proyectaba una “imagen amenazante” para los chicos y “morbosamente idílica” para las chicas. El Comics Code entró en escena en 1955 para salvar a la infancia del sexo, la violencia, el terror y el romance malentendido. Así fue como las superheroínas precode – Wonder Woman, Phantom Lady o Blackcat – dejaron de publicarse o cayeron en la domesticación folletinesca - como fue el caso de la amazona tras la muerte de su creador -. Las venganzas sangrientas, las mujeres fatales y el maquillaje pasaron a mejor vida; también quedaron diluidas las conquistas superheroicas y Wonder Woman pasó de heroína de primera línea a secretaria de la JLA.
Para el renacimiento del cómic superheroico en general, y de las féminas con superpoderes en particular, tendríamos que esperar a la década de los sesenta. Una adolescente Mary Marvel y una madre de familia, Sue Richards, alias la Chica Invisible, serían las primeras en jugar con los chicos de la Casa de las Ideas. El realismo entra en escena y nos cuentan aquello de que los héroes también lloran. Después vendrían las mutantes, con la Bruja Escarlata y Jean Grey a la cabeza; esta última conocida, por aquellos tiempos, como la Chica Maravillosa. Adaptadas todas ellas a las necesidades del héroe o del villano, las superheroínas representaban sumisamente los papeles secundarios de víctima, apoyo y objeto ornamental. Eso no quiere decir que no existieran fogonazos de lucidez en algunas publicaciones. El terreno de la experimentación lo encontraríamos, tanto entonces como ahora, en las situaciones what if – como ocurre, a finales de los sesenta, en Superman's Girl Friend, Lois Lane –, un espacio hipotético, casi onírico, en el que las fantasías toman cuerpo, las féminas tienen permiso para aspirar a una profesión que no sea enfermera y Lois Lane puede volar.
Desde los márgenes
La revolución del underground trajo un mínimo de agitación en el cómic de la época, siendo el punto de inflexión más interesante el que relaciona a las mujeres con la creación, otro despertar del que fueron protagonistas la pionera Trina Robbins, Roberta Gregory y Phoebe Gloeckner, por citar a algunas de ellas. Este dato no es baladí. Que las mujeres decidieran escribir y dibujar, aunque fuera desde los márgenes, afectaba al universo simbólico masculino de otros creadores que comenzaron a plantearse abordar los personajes femeninos desde una perspectiva más profunda, menos anatómica.
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