Películas en papel
Hablábamos recientemente de la relación cada vez más estrecha relación entre cine y cómic y cómo el primero ha convertido al segundo en una base argumental. Sin embargo el cómic también ha tomado como fuente de historias la explotación de licencias cinematográficas y/o televisivas, una opción que va creciendo en número, ambición y resultados.
Dejando de lado las producciones de animación, las adaptaciones al cómic de cine y TV comienza a darse en los años 50 del pasado siglo. Fue Dell Comics la primera editorial en apostar fuerte por este tipo de publicaciones. Editora generalista también responsable de libros y revistas, fue responsable del paso a viñetas de películas y seriales como “Mission: Impossible”, “Espartaco” o “Maverick”. Editoriales como Charlton y Gold Key –ésta, escindida de Dell- siguieron el ejemplo, sumándose Marvel al mismo a partir de los 70 con títulos inspirados en franquicias como “Star Wars” o “Indiana Jones”.
Hasta la fecha todos estos trabajos –quizás con la salvedad de “El Zorro” de Alex Toth y su depurado grafismo- se caracterizaban por su bajo nivel argumental y gráfico. Se trataba de simples productos de merchandising sin mayor ambición que reflejar el éxito del original a cargo, bien de veteranos sin otro objetivo que cobrar un cheque, o bien a cargo de novatos a los que las editoriales fogueaban de esta forma cara a empresas mayores (así empezó Howard Chaykin, entre otros). Así lo veían las editoriales, los autores y los propios lectores, que daban a este tipo de comic un valor de segunda.
Esta impresión comenzó a invertirse lentamente en los años 80, gracias especialmente a Jim Steranko y su fastuosa adaptación de “Atmosfera Cero”. Lo que era un mero encargo sin ambición fue aprovechado por el dibujante para realizar todo un despliegue de narrativa gráfica no exento de innovación que tuvo una gran influencia en otros dibujantes. Las adaptaciones de éxitos como “Alien” de Walter Simonson, “Dune” por Bill Sienkiewicz y, ya de manera más tardía, “Drácula de Bram Stoker” dibujada por Mike Mignola -a día de hoy inencontrables- daban a entender que una adaptación en viñetas del éxito de turno podía tener valor por sí misma.
El testigo de esa impresión fue recogido a finales de los 80 por Dark Horse, que comenzó a adquirir licencias de éxito como “Alien”, “Predator”, "Terminator” y las citadas “Star Wars” e “Indiana Jones” para -con un nivel creativo medio más elevado- ofrecer historias no basadas en las producciones originales, sino que narraban nuevas historias que en muchos casos se erigían como esa secuela que los fans esperaban como agua de Mayo y que nunca acaba de llegar: “Aliens vs Predator”, “Star Wars: Imperio Oscuro” o “Indiana Jones y las llaves de Atlantis” fueron algunas de las más destacadas.
Un tanto aletargadas en calidad –que no en cantidad- durante los 90, con la llegada del S.XXI las licencias de películas y series pasaron a convertirse no ya en mero merchandising, sino en un verdadero plan B con el que explotar el éxito de una producción audiovisual y dar continuidad creativa a proyectos que por determinadas circunstancias (los años transcurridos, la exigencias económicas, la falta del éxito necesario) abandonaron el medio audiovisual. Películas como “La Noche de los Muertos Vivientes”, “Viernes 13”, “1997: Rescate en Nueva York” o “El Ejercito de las Tinieblas” y series como “Farscape”, “Jericho” o “Buffy Cazavampiros” –esta última todo un éxito de ventas- han conocido así su ansiada continuación amén de proyectos cinematográficos irrealizados que jamás veremos en el celuloide, como el guion original de "Robocop 2" de Frank Miller o ese irresistible enfrentamiento llamado “Ash vs Freddy vs Jason”. Aunque sólo sea por esto último, salimos ganando con esta sinergia.
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