A dos pasos por detrás del maestro
Tras la lectura de “¿Que le sucedió al Cruzado Enmascarado?" en la mente del lector quedan muchas cuestiones. La mayoría referidas a Batman, a su trayectoria y a su condición de icono, pero en la de aquellos que hayan seguido la trayectoria de Neil Gaiman, el guionista de dicha historia también queda la certeza de que la sombra de Alan Moore no anda muy lejos.
En realidad el mismo título de la obra resulta engañoso al hacernos pensar en ella como una suerte de remake de “¿Qué le ocurrió al Hombre del Mañana?” cambiando a Superman por el hombre murciélago cuando no es cierto. Si bien ambas historias tienen como objetivo crear una sensación de “cierre”, la de Moore era un homenaje a una época y una forma de hacer cómics concretas, siendo la de Gaiman sobre la trayectoria global de un personaje y su peso como icono a través de las épocas. Sin embargo, las similitudes están ahí como lo han estado desde que Gaiman entró en el mundo del comic, dando la sensación de que se ha cerrado un círculo, uno de los muchos entre ambos.
Fue Moore quien introdujo a Gaiman en la forma de hacer guiones de cómic, y fue la obra de Moore y más en concreto su etapa en “La Cosa del Pantano”, debut del barbudo guionista en el cómic yanqui, la que le sirvió de referente en su salto al mercado americano. “Orquídea Negra” exploraba el mundo vegetal creado en aquella serie regular, retomando a personajes como Jason Woodrue allí donde Moore lo había dejado. Por su parte, fue Moore el primero en recuperar del olvido a personajes como Caín y Abel y explorar las particularidades del infierno y los reinos oníricos del universo DC, personajes y trasfondo que Gaiman tomaría y desarrollaría en “The Sandman”. A través de sagas como “American Gothic”, Moore también exploraría los principales personajes sobrenaturales de DC (Demon, el Espectro, el Dr. Fate, el Fantasma Errante, etc) para hacerles un lavado de cara haciendo su propia aportación con la creación de John Constantine. Un trabajo que serviría de base a la miniserie “Los Libros de la Magia” en la que Gaiman exploraba el pasado, presente, futuro y los otros mundos mágicos del cosmos DC mientras presentaba en sociedad a su propia creación, el niño mago Tim Hunter.
Esta relación de vasos comunicantes no es ajena a los propios autores, siendo Gaiman el elegido por Moore para dar continuidad a “Miracleman” más allá de donde el segundo se veía incapaz de continuar, desarrollando un arco inicial donde exploraba las consecuencias del final ideado por el bardo de Northhampton antes de seguir un camino propio que circunstancias editoriales le impidieron desarrollar. Algo parecido pasó con “From Hell” de Moore y Eddie Campbell y “Sweeney Todd” de Gaiman y Michael Zulli, historias de asesinos en serie de la Inglaterra victoriana publicadas ambas en la revista “Taboo” e inconclusa esta última. Más coincidencias se dieron en sus colaboraciones con Todd McFarlane, invitados ambos a escribir un número de “Spawn” (el 8 y el 9 respectivamente) que daría pie a una miniserie posterior (“Blood Feud” y “Angela”). Una colaboración de la que Moore salió ganando, dando pie a su regreso al cómic mainstream, pero de la que Gaiman salió escaldado y con problemas legales de por medio.
Quizás sólo se ve lo que se quiere ver, y sería injusto no citar las muchas diferencias entre Moore y Gaiman, como la pequeña y tardía producción novelística del primero respecto al segundo o la buena y beneficiosa relación de Gaiman con el cine, medio con el que ha colaborado de manera directa y abierta frente a la cerrazón testadura de Moore respecto al tema. Sin querer entrar en cuestiones sobre calidad o innovación narrativa, no se puede negar que resulta curioso ver esta trayectoria casi especular entre los dos y que tiene ahora su último capítulo hasta la fecha. Es una suerte que ambos autores se lleven tan bien, o podríamos pensar lo peor.
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