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La Atalaya del Vigía Comic Digital
REVISTA ESPECIALIZADA EN CÓMIC
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Ese pobre animalito llamado entintador

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 07/01/2010
La Atalaya del Vigía

Dentro del proceso creativo de un cómic, pocos trabajos son más desagradecidos que el del entintador. En las escenas iniciales de “Persiguiendo a Amy” (1997), Kevin Smith ponía el dedo en la llaga sobre esta cuestión cuando en medio de una convención, un aficionado se enzarzaba en una agria discusión con un entintador tras definirle como un simple “calcador”. Una idea extendida tanto entre aquellos ajenos al mundillo como entre muchos lectores habituales y que no podría ser más errónea.

Siguiendo con el hilo cinematográfico, el papel del entintador en un cómic vendría a ser similar al del director de fotografía en un film, ya que aunque trabajan sobre una base ajena son ellos quienes controlan el aspecto final del producto y su estética, por no mencionar que en más de una ocasión son ellos quienes reparan los errores y/o gazapos cometidos por el dibujante o el realizador. Ambos por desgracia también comparten esa mala fama de ser simples operarios sin valor creativo alguno.

Creada por motivos crematísticos para acelerar la producción, la figura del entintador es casi exclusiva del cómic USA, ya que el europeo, con sus más generosos plazos de entrega, permite al dibujante realizar él mismo dicho trabajo, mientras que en el manga ni se considera (aunque la figura de los “asistentes”, encargados de tareas secundarias como trazar las viñetas o realizar los fondos bien podría incluir el entintado). Sin embargo el paso del tiempo ha demostrado que su trabajo resulta determinante para magnificar la labor de un dibujante. Aunque existen autores que han demostrado que nadie puede entintarles mejor que ellos mismos (Joe Kubert, Paul Gulacy o Sam Kieth), mirando hacia atrás pueden verse carreras con un antes y un después según la presencia de un determinado entintador. Los lápices de John Byrne jamás fueron tan gloriosos como cuando la tinta corría a cargo de Terry Austin, Jim Lee explotó gráficamente cuando cruzó su camino con Scott Williams, Carlos Pacheco debe buena parte de su estatus actual a Jesús Merino y Alan Davis procura tener siempre a mano a Mark Farmer a la hora de abordar un proyecto. De hecho, cualquier dibujante se daría de tortas con el resto por poder contar con los servicios de Kevin Nowlan, posiblemente el mejor de todo el negocio y un artista tan brillante como (desgraciadamente) poco prolífico.

Asimismo, muchos dibujantes ya reconocidos entintan ocasionalmente a otros como son los casos de Craig Russell sobre Mike Mignola, Mark Texeira sobre Javier Saltares o Bill Sienkiewicz. Este último, dueño de un estilo muy personal, es un ejemplo de cómo un entintador equivocado puede arruinar un cómic, pues su labor sobre lápices ajenos siempre ha dado como resultado un grafismo sucio, anatómicamente fallido y narrativamente pobre. Existen también casos como el de Tom Palmer, cuya firma garantiza un trabajo solido, pero que suele imponer su propia estética –similar a la de John Buscema- sobre la del dibujante.

El entintador es por tanto algo más que un “calcador”. Es una parte esencial del elemento gráfico, que aporta tanto al dibujante que a veces cuesta distinguir dónde empieza la labor de uno y termina la de otro (caso de dúo Stephen Bissette/John Totleblen). La mejor prueba la aporta Frank Miller: compárese el nivel gráfico de “Return of the Dark Knight” (lápices de Miller, tintas de Klaus Janson) y de “Dark Knight 2” (lápices y tinta de Miller). Sencillamente no hay color.


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