Liniers Costumbrismo y delirios desde Buenos Aires.
Un artículo de
Pedro Kat
-
Introducido
el 09/06/2008
Para muchos lectores de cómic, Liniers (Buenos Aires- 1973) es el nuevo Quino. Bajo su seudónimo se esconde Ricardo Siri, historietista argentino. Como el autor de Mafalda, no solo comparten país de origen, sino también una impronta muy personal en cada una de sus viñetas. Liniers es autor misterioso, onírico, de un humor blanco y tierno, muy Calvin y Hobbes... pero resulta muy tangible tenerle sentado frente a ti. Lleva gafas, pero no se resguarda tras ellas. El uso de un seudónimo no responde al desdeo de ocultarse, sino a modo de homenaje: es descendiente del virrey de Buenos Aires Santiago de Liniers, quien lo fuera desde 1807 a 1809. Dato anecdótico: tampoco es que esto le sirviera como enchufe para trabajar en el mundo del noveno arte.
Su trabajo como profesional se remonta a 1999, comenzando a trabajar para el suplemento NO!, aunque poco después, en 2002, se consolidaría como historietista trabajando para el diario LA NACIÓN, donde todavía hoy continuando publicando su tira diaria Macanudo.
¿Cómo comenzaste a dibujar?
Empecé dibujando como todos, en el colegio, en el jardín de infancia, sin ninguna dirección. La único que hice como formación académica fue estar mano a mano durante dos años con el dibujante Pablo Sápia. Empecé dibujando con él, haciendo taller y aprendiendo las bases. Al final nos hicimos amigos, a él le daba no-se-qué cobrarme y a él le daba no-se-qué pagarme (risas), y así acabó mi carrera académica. De eso hará ahora quince años.
Pero nunca se me fueron las ganas de dibujar. De ahí empecé a publicar fanzines, junto a algunos amigos. Cosas hechas por nosotros, de forma muy precaria. Entonces me parecían estupendas: ahora las leo y pienso "¿de verdad creí que esto era genial?". Y poco a poco comencé a colaborar en revistas independientes.
Luego llegó el salto profesional.
Sí, siempre fue como una especie de escalerita que ibas subiendo. Al final terminé publicando viñetas e ilustraciones en algunos diarios. El primero fue Diario 12, de corte socialista, en el año 1997. Era lo que yo quería hacer en todo este tiempo: una historieta semanal. Se llamaba Bonjour, duró tres o cuatro años y era un delirio. Formato plancha (media página de periódico), con un chistecito arriba y otro abajo. Era muy divertida porque se publicaba en un suplemento que no se leía mucho. Se intentaba llamar la atención como fuera, y hacía los chistes más deformes que pudiera, para que la gente dijera “¿a este tipo qué le pasa?”, pero que al menos no pasara desapercibido.
Tu estilo gráfico no suele pasar desapercibido, de todos modos.
Fue con esa tira con la que formé mi estilo, realmente. Aprendí como hacer chistes, cuales dibujar... y cuales no.
Y al fin diste el salto grande a un periódico de renombre.
Sí, en el año 1999. Mis chistes le gustaban a Maitena, y ella me recomendó al diario La Nación. Yo creo que les engañó, diciendo cosas como “sí, cogedlo, es muy bueno, que si no lo contratáis vosotros se lo van a llevar los de Clarín (otro diario nacional argentino)”. Y así comencé a publicar mi tira cómica más larga, Macanudo, que todavía sigue en pie. Es una tira muy entretenida y puedo publicar lo que quiera en ella. No quiero que acabe nunca (risas).
Pero no solo eres autor de tiras cómicas.
No, desde que publiqué Conejo de Viaje. Es una recopilación de historietas que he dibujado a lo largo de varios viajes, muy sueltas, muy para mí. Estaban guardadas en un cuaderno, y mi editor aquí, en España, les echó un vistazo. Enseguida me dijo “¡esto es muy bueno! ¡Vamos a publicarlo!”. “¿Seguro? No sé a quien le van a divertir.” “¡Seguro!” Y así fue. Me gusta mucho la edición que han hecho, y espero que en Argentina sea igual.
Como están yéndome las cosas en España me está haciendo muy feliz.
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