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La Atalaya del Vigía Comic Digital
REVISTA ESPECIALIZADA EN CÓMIC
"¿Cómo pueden odiarse tanto dos personas que no se conocen?" Batman a El Joker / La Broma Asesina
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¿Cantidad o calidad?

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 12/05/2010
La Atalaya del Vigía

¿Qué cuenta más a la hora de ser un reconocido dibujante de cómic? ¿Tener un gran nivel de poderío gráfico o saber mantenerlo? ¿Publicitar tus éxitos o conseguirlos? En el cómic USA, y muy especialmente desde los 90 –la era del boom gráfico y la generación Image- los lectores hemos tenido que acostumbrarnos a la figura del dibujante-estrella: un ilustrador dueño de un impactante dominio de la imagen que sólo acepta proyectos cortos y desarrollados en un espacio de tiempo más o menos amplio. En el caso de sumarse a una serie de cadencia mensual, suele ocurrir que más allá de los cuatro o cinco números seguidos ha de recurrirse a un sustituto temporal o bien a un reemplazo definitivo por otras manos menos cotizadas.

Sin embargo, pese a semejantes desplantes, el renombre de dicho autor rara vez suele verse perjudicada. Buscando las primeras manifestaciones de esta figura autoral vienen a la cabeza nombres como los de Neal Adams, Michael Golden o Arthur Adams. Nadie va a negar la calidad gráfica de los mismos, pero lo cierto es que lo errático y poco prolífico de sus páginas contrasta enormemente con trayectorias como las de George Pérez, John Romita (padre e hijo) o Mark Bagley, dueños de una calidad asimismo demostrada pero capaces de establecerse largas temporada en un título sin faltar un solo mes y que su trabajo se resienta en cuanto suman media docena de números. De hecho, me parece directamente incomprensible que un autor de producción tan escasa e intermitente como Neal Adams lo ha sido desde los 80 sea puesto por encima de alguien como John Buscema, dibujante notablemente más productivo y cuyos lápices –especialmente cuando eran entintados por Ernie Chan- pueden compararse con los mejores trabajos de Adams en cualquier momento. Mientras el primero es un genio, el segundo suele ser considerado despectivamente como un artesano (sic) cuando su calibre artístico es igual, sino mayor.
Geof Darrow, Frank Quitley, Jason Pearson, Brian Hitch, Kevin Maguire, Joe Madureira, Travis Charest,… son algunos de esos autores que se caracterizan por la ambigüedad a la hora de valor su trabajo: sabes que va a ser magnífico pero nunca tendrás la certeza de que vaya a durar o incluso llegar a terminarse. Algo que puede incluso sabotear la propia obra, como los famosos -¿o infames?- casos de Bill Sienkiewicz y Al Columbia con “Big Numbers” de Alan Moore o el citado Charest y su serie sobre el Metabarón con Alejandro Jodorowsky.

Hay excepciones –Warren Ellis y no John Cassaday o Salvador Larroca es el responsable de los retrasos de “Planetary” y “Newuniversal”- pero es curioso ver cómo estos dibujantes suelen ser considerados por encima de gente como Steve Epting, Stuart Immonen, Sean Phillips, Eduardo Risso, Leonardo Manco, Mark Buckingham o Michael Lark. Ilustradores mucho menos populares pero igual de competentes –o más- que los otros y mucho más agradecidos a nivel editorial. Quizás la solución esté en que los editores sepan medir los tempos profesionales de cada dibujante antes de otorgarle un determinado trabajo y piensen más en la calidad global que en el impacto mediático.


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