El maldito origen
Si uno ve unas cuantas películas sobre astros de la música se dará cuenta de que todas parecen cortadas por un patrón común. Narran una historia de superación personal y de experiencia vital que discurre paralela y en ocasiones entremezclada con el devenir de la época y el entorno del biografiado. De esta manera, personajes como Jim Morrison, Ray Charles, Sid Vicious o Johnny Cash parecen cortados por un mismo patrón cuando su personalidad y su trayectoria no podrían ser más dispares.
Revisando las películas de superhéroes se produce una impresión similar. Casi todas tratan sobre el origen de los personajes. Da igual que éste sea la llegada de un bebé procedente de un planeta moribundo, la picadura de una araña radioactiva, la exposición de un grupo de astronautas a rayos cósmicos o la muerte de la familia a manos de unos criminales. Independientemente de que se trate de Superman, Spiderman, Los 4 Fantásticos o Batman, la adaptación al cine siempre sigue el mismo esquema: descubrimiento de los poderes, exploración de los mismos y un enfrentamiento final con un villano. Da igual lo distinto que sea el contexto. A nivel narrativo es exactamente lo mismo.
La excusa -perfectamente lógica- utilizada para la repetición constante de este esquema es que aunque el espectador que lea cómics conoce de antemano el origen del personaje, existe un numeroso público que ni siquiera ha oído hablar de él y necesita que se lo cuenten. Pero, ¿de verdad lo necesita? Pongamos como ejemplo Los Increibles. Una historia de superhéroes que no dedica un solo minuto a narrar el origen de Mr. Increible y sus compañeros. De hecho, la película empieza justo cuando han dejado de ser superhéroes, como si fuese la continuación de una historia anterior. ¿Disfrutó el público menos por ello? ¿Se quejaron de que no se sabía de dónde venían esos personajes? No. Indiana Jones –personaje cinematográfico con mucho de cómic- no desveló sus orígenes hasta la tercera entrega. Ello no perjudicó un ápice a las dos primeras, que empezaban en cierta forma in media res. Por eso en muchas ocasiones en lo referido al cine de superhéroes las segundas partes son mejor que la primera. Batman Vuelve, X-Men 2, Spiderman 2, Hellboy II o El Caballero Oscuro superan en mucho a sus predecesoras. Buena parte de ese mérito se debe a que sus responsables se han quitado de encima la losa de la presentación de personajes y pueden por fin contar la historia que verdaderamente les interesa. Watchmen demostró que se puede contar una historia de superhéroes para el público no lector sin ocupar dos tercios del metraje en narrar el origen de sus criaturas –sólo vemos el del Dr. Manhattan y más como un inciso en la trama que como parte de ésta-. Claro está que es posible que director y guionistas no puedan o no sepan contar algo más allá del origen (caso de la reciente Iron Man 2).
No es que el esquema de orígenes no tenga sus virtudes (Batman Begins y su uso de los inicios del Batman para explorar la psique del personaje es modélico) pero no es el único que se puede trasladar al cine. Ahora que el Spiderman cinematográfico va a ser reseteado, ¿optarán por repetir paso a paso lo que hizo Sam Raimi en su primer film sobre el personaje? Si el problema es que mucha gente jamás había oído hablar del personaje, el estreno de Spiderman (2002) ya lo ha resuelto. ¿No sería más interesante decantarse por otro enfoque?
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