Kane: canción triste de Nuevo Edén.
La lujosa reedición que Dolmen Editorial acaba de poner en las librerías es un motivo inmejorable para rememorar Kane, una de las mejores muestras de serie negra que han dado las viñetas en las últimas dos décadas.
Kane es obra de Paul Grist en el más amplio sentido de la palabra. Tras sus inicios en el comic británico en pequeñas editoriales como DC Thompson, Trident o Tundra, en 1993 una serie de malas pasadas profesionales le habían desencantado con la industria a pesar de su amor al medio. Fue entonces cuando, inspirado por Dave Sim y su Cerebus, Grist decidió jugársela editando su trabajo a través de su propio sello editorial Dancing Elephant Press. Siguiendo los pasos de Frank Miller con Sin City, Grist escribió y dibujó Kane, una serie policiaca en blanco y negro que rápidamente vio crecer su reputación gracias al boca a boca de los aficionados.
La serie narra las andanzas de Kane (Caín), detective de policía de la ciudad de Nuevo Edén, que vuelve al servicio tras una investigación en la que fue acusado de matar a su propio compañero sospechoso de corrupción. Recibido con recelo y desprecio por el resto de policías, solo la novata agente Kate Felix parece dispuesta a ayudarle en su lucha contra la red de crimen y corrupción que asola la ciudad y en cuyo centro está Oscar Darke, jefe del crimen con un curioso defecto del habla.
Pese a lo que pueda parecer Kane es en realidad una serie coral, hasta el punto de que en varios números el protagonista que da título a la cabecera no aparece o lo hace como mero secundario. Así, aunque Kane, su misterioso pasado y su relación con Darke sirven de columna vertebral a la trama, cada número de la serie es susceptible de pillarnos por sorpresa narrando el pasado de algún personaje o contando la historia de un secundario ocasional. Otro tanto sucede en el plano narrativo, puesto que el trazo engañosamente sencillo de Grist (próximo a la llamada línea clara del comic europeo) y su recurrente uso de las masas de tinta negra contrasta con su gusto por la experimentación narrativa. En cada historia el autor juega con el tiempo (los flashbacks son una contante), el punto de vista (que puede cambiar de una página a otra) o el lenguaje gráfico de forma sorprendente, con un número mudo, otro en forma de informativo televisivo o uno narrado íntegramente desde el asiento de atrás de un coche patrulla.
Igualmente, y pese a tener un enfoque serio y dramático girando en torno al tema de la redención, Grist sabe como introducir aquí y allá pinceladas de humor y referencias varias destinadas a lograr la sonrisa cómplice del lector. Buenos ejemplos de ello son su ácida crítica de los superhéroes, la aparición de un sosias del Marv de Sin City y, sobre todo, el personaje de El Ciego, un sicario supuestamente dotado de sentidos sobrenaturales cuyo aspecto e idiosincrasia remiten directamente a Daredevil.
Las discretas ventas, unidas a los compromisos de Grist con su otra serie (Jack Staff) han dado a Kane un ritmo de publicación errático hasta el punto de que la publicación ha quedado interrumpida en su nº 33. Un logro notable para una serie de sus características y a la que solo le basta con un número para atraer la atención del lector y hacerle caer en sus redes.
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