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La Atalaya del Vigía Comic Digital
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"Un tonto y su dinero duran poco juntos, amigo mío. Cómo llegaron a juntarse, ya de entrada... Ésa sí es una buena pregunta." Jensen, The Losers #2
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Injertos narrativos

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 30/06/2010
La Atalaya del Vigía

Si hay un nombre asociado a los mutantes de la Marvel, ése es el de Chris Claremont. Guste o no, la franquicia X-Men siempre será una obra del patriarca mutante. Da igual las notables aportaciones que otros autores añadiesen en paralelo (los Nuevos Mutantes de Louise Simonson, Peter David y su X-Factor, el Lobezno de Larry Hama, la etapa en solitario de Alan Davis para Excalibur). Tampoco importa lo bien que lo hayan podido hacer sus sucesores (Grant Morrison o el actual Matt Fraction). Guste o no, con momentos mejores y peores, con excesos de verborrea y cabos sueltos, 17 años al frente de los personajes tienen un peso incuestionable. Incluso aunque sus posteriores regresos hayan sido decepcionantes (véase aquella saga de los Neo), ver a Claremont escribiendo una serie de X-Men provoca cierto placer morboso. Es casi como ver a Sean Connery de nuevo en el papel de James Bond: aunque sea evidente que ya no es lo mismo, uno no puede evitar disfrutarlo.

Esa impresión es el origen de X-Men Forever, título que permite a Claremont volver al momento exacto de su partida -X-Men nº 3 (1991)- y hacer tábula rasa. Lejos de las presiones editoriales que provocaron su salida de la serie, ahora el guionista tiene el tablero para él solo. No hay ningún dibujante superestrella que cambie a capricho el guión. No hay crossovers verano sí, verano también, que alteren sus planes a medio-largo plazo. Tampoco hay otras colecciones que usen a sus personajes sin importar las incongruencias. X-Men Forever funciona como un What If? a largo plazo donde el guionista puede dar rienda suelta a todo aquello que siempre quiso hacer pero que no pudo. Muertes de personajes intocables, traiciones imposibles, triángulos amorosos confirmados, la verdadera relación entre Lobezno y Dientes de Sable,… Son algunas de las sorpresas que Claremont se saca de la manga en los cinco primeros números gracias a su nueva libertad.
Sin ser un superventas, la maniobra editorial ha tenido suficiente éxito para generar secuelas como X-Factor Forever (de nuevo con Louise Simonson) y New Mutans Forever (a cargo del propio Claremont). No entraremos a cuestionar si esta nueva continuidad es mejor o peor que la oficial, algo que ya depende del criterio del lector. Sin embargo hay cuestiones que merecen atención. Al generar su propia continuidad de varios títulos ¿No se corre el riesgo de topar a largo plazo con las mismas trabas de las que huye el guionista? Pongamos que la cosa se extendiese al Hulk de Peter David, al Iron Man de Michelinie y Layton, al Thor de Walter Simonson o a los Vengadores de Roger Stern. ¿Volaría cada uno por su cuenta o tendrían que relacionarse? En ambos casos eso llevaría a Marvel a la misma encrucijada que DC en los 80, obligada a realizar ese colosal borrón y cuenta nueva llamado Crisis en Tierras Infinitas. Y si alguna ventaja tiene Marvel frente a su Distinguida Competencia es la de tener una continuidad mucho más solida y sencilla. Además, por mucho que admiremos la figura del autor, hay que reconocer que a veces son las circunstancias las que hacen grande una historia. En el caso de Claremont la "Saga de Fénix Oscura" fue un éxito gracias a su final, impuesto por el editor y diferente al planeado por el guionista. La mejor solución es seguir el ejemplo de la línea Ultimate, caracterizada por una sólida autarquía y la escasa proliferación de unos títulos tratados con mimo. Así no hay confusión posible como sucedió en DC y parece que volverá a suceder. Preguntaos si no cuántas veces se ha revisado el origen de Superman en los últimos años (Waid, Johns, Straczynski, etc). Demasiadas para la paciencia del lector.


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