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Hellblazer: todo lo bueno tiene un final

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 21/11/2012

La nueva remesa de altas y bajas de los ya-no-tan-nuevos 52 de DC incluye el primer número de Constantine, serie regular dedicada al ocultista británico más carismático del cómic. Una encarnación del personaje más joven e integrada en el mundo superheroico que ya se ha visto como parte del reparto de la Liga de la Justicia oscura. Pero toda cara tiene su cruz. Y esta nueva serie también supone el fin de Hellblazer, serie original del protagonista, tras 300 números.

Con esta decisión DC pone fin a un título que no sólo era de los más longevos de su oferta editorial –dentro de Vertigo, el que más-, sino que también posee uno de los listados de autores más prestigiosos que se conocen en el cómic USA y ha sabido -con algún pequeño altibajo- mantener un nivel de calidad siempre elevado durante casi tres décadas. Hellblazer ya estaba ahí antes del inicio de Vertigo, conoció su época más notable y se mantuvo firme durante los que parece un presente irregular y un futuro nebuloso. Con su interesante combinación de terror y serie negra, puede que nunca fuera la serie estrella del sello ni se convirtiera en un fenómeno que trascendiese el medio –caso de Sandman, Predicador o Fabulas-, pero era el título que siempre estaba ahí, que nunca fallaba y que sirvió de trampolín para muchos autores y sus posteriores y más personales obras.



Y luego, por supuesto, estaba él. Desde su primera aparición como secundario en La Cosa del Pantano estaba claro que John Constantine era una estrella. Su carisma, picaresca e incorrección política se salían de la página. Daba igual lo mala que fuese la situación: Constantine siempre encontraba la manera de darle la vuelta y hacer que lo que estaba en su contra pasase atrabajar a su favor, riéndose del mal –sobrenatural o no- en su propia cara. Un personaje a un cigarro pegado al que te encanta leer porque siempre se sale con la suya, pero que no querrías ser porque todos sus seres queridos suelen acabar horriblemente mal.



Separada del mundo de los superhéroes y los disfraces de colores chillones, con una continuidad propia narrada en tiempo real (toda una rara avis en el cómic mainstream) y sin crossovers ni otras molestas interferencias, Hellblazer ha tenido muchos momentos álgidos, algunos de los cuales merecerían estar dentro de cualquier antología de cómic que se precie: Nergal y los Cruzados de la Resurrección, el trágico exorcismo de Newcastle, la maquina del miedo, el Hombre de Familia, el hermano gemelo asesinado en el útero, el cáncer de pulmón y un trato con el diablo a tres bandas, el noviazgo con Kit Ryan, la muerte del Rey de los vampiros, su mano a mano con el Primero de los Caídos, el doble demoniaco, el regreso del Rey Arturo, la posesión del hijo de un gangster, el asesinato ritual de una ex-novia, una estancia en presidio que culmina en un motín, un viaje por los horrores cotidianos de la Norteamérica profunda, la saga del Perro Fantasma, el regreso de Nergal, un alucinado viaje a Escocia, el matrimonio con una alquimista veinteañera hija de un mafioso, la posesión de su inseparable gabardina... Eso sin olvidar la Brigada de la gabardina y el tutelaje de Tim Hunter (Los Libros de la Magia), un viaje a Hollywood habitado por demonios y dioses paganos (Todas sus maquinas), una visita a Irak en plena guerra (Pandemonium) o participar en reallity show del infierno (Umbrales Oscuros).



Una trayectoria que el próximo febrero se cierra, justo cuando la serie cumple 25 años y su protagonista alcanza los 60. Puede que esa nueva versión ddel personaje a cargo de Roberto Venditti y Renato Guedes sepa mantener la chispa del mejor Constantine, pero será otra cosa. Y apuesto todo mi dinero a que difícilmente será mejor. Así pues cerremos, no sin tristeza, este epitafio de manera oficial: “Hellblazer 1988-2013: Tus lectores no te olvidan”.


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