Cuando Daredevil cambió el cómic
Seguramente esta canción les sonará a muchos. Allá por los años 80 Watchmen y Batman: Return of the Dark Knight cambiaron de arriba abajo la forma de ver y hacer el cómic USA en general y los superhéroes en particular. No seré yo quien niegue tal cosa, pero para quien esto escribe dichas obras no llegaron hasta mucho después. En concreto, el cómic que sacudió por completo mi noción como lector fue Daredevil: Born Again, que ahora es reeditado por Panini en su lujoso formato Marvel Deluxe.
Publicado originalmente en los nº 227-233 USA (1986) de la serie regular, esta saga fue insólita desde el principio por varias razones. La primera, suponía el regreso de Frank Miller al personaje que le había lanzado a la fama tras años de ausencia en los que se había consolidado como un autor puntero. En segundo lugar, supuso la consagración definitiva de David Mazzuchelli como dibujante tras una etapa en la serie sustituyendo precisamente a Miller. En tercer lugar porque, frente al típico relato de superhéroes, lo que Born Again presentaba era un retrato de tragedia, miseria, esperanza y redención humana a la altura del mejor de los literatos de la historia.
¿Exagerado? Quizá, pero el impacto que en su día este cómic me provoco aún dura, hasta el punto de considerarlo como un baremo por el que medir todo lo demás. Es asimismo una historia extraña de superhéroes: lleva hasta el extremo uno de los rasgos característicos del género (la identidad secreta) y sin embargo apenas vemos disfraces o superpoderes a lo largo de la historia. Salvo en el primer número y en los dos últimos (más un epílogo a la historia que parte de ésta) esos elementos no aparecen, centrándose la trama en el via crucis emocional y simbólico, casi literal, del protagonista. Las resonancias para con el Nuevo testamento tienen poco de casuales y son hábilmente manejadas por un guionista que se encontraba en la cima de su creatividad. Ya en las primeras viñetas marca su carácter rompedor al recuperar a Karen Page, la eterna novia del protagonista, convertida en una yonqui y actriz porno hundida en la miseria física y moral. Tanto que a cambio de un chute es capaz de vender la identidad secreta de su ex-novio a Kingpin. Este último, convenientemente remozado por Miller en su primera etapa, adquiere aquí una categoría de villano que le situaría definitivamente en la primera división. Armado con semejante información Wilson Fisk procede a hundir a su enemigo poco a poco. Su reputación, sus amigos, sus bienes materiales, su cordura… todo le va siendo arrebatado a Matt Murdock en una espiral terrorífica que culmina con el intento de asesinato del superhéroe venido a menos. La narración de ese tortuoso declive físico y emocional adquiere en manos de Miller una fuerza increíble, que refuerza la segunda parte de la obra. Hundido en lo más bajo, Daredevil inicia el camino a su “renacimiento”, redimiendo a Karen Page, descubriendo un secreto de su pasado y demostrando a su enemigo que ni siquiera con todo su enorme poder es capaz de vencer a la persona bajo la máscara. Los últimos números forman casi parte de otra historia, donde Daredevil se enfrenta Nuke con la participación estrella del Capitán América. Algo que permite hacer una comparativa entre el antiguo supersoldado –icono del sueño americano original- y el nuevo, una especie de Rambo drogado y enloquecido perfecta metáfora de la época de Reagan.
Son tantos los elementos dignos de mención: el encuentro de Matt con la hermana Maggie, el abrazo redentor con Karen, la delación forzada de Ben Urich –el Pedro que le niega tres veces-, el mano a mano entre Murdock y el asesino maniaco vestido de Daredevil,… tantos los diálogos memorables, tantas las ilustraciones superlativas (la imagen de Daredevil con el rostro en sombras y la ciudad en llamas a su espalda que cierra el penúltimo número es sin duda la mejor dibujada de la historia) que servidor se siente obligado a releer este cómic al menos una vez al año. Y curiosamente a cada lectura le parece mejor. Nunca un cómic me ha hecho derramar una lágrima de emoción, pero éste es uno de los pocos que han estado cerca. Una obra maestra indiscutible que otorga al medio un nuevo nivel de excelencia. Grima da pensar en el Miller actual –que parece empeñado en convertirse en una parodia de sí mismo- y en la decisión de Mazzuchelli de estar prácticamente retirado del mundillo. ¿Cómo? ¿Qué todavía estás leyendo esto? Hazte un favor y lee –o relee- Born Again.
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