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Dr. Extraño & Dr. Muerte: Triunfo sobre nostalgia

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 17/04/2013

Hay obras que, por una serie de circunstancias ajenas a las mismas, acaban teniendo un significado especial para sus lectores. En mi caso particular, el comic –me niego a llamarla novela gráfica- Dr. Extraño & Dr. Muerte: Triunfo y Tormento ocupa un lugar de honor. Inicialmente sólo pude ojearlo fugazmente, pues su precio se escapaba a las posibilidades de mi paga semanal. Pero el peculiar emparejamiento de los protagonistas y el sugestivo aspecto de sus dibujos se quedaron grabados en la mente de aquel joven yo de nueve años. Fue varios años después, gracias a la generosidad materna durante un viaje a la capital, cuando pude disfrutar plenamente su lectura. Lectura que recuerdo como una de las mejores de mi trayectoria como lector de cómics y que recupero con cada relectura (y han sido muchas).

Toda esta parrafada melancólica y subjetiva viene a cuento de que la nostalgia puede ser un arma de doble filo, distorsionando y embelleciendo una por encima de su verdadera calidad. Por suerte la reciente reedición de Panini demuestra que no es el caso de Triunfo y Tormento. Una obra realizada por dos autores que se encontraban en su mejor momento, que explota el máximo potencial de dos personajes tan fascinantes como pocas veces mejor aprovechados y que, pese a utilizar la continuidad Marvel –e incluso marcar varios puntos y aparte en la misma- goza de una autonomía capaz de atraer tanto a fieles como a profanos.



El Dr. Extraño no era ningún ídem para Roger Stern. El guionista que dió a Spiderman y Los Vengadores una de sus mejores etapas venía de hacer lo propio con Stephen Extraño. Más allá del rutinario enfrentamiento entre dos personajes, Stern aprovechó la ocasión para bucear en el pasado de ambos y profundizar en sus facetas menos conocidas. Así, el guión relata cómo el Dr. Extraño obtuvo su título de Hechicero Supremo y descubre, más allá de su genio científico, al Dr. Muerte como un poderoso hechicero –algo que, salvo Mark Waid, pocos guionistas de Los 4 Fantásticos han sabido aprovechar-. También narra la tragedia personal que motivó al villano a convertirse en lo que es y el remordimiento que Extraño siente por su vida pasada. La competición entre los dos por el título místico, su tirante relación de respeto y desconfianza y su viaje al infierno para rescatar un alma de las garras de Mefisto constituyen un relato tan rebosante de interés como de instantes memorables.



A esto último no es ajeno un Mike Mignola que acababa de depurar su estilo. Sus elaboradas composiciones de página, su estilo lleno de sombras y atmosferas lúgubres y el look de su trazo -poco frecuente en el género superheroico- aportan a la trama un aspecto único. Especialmente en secuencias como el torneo de hechiceros o el viaje al infierno, plasmados con un gran colorido sin que la terrorífica atmosfera se resienta. Un despliegue gráfico del que es un poco triste vez constatar que parece imposible para el Mignola más reciente.



Varias veces imitada –por Brian Bendis en una saga de sus Nuevos Vengadores, sin ir más lejos- y referenciada en historias posteriores, Triunfo y Tormento tristemente nunca ha sido igualada. Ni siquiera por sus propios responsables. Y aunque pueda resultar exagerado señalarla como una obra capital de cómic USA, resulta una lectura tan sólida y estimulante como lo era dos décadas antes. Un cómic de los que crean afición al medio y a dos personajes que pocas veces han brillado tanto. Si nunca habías reparado en él, ahora ya no tienes excusa.


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