Capitán Marvel: el peso de un legado
Entre las muchas virtudes de Peter David se encuentra su capacidad para coger personajes poco apreciados por profesionales y aficionados y convertirlos en base para historias tan interesantes como divertidas. Lo hizo con Hulk, con Aquaman, con Supergirl y con X-Factor. También lo hizo con Capitán Marvel, una de las series de superhéroes más injustamente olvidadas de la última década.
Genis-Vell, alias Legado, fue creado por Fabian Nicieza como protagonista de su propia serie. Hijo del difunto Capitán Marvel de rebuscado origen (dejémoslo en “superciencia alienigena”) la crisis de los 90 le llevó al limbo tras solo siete números. Pero el personaje tenía potencial, como bien sabían Kurt Busiek y Carlos Pacheco. Lo demostraron en su Siempre Vengadores donde, además de un nuevo uniforme, Genis asumía el nombre de Capitán Marvel y quedaba unido –como ya lo había estado su padre- a Rick Jones mediante las negabandas.
Es en este punto donde Peter David entra en escena. Las posibilidades de jugar con un personaje nuevo pero fuertemente conectado a la continuidad y además recuperar a Rick Jones y su esposa Marlo Chandler –protagonistas de su larga etapa en Hulk- eran demasiado atractivas para dejarlas pasar. Acompañándole en el apartado gráfico estaba Chris Cross, joven y apenas conocido dibujante, especialmente dotado para plasmar la expresividad de los personajes. Similar en muchos aspectos a Kevin Maguire, el trazo de Cross se ajustaba como un guante al tono jocoso y trufado de puyas característico de David. Algo que no siempre lograban los sustitutos a los que la lentitud de Cross obligaba a recurrir periódicamente.
Mezclando con maestría toda clase de géneros, historias y personajes, cada número de Capitán Marvel podía aunar la acción trepidante con un fondo dramático -el maltrato femenino, la identidad sexual, la corrupción del poder absoluto, la muerte o el infanticidio- e impagables diálogos llenos de chistes punzantes y réplicas afiladas. El enfrentamiento “intelectual” entre Drax el Destructor y el villano Psicoman, la aparición de J.M. Straczynski y su impronunciable apellido o la sangrante burla sobre los cómics de Rob Liefeld son algunas de las mejores perlas de la carcajada que vienen a la memoria.
Seña de identidad del guionista, los personajes y su interrelación acaban siendo tan importantes o más que la acción superheroica, destacando el toma y daca entre Genis, el héroe inexperto dotado de grandes poderes, y Rick Jones, el eterno ayudante pícaro bregado en mil batallas. Personajes ya establecidos (Marlo, Dragón Lunar, Starfox), de nuevo cuño (la fantasma Lorraine, la alienígena kree Una-Rogg) y varios invitados especiales (Drax el Destructor, los Micronautas, Thanos) poblaron este pequeño recinto del universo Marvel donde David podía hacer lo que quisiera lejos de editores entrometidos y molestos crossovers. O al menos durante 35 números.
Formando parte de una gratuita maniobra de marketing llamada U-Decide -tres nuevas series y solo la más vendida no se cancelaria-, Marvel relanzó la serie con un nuevo número uno. David inició entonces un argumento bastante atrevido (Genis perdía el control de su conciencia cósmica, convirtiéndose en un demente peligroso) que desarrolló de forma harto interesante y Cross remodelo su dibujo, coloreándolo directamente del lápiz con un resultado mucho más espectacular. Pese a ganar la competición y a las buenas críticas, las ventas se resintieron. Si lo unimos a la intención de Marvel de recuperar al personaje original, el nuevo Capitán Marvel molestaba. Su serie fue cancelada y, tras un fugaz paso por los Thunderbolts, la editorial decidió eliminar al personaje para siempre. Algo que, como certifican los 60 números repartidos en dos volúmenes, fue un enorme desperdicio.
Tristemente el nombre de Capitán Marvel ha ido pasando por varios personajes en los últimos años sin alcanzar ni remotamente las cotas de este sucesor, cuyas aventuras recupera ahora Panini en su línea Extra Superheroes. Un personaje y una serie a reivindicar urgentemente. Luego no digáis que nadie os avisó.
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