Fandigital y Comicdigital emplean cookies para determinadas funcionalidades. Si continúa navegando asume la aceptación de las mismas.
La Atalaya del Vigía Comic Digital
REVISTA ESPECIALIZADA EN CÓMIC
"Las tendencias son para los borregos" Lady Bullseye / Daredevil vol.2 #112
ID

Sienkiewicz: orden en el caos

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 10/11/2010
La Atalaya del Vigía

La coincidencia ha querido que lleguen al mismo tiempo a las librerías españolas la miniserie 30 Días de noche: Más allá de Barrow y la reedición de Los Nuevos Mutantes. Dos títulos que comparten –en momentos muy distintos- a un mismo dibujante. Una suerte de alfa y omega en la carrera de Bill Sienkiewicz, uno de los ilustradores más espectaculares, personales e impredecibles del cómic de las últimas tres décadas.

Sienkiewicz comenzó su carrera en Marvel a principios de los 80. Su primer trabajo destacado fue en Caballero Luna junto a Doug Moench. Aquel Sienkiewicz se ganó rápidamente a los lectores con un estilo contundente y claramente deudor de Neal Adams en general y su Batman en particular. Sin embargo, aquí y allá iba ensayando pequeños experimentos gráficos que presagiaban una evolución hacia algo diferente. Cuando Chris Claremont le ofreció los lápices de Los Nuevos Mutantes, Sienkiewicz explotó. Cual mariposa salida de la crisálida, su grafismo abandonó la clonación de Adams y muto en un estilo insólito: composiciones de paginas rupturistas, trazos afilados y esquemáticos, experimentos con el color, combinación de series visuales,… Sienkiewicz había abiertos sus influencias a otros medios como la animación (Tex Avery), la ilustración literaria (Ralph Steadman) o la pintura clásica (Gustav Klimt) en una amalgama rompedora jamás vista en el cómic USA. Un arte que provocaba las más encendidas discusiones entre profesionales y fans que no sabían cómo calibrar semejante explosión gráfica.

Apenas una quincena de números más tarde el dibujante se convertía en la gran sensación editorial. Así, sus servicios son requeridos por un Frank Miller en la cúspide para crear Daredevil: Love and War y Elektra Assassin, donde lleva incluso más allá sus experimentos visuales (texturas, collages, pinturas al oleo, fotografías). También colaboraría con DC en The Shadow (continuando el magnífico trabajo de Howard Chaykin) y realizaría atípicas adaptaciones de Moby Dick y la película Dune (hoy día pieza de coleccionista). En 1990 tomó la alternativa como autor completo con la desquiciante Stray Toasters, anárquico y fascinante cóctel con elementos de terror, comedia, policiaco y drama familiar que sencillamente hay que ver para creer.
Los 90 se iniciaron prometedores, reuniéndose con Alan Moore para acometer la ambiciosa Big Numbers (previamente colaboraron en la antología Brought to Light, con una historia corta que denunciaba la abusiva política exterior de los EE.UU). Desgraciadamente, diferencias creativas hicieron que abandonase el proyecto tras dos números dejándolo incompleto. A partir de entonces, los trabajos de Sienkiewicz fueron alejándose de la industria (portadas de discos, diseños para cine y TV, trading cards, revistas) y su labor en el cómic fue espaciándose cada más y más en trabajos como Lobezno: Furia interior, Sentry/Hulk, Sandman: Noches eternas o Voodoo Child (biografía en cómic de Jimi Hendrix). En su ausencia, autores surgidos a su estela (Dave McKean, Kent Williams, John Van Fleet, Ashley Wood, Ben Templesmith) iban acomodándose en una industria mucho más receptiva a la experimentación gráfica.

Sienkiewiz permaneció muy activo en cambio como portadista y entintador. En esta última faceta demostró -por desgracia- ser posiblemente uno de los peores del negocio: su personal grafismo choca de frente con el de los autores entintados, dando lugar a un resultado amorfo que empobrece los lápices originales (quizás los de John Buscema fueron la excepción a la regla). Tal vez su regreso al cómic con la citada miniserie de los vampiros de Steve Niles no esté a la altura de sus mejores trabajos pero, incluso a medio gas, la capacidad de fascinación de su arte sigue intacta tras treinta años. ¿Cuántos otros pueden decir lo mismo?


contactarEdición impresa