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La Atalaya del Vigía Comic Digital
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"El cielo de un guerrero lo dan los actos, no las creencias. Las estrellas no nos piden nuestra fe antes de sonreírnos." Thor, Thor #16
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X-Factor: las virtudes del anonimato

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 22/12/2010
La Atalaya del Vigía

Hace poco reseñábamos el gris panorama que parece afectar a las series mutantes de Marvel. Sin embargo toda regla tiene su excepción, concretada aquí en la labor de Peter David como cronista de X-Factor.

Allá en los años 90 David recibió por parte de Marvel una tarea poco agradecida. Después de que Jim Lee reclamase al reparto original de la serie como parte de sus X-Men la editorial decidió continuar X-Factor sin sus protagonistas. Al guionista se le encargó mantenerla con el protagonismo de personajes de segunda y tercera fila (Kaos, Polaris, Madrox, Fortachon, Mercurio). Sin embargo, consiguió darle la vuelta a la situación y hacerla trabajar a su favor: si a nadie le importaban esos personajes podía contar lo que quisiera con ellos. Acompañado en los lápices por un sorprendente Larry Stroman y un casi novato Joe Quesada David renovó por completo la serie, aportando a sus protagonistas más matices y carisma del que nunca tuvieron e incluso redefiniéndolos por completo (caso de Mercurio y el famoso número donde el grupo va al psicoanalista). Por desgracia, este X-Factor nació en una época donde la comercialidad y las buenas ideas parecían no coincidir. La editorial comenzó a meter baza exigiendo cambios, provocando el abandono del escritor tras veinte escasos números.

Saltamos a 2005. Tras la reestructuración de la línea con Dinastía de M a David se le da la oportunidad de hacerse cargo de una nueva serie de X-Factor. La tarea es la misma: coger a olvidados restos de series como Generación X (M), X-Force (Rictor, Siryn) y el antiguo X-Factor (Madrox, Guido, Loba Venenosa) y ponerles a funcionar juntos. De nuevo David emplea la misma estrategia haciendo y deshaciendo a su antojo, aportando diálogos con gancho e ideas ingeniosas y teniendo en cuenta la continuidad del resto de Marvel (Civil War, Complejo Mesías, Invasión Secreta) pero sin que trastoque sus propios argumentos. Empezando por convertir al antiguo grupo gubernamental en una agencia de detectives la serie estaba abierta prácticamente a lo que el guionista desease: policiaco, ciencia ficción, intriga, humor, drama… cualquier género podía hacer acto de presencia. Pero lo mejor era el desarrollo de los personajes. Desde los problemas de personalidad de Madrox y sus dobles a los complejos de Rahne, pasando por la altiva personalidad de Monet, sus diferencias con Siryn o los problemas de identidad de un Rictor sin poderes. La mejor muestra de la buena mano del guionista para sacar agua de las piedras es Layla Miller. Creada por Brian Bendis para Dinastía de M, era poco menos que una excusa argumental sin interés. En manos de David su capacidad de ver el futuro dio pie a un intrigante personaje capaz de pasar de provocar la sonrisa en una página y el terror en la siguiente o viceversa.
Con paso lento pero seguro David fue elaborando sus propias tramas, desarrollándolas a largo plazo, rescatando argumentos y personajes del pasado (la relación entre Rictor y Estrella Rota, el retorno de Longshot, el futuro apocalíptico de Bishop, su propia historia del psicoanálisis) y dejando momentos inolvidables como la culminación del embarazo de Siryn, la relación de Madrox con uno de sus dobles huidos o los avatares de una Layla Miller atrapada en el futuro (el mejor inicio de un cómic que servidor recuerde). En la parte gráfica la serie contó desde el inicio con una estética urbana, más propia del género negro que de un cómic de superhéroes. Por desgracia la calidad de este apartado fue algo desigual. Tras unos primeros números esplendidos debidos a Ryan Sook, Dennis Calero y Pablo Raimondi, la serie entró en una etapa de dibujantes que o bien estaban demasiado verdes (Khoi Pham) o se encontraban en sus horas más bajas (el horrendo, por decirlo educadamente, regreso de Stroman) antes de recuperar cierta estabilidad con el correcto Valentine De Landro.

Instalada en un cómodo lugar entre las categorías de fenómeno de masas y serie de culto minoritaria (no vende lo suficiente para encabezar las listas pero sí para asegurar su continuidad) X-Factor sigue adelante con tanto interés o más que cuando empezó. Desde aquí deseamos que dure. El día que David abandone la colección, sin duda los lectores saldremos perdiendo.


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