La fuga de talentos de DC
Hace algún tiempo comentamos por aquí como recientemente autores consagrados del comic USA estaban empezando a llevarse sus proyectos fuera de las dos principales editoriales (Marvel y DC) para apostar por pequeños sellos -e incluso la autoedición-, buscando una mayor libertad creativa y una política de derechos más beneficiosa.
Lo que no comentamos allí de que manera la política editorial de las grandes se ha convertido en combustible extra para dicho éxodo. Especialmente en DC, donde los cambios creativos inesperados y el margen de libertad de los autores para realizar su labor han sido la comidilla del medio en los dos años transcurridos desde el relanzamiento de su continuidad con los Nuevos 52.
La contratación del inefable Bob Harras en labores de edición y guionistas como Rob Liefeld, Scott Lobdell y Howard Mackie o el ascenso a autores completos de dibujantes como Tony Daniel o Francis Manapul para ocuparse de personajes “mayores” como Batman y Flash ya trajo polémica. Pero en los meses posteriores el nuevo status quo empezó a sacudirse con despidos fulminantes, veloces cambios de autores y declaraciones de estos últimos sobre la caprichosa y asfixiante labor de los editores.
Así, los lectores hemos tenido noticias como el cese fulminante de Liefeld (aunque algunos dirán que eso no es mala noticia), la marcha de una institución como George Pérez por la puerta de atrás de las series de Superman, el sorprendente despido y aún más sorprendente re-contratación de Gail Simone en Batgirl, la desaparición gradual de Peter Milligan y Paul Cornell del staff editorial, la espantada de Andy Diggle bajándose de Action Comics antes de poder escribir un solo numero), la baja por “motivos profesionales” de James Robinson y Joshua Hale Fiankov, el maltrato de un Keith Giffen al que le dan los encargos mas peregrinos o provocar la marcha de Kevin Maguire y J.H. Williams porque su trabajo no se ajustaba al perfil exigido por la editorial. De hecho, si nos creemos los trapos sucios aireados por Paul Jenkis tras su fugaz paso por la editorial, incluso ha habido veladas amenazas profesionales por parte de la empresa a sus autores. Y eso sin mencionar el progresivo vacio a la línea Vertigo y la marcha de Karen Berger, su emblemática responsable.
Más allá de una posible polémica homófoba en el caso de J.H. Williams y Batwoman , clama al cielo que en DC sean tan estúpidos como para provocar la marcha del que posiblemente sea el mejor y más versátil ilustrador que el comic tiene actualmente. Puede argumentarse que aún cuenta con autores de renombre dotados –o eso parece- de cierta capacidad de maniobra (Scott Snyder, Jeff Lemire, Geoff Johns, Brian Azzarello), pero lo cierto es que a día de hoy la editorial se está forjando un reputación de “castradora” de autores, buscando el beneficio inmediato en lugar de asegurar la calidad a largo plazo. Un panorama que recuerda demasiado a la hueca burbuja especulativa que fueron los años 90, con la salvedad de que las cifras de ventas y la situación económica actuales estrechan aún más el margen comercial.
Podrá argumentarse que DC es antes que nada una empresa y como tal da prioridad a las cifras, pero esta política de tierra quemada no augura un futuro positivo a largo plazo. Sin embargo el desperdicio de unos es el beneficio de otros, pues buena parte de dichos autores en fuga ya han sido captados por Marvel (Maguire y Williams fueron cortejados por Brian Bendis para futuros proyectos vía twitter al instante de conocerse su marcha), Image, BOOM! Studios o similares. Al menos en el caso de los lectores, lo que DC nos quita con una mano la competencia nos lo acerca con la otra.
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