El Vigía: historia de un héroe entre dos aguas
Si Asedio ha sido sorprendente no es por su desarrollo o desenlace. Lo es por el tratamiento que ha recibido el que ha sido uno de los personajes más polémicos, fascinantes, incomprendidos y odiados de la Marvel de la última década: el Vigía.
La polémica acompaña a este personaje desde el instante de su creación. Envuelto por una curiosa estrategia de marketing que le anunciaba como un olvidado personaje (falsamente) creado por Stan Lee en 1960, el personaje apareció por primera vez en una miniserie de manos de Paul Jenkins y Jae Lee. Allí se presentaba a Robert Reynolds, uno de los superhéroes más poderosos del mundo víctima de una conspiración para ocultar al mundo -y a sí mismo- su existencia. Lo que en principio parecía una maniobra para que Marvel consiguiese su propio Superman e insertarlo en la continuidad (presente y pasada) pronto adquirió otras trazas. Jenkins desvelaba que Reynolds padecía un fuerte trastorno mental que se manifestaba en una doble personalidad: el Vacio, un terrible supervillano que buscaba igualar las proezas de su identidad superheroica provocando las mayores catástrofes. El resultado fue un trabajo sorprendente y curioso, con una reflexión en torno al poder sobrehumano de tono crepuscular –más aún gracias al grafismo de Jae Lee- que empezaba como terminaba: con Reynolds y todas sus acciones siendo olvidadas por el resto de personajes.
Pese al éxito de la serie, el Vigía se quedó en el limbo sin que nadie pareciese interesado en utilizarle. Al menos hasta que Brian Bendis recurrió a él para el lanzamiento de sus Nuevos Vengadores. El Vigía no sólo era una nueva pieza para el lavado de cara realizado a la serie. Era también, gracias a sus peculiaridades editoriales, un comodín mediante el que Bendis podía retorcer la continuidad Marvel -objeto de muchas de las críticas a sus historias- a su capricho. El verdadero problema es que, más allá de recuperar al personaje, nadie parecía saber qué hacer con él. Se insistía en que era descomunalmente poderoso pero nunca llegábamos a verle realmente en acción (su participación en Civil War o Invasión Secreta consistía en ser quitado de en medio a las primeras de cambio). Se mencionaba su larga relación pasada con otros héroes pero pocas veces la cosa iba más allá del detalle fugaz. Tampoco se acaba de tener claro cuál era su estatus, pasando sin explicación de héroe veterano y capaz a novato inseguro de un número a otro y lo contrario al mes siguiente. Cuando Jenkins recuperó al personaje en una segunda miniserie tampoco ayudó que se limitase a repetir aburridamente el argumento de primera pero haciéndolo más confuso. El Vigía era superpoderoso, superproblemático y superfluo. La constante situación de quiero-y-no-puedo terminó por hacer antipático al personaje a ojos de los lectores y dando la sensación de que no aportar nada reseñable. El Vigía era tan absurdamente poderoso que su aparición en una historia invalidaba prácticamente al resto de los personajes y la sensación de amenaza –quizás sólo su participación n World War Hulk se ajustaba a su calibre-. Desarrollar su historia era prácticamente un camino sin retorno, que Bendis emprendió por fin en Vengadores Oscuros y llevó a su ¿inevitable? conclusión en la citada Asedio. En un universo de ficción donde las puertas del más allá parecen giratorias, el futuro del personaje parece no tener ninguna puerta trasera que esté libre de la problemática antes descrita. Queda la oportunidad de repasar a un personaje lleno de problemas y defectos pero de innegables virtudes que le convierten en una irrepetible curiosidad. Algo que, en un mundo caracterizado por la repetición y los tópicos, siempre es digno de mención.
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