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Conan: Nueva Sangre para Viejas Historias

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 13/11/2013

Cuando en 2004 Dark Horse anunció su decisión de relanzar los comics de Conan muchos levantamos la ceja con cierta incredulidad. Porque ¿Qué iban a contar que no se hubiese contado ya en las cinco series regulares -mas miniseries y especiales- que Marvel editó entre 1970 y 2000? Tanto en adaptaciones como en historias originales Conan parecía un personaje agotado, a pesar de su innegable tirón entre los lectores.


Aún así la publicación del nº 0 de Conan –subtitulada La leyenda en España- pillo a prácticamente todos con la guardia baja. Kurt Busiek, principalmente conocido por su labor en el género de los superhéroes, cambiaba de registro pasándose a la espada y brujería. Mantenía no obstante ese conocimiento enciclopédico del material previo al que tanto partido saca en sus obras. La diferencia es que su referente no eran los comics –tanto adaptados como originales- escritos por Roy Thomas y otros para Marvel, sino los textos literarios originales de Robert E. Howard.


Esa vuelta a los orígenes conseguía paradójicamente un Conan mucho más novedoso, no atado por unas limitaciones censoras con las que décadas atrás tuvo que tratar la serie original. Manteniendo toda la crudeza, ambigüedad y fantasía oscura pulp de Howard, Busiek demostró tener tomada la medida al personaje narrando su primeros vagabundeos como ladrón por la era Hyboria, alternados ocasionalmente con su dura niñez en su Cimmeria natal. La parte gráfica también contribuyó a marcar las distancias, obra de un Cary Nord que al fin despuntaba con un estilo propio más detallado y dinámico. Características mantenidas por ocasionales sustitutos como Greg Ruth o Paul Lee. El coloreado de Dave Stewart, aplicado directamente sobre los lápices, otorgaba asimismo un agradecido matiz pictórico al resultado.


Tras casi 40 números Busiek abandonó la serie, siendo sustituido por el veterano Timothy Truman, quien supo mantener el tono y el nivel de su predecesor a la perfección. Su labor con el personaje volvió además a poner su nombre en el candelero tras varios años dedicado a otros medios, siendo así (re)descubierto por muchos. Nord fue sustituido por Thomas Giorello, pero la continuidad estilística quedó asegura.


Tras el nº 50 la serie fue relanzada en una nueva cabecera con el mismo equipo, titulada Conan el cimmerio. Esta nueva etapa, centrada en la época del protagonista como soldado mercenario, seguía alternándose historias originales con adaptaciones sin apenas interrupciones con el tono o la cronología de la serie. Asimismo se fueron sucediendo varias miniseries adicionales, a cargo de autores como Craig Russel, Joshua Dysart, Joe R. Lansdale, Darick Robertson, Ron Marz e incluso el mismísimo Roy Thomas, que certificaban el éxito de la propuesta.

Tras 26 números Conan el cimmerio fue sustituida por otras dos cabeceras: Conan rey, formada por miniseries encadenadas a cargo de Truman y Giorello y centradas en la madurez del personaje –adaptando historias como La ciudadela escarlata o El fénix en la espada- y Conan el bárbaro, donde Brian Wood lleva a las viñetas la historia del bárbaro y su gran amor -la pirata Bêlit- en una versión que vuelve a expandir el relato original de Howard pero, tanto en su desarrollo como en su estilo gráfico, difiere de la adaptación realizada por Thomas y John Buscema décadas antes.


Así pues y contra todo pronóstico esta suerte de "Ultimate Conan" se ha convertido en una propuesta que, con excelente nivel medio mantenido a lo largo de casi una década (y pese al cambio de autores), ha logrado consolidar una personalidad propia que puede mirar a la cara a lo más dorado de la versión de Marvel sin apartar la mirada. La cuidada y ordenada edición en tomos –aunque de precios algo elevados- realizada por Planeta supone un plus añadido para recuperar un clásico de las viñetas que luce más fresco que nunca.


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