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La Atalaya del Vigía Comic Digital
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Alan Moore: De críticas y (auto)críticas.

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 04/12/2013
La Atalaya del Vigía

En una reciente entrevista al diario británico The Guardian, Alan Moore dejaba varias perlas relacionadas con sus proyectos y visión del cómic como medio. Pero sin duda, la que ha abierto la caja de los truenos es su sentencia sobre el género de los superhéroes, en especial cuando califica a los consumidores adultos del género como “en cierto modo emocionalmente subnormales” (sic). Más allá de quedarse en este polémico detalle, recomiendo leerse la entrevista íntegra del guionista de Northampton. Merece la pena, pues dice cosas muy sensatas respecto al medio. Pero también bastante hipócritas a nivel personal.


Nadie –ni siquiera él mismo- puede negarle a Moore la aportación fundamental que hizo al concepto de superhéroe. Mediante obras como La cosa del pantano, Miracleman, V de vendetta, Watchmen o La broma asesina el escritor británico cambió la forma en que autores y lectores concebían el medio, ensanchando las fronteras de su narrativa, otorgando una madurez y profundidad a sus historias que sus detractores se empeñaban en no conceder y alcanzando un nuevo nivel de excelencia. Esa intención de romper con los límites establecidos, de ir más allá de lo que permite la maquinaria y de evolucionar creativamente es lo que impulsó aquellas obras. Y es lo que impulsa estas recientes declaraciones.


En realidad lo que Moore reclama aquí no es muy diferente a lo que Warren Ellis estableció en su Manifiesto del viejo bastardo, aquel decálogo creativo donde reivindicaba que el género de superhéroes no es el único ni el mejor de cuantos tienen cabida en el cómic. Y que la forma en que las editoriales lo enfocan y limitan no es necesariamente la ideal. Como contador de historias, Moore defiende el poder de la creatividad frente a los imperativos comerciales de las grandes editoriales que, ancladas en el modelo de hace medio siglo, se empeñan en reinventar la rueda una, otra y otra vez por miedo a matar la gallina de los huevos de oro (véase DC y sus Nuevos 52). Una situación frente a la que reivindica la necesidad de unos lectores más exigentes que no se limiten a tragar siempre lo mismo.


Claro que en sus declaraciones viendo la paja en ojo ajeno, no es capaz de reconocer la viga en el propio. En la misma entrevista, Moore asevera que “No he leído ningún comic de superhéroes desde que finalicé Watchmen”. Lo que no dice es que en 1993 aceptó volver a ese mismo género que dice haber llegado a odiar bajo el paraguas de la recién creada Image. 1963, Spawn, Wildcats, Supreme o la práctica totalidad de ABC Cómics, el sello editorial capitaneado por él mismo (Top Ten, Tom Strong, Promethea, Tomorrow stories) son cómics de superhéroes. Y no sólo eso: son comics de superheroes que, en casos como Supreme, se limitan a reciclar viejos conceptos de épocas previas bajo una pátina de experimentación narrativa. Motivado por un doloroso divorcio, una situación económica poco favorable y el hundimiento de Mad Love –su propia compañía editorial- Moore justificó aquel regreso al mainstream superheroico alegando que buscaba recuperar la sensación de diversión e inocencia de aquellas viejas historias. Alejar a los superhéroes de los relatos oscuros y violentos que él mismo había ayudado a crear una década atrás. Es decir: volver al mismo modelo que en sus recientes declaraciones considera poco menos que una subnormalidad.


Asimismo, el reconocer que no ha leído obras sobre superhéroes de otros autores implica que ignora las frescura y virtudes de propuestas como Starman, Authority, Planetary (para cuya edición en tomo escribió un elogioso prólogo ¿Mentía entonces o lo hace ahora?), Irredemible, Incorruptible, Ex Machina, Incógnito o tantas otras (sin mencionar etapas concretas sobre personajes de grandes editoriales con décadas a sus espaldas). Trabajos que, siendo de superhéroes, no se limitan a regurgitar lo mismo desde hace décadas sino que además son capaces de aportar frescura y sofisticación narrativa. La crítica, cuando es razonada y fundamentada, siempre es bienvenida. Pero también lo es aplicarla a uno mismo.


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