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Daredevil de Ann Nocenti: Una etapa a redescubrir

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 25/12/2013


Es indiscutible que para Daredevil hay un antes y un después de Frank Miller. Su trabajo -en espacial la saga Born again- ha marcado de forma indeleble todo el posterior desarrollo del personaje. Pero esa sombra es a veces demasiado alargada, cayendo como una losa que reduce injustamente los méritos de posteriores autores. Buen ejemplo de ello es la etapa de Ann Nocenti.

Nocenti aterrizó en Daredevil casi por accidente, tras unos inicios como editora y una discreta carrera como guionista. Tras la marcha definitiva de Miller a mediados de los 80 Daredevil iba a ser escrita por Steve Englehart, quien tenía pensado volver al estilo superheroico previo.


Para hacer tiempo hasta su llegada los editores le encargaron a Nocenti escribir unos números de relleno. Nocenti empezó con Daredevil #236, una historia dibujada por Barry Windsor-Smith que enfrentaba al protagonista con un veterano del Vietnam modificado científicamente para matar a distancia. El acentuado tono antimilitarista y el intenso drama de los personajes sorprendieron a propios y extraños. En los siguientes números la guionista elaboró historias independientes de corte realista donde -tal vez debido a su formación como periodista- tocaba temas de actualidad con un fondo crítico. El buen sabor de boca resultante, unido a las desavenencias de Englehart con los editores, hizo que aquel trabajo provisional se convirtiese en fijo a partir del Daredevil #248, contando a partir del #250 con John Romita Jr como dibujante regular. Un Romita que comenzaba a despuntar y aún tenía esa fluidez que en años más recientes ha ido perdiendo.

Establecida como guionista oficial, Nocenti desarrolló una serie de tramas que en buena forma respondían a sus propias inquietudes personales. Expulsado de la abogacía tras los sucesos de Born again, Matt Murdock y a una recuperada Karen Page se ponían al frente de una asesoría para gente sin recursos. Esa nueva ocupación permitía implicar fácilmente al protagonista en temáticas como pobreza, drogadicción, maltratos, abusos de las grandes empresas, delincuencia juvenil, contaminación medioambiental o el pánico nuclear. Argumentos de índole social no exentos de denuncia que alejaban a la serie del típico comic de superhéroes. Incluso cuando incluía elementos fantásticos como la aparición de la Antorcha Humana- descrito como un pez fuera del agua en el entorno de Daredevil- o el demonio Mefisto –en una historia navideña de corte fáustico- la guionista mantenía esa pátina de realismo urbano.


Pese a este personal enfoque y un nuevo plantel de secundarios, Nocenti no olvidó la historia previa. En sus guiones redefinió la relación entre Daredevil y Kingpin añadiendo a María Tifoidea a la mezcla. Aunque algunos se apresuraron a verla una suerte de repetición de la Elektra de Miller, Tifoidea se reveló rápidamente como algo mucho más complejo. Fuerte, violenta, sexualmente promiscua y diabólicamente astuta, Tifoidea era un caso clínico de doble personalidad que se alternaba con Mary Walker, dulce e inocente aspirante a actriz ignorante de su violento otro yo. Con ella y sus dos identidades Nocenti construyó un espinoso triangulo amoroso junto a Kingpin y Matt Murdock lleno de masoquismo y traiciones sentimentales. Un atractivo personaje al que la escritora seguiría volviendo en años posteriores en forma de especiales y miniseries.


Con su relación con Karen destruida gracias a Tifoidea, a partir del nº 266 Daredevil abandona la ciudad y se embarca en un viaje sin rumbo por el país. Desgraciadamente durante este último tramo Nocenti cambia el paradigma de la serie, embarcando al protagonista en encuentros con personajes como los Inhumanos –continuando una trama de estos últimos escrita por la propia Nocenti en un especial-, Ultrón –en un crossover con Actos de venganza- o Mefisto y su díscolo hijo Corazón Negro. Un enfoque que acabó por diluir las señas de identidad de sus guiones. El final de su etapa, ya sin Romita, comprende el regreso a Nueva York para un enfrentamiento con Bullseye que, pese a su insólito enfoque –con el héroe y el villano intercambiando sus disfraces-, supone un insípido cierre para una etapa que finalizaría en Daredevil #291.

A pesar de un tramo inicial un tanto titubeante y una parte final algo decepcionante, la etapa de Ann Nocenti en Daredevil es por méritos propios una de las mejores épocas del personaje, injustamente tratada en términos generales. La cuidada reedición de Panini en el sello Marvel Heroes supone una oportunidad de oro para reparar dicho error.


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