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Hellblazer: marca de prestigio

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 23/02/2011
La Atalaya del Vigía

Es curioso cómo a veces uno da algo por sentado sin reparar en lo excepcional de lo mismo. Colocando en la estantería la más reciente de entrega de Hellblazer, servidor cayó en la cuenta de dos cosas evidentes como si fuese la primera vez. Una, que las crónicas de John Constantine ya poseen una longitud considerable. Dos, que la lista de nombres propios responsables de las mismas aglutina una alineación de talentos que supera de largo a los de cualquier otra serie del mercado.

Cuando en 1985 Alan Moore, John Totleben y Stephen Bissette crearon al personaje como un secundario de La Cosa del Pantano, su intención inicial no iba más allá de la gracia que les hacia tener a un personaje con el aspecto de Sting. Sin embargo, Constantine pronto cobró vida propia, dotado de un carisma, una picaresca y un lado oscuro capaces de eclipsar al protagonista. El personaje tenía potencial y a cada aparición los lectores siempre se quedaban con ganas de más, con lo que darle serie propia era inevitable.

El nº 1 de Hellblazer apareció en Enero de 1988. Ante la negativa de Moore de hacerse cargo de la serie, la editora Karen Berger tomo una decisión que acabaría por convertirse en una norma del futuro sello Vertigo: arriesgarse buscando a un joven autor con talento aún por explotar, lleno de ideas originales y/o atrevidas y con un enfoque adulto. Así, Hellblazer pasó a convertirse en una suerte de campo de pruebas donde jóvenes guionista británicos desarrollaban sus mejores ideas y adquirían una reputación que les permitiría establecerse en el mercado USA. Jamie Delano (números 1-40 y varios especiales y miniseries), Garth Ennis (41-83) y Paul Jenkins (89-128) forjaron su reputación gracias al mago mas sinvergüenza que la ficción ha conocido. Una labor que les permitiría desarrollar obras tan notables como Animal Man, Predicador, Hitman o Los Inhumanos entre otras.

Posteriormente la serie variaría ligeramente ese enfoque, atrayendo los servicios de nombres ya conocidos que apuntalaban su prestigio añadiendo la serie a su curriculum y abriendo el perfil a autores de otras latitudes. Warren Ellis (134-143), Brian Azzarello (146-174), Mike Carey (175-215), la novelista Denise Mina (216-228), Andy Diggle (230-249) o Peter Milligan (251- presente) son los más destacados. Responsables ni más ni menos que de obras como Planetary, 100 Balas, Lucifer, Los Perdedores o X-Statix por citar sólo algunos ilustres ejemplos. Prueba evidente de la elevada calidad global de la cabecera, incluso los siempre denostados números de relleno -lugar habitual para trabajos de segunda- corren a cuenta de gente del nivel de Grant Morrison (25-26), Neil Gaiman (27), Eddie Campbell (85-88), Darko Macan (144-145) o Jason Aaron (246-246).
Siguiendo la política de Vertigo de primar al guionista sobre el dibujante, en el aspecto gráfico Hellblazer ha gozado de una notoriedad mucho menor. Sin embargo, incluso ahí atesora un destacado nivel medio, aglutinando a autores para los que la serie supuso en muchos casos su trampolín a primera fila. John Ridway, Richard Piers Rayner (Camino a Perdición), Mark Buckingham (Fábulas), Steve Pugh (Animal Man), Will Simpson, Steve Dillon (Predicador), Sean Phillips (Criminal), Charles Adlard (Los Muertos Vivientes), John Higgins (War Story), Marcelo Frusin (Loveless), Leonardo Manco y Giuseppe Camuncoli han sido/son los principales talentos gráficos, secundados ocasionalmente por pesos pesados como David Lloyd, Dave McKean, Richard Corben o Simon Bisley entre otros.

Pese a algún inevitable tropiezo (la etapa de Jenkins, sin ser mala, no es especialmente memorable, Mina no supo tomarle el pulso al personaje y Azzarello irritó a muchos con su versión extrema del mismo), con semejante trayectoria no es extraño que Hellblazer sea garantía de buena lectura y que se haya convertido en la única serie Vertigo a punto de alcanzar los 300 números de existencia (ni sumando los cuatro volúmenes de Swamp Thing alcanza). Desde aquí sólo podemos pedir que dure.


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