Paternidad en viñetas
“¿Cómo? ¡¿Qué Batman es padre?!” Seguramente esto es lo primero que le vendría a la cabeza al lector ocasional que haya echado un vistazo al reciente recopilatorio de la etapa de Grant Morrison. No es el único caso. Lobezno y Hulk son algunos de los héroes que en tiempos recientes se han visto sorprendidos con una paternidad inesperada. Incluso Bendis y Romita Jr han utilizado este recurso para lanzar la primera saga de sus Vengadores, enfrentando a éstos con sus díscolos retoños del futuro.
Dentro del cómic más comercial, el de la paternidad es un tema casi tabú. Y más si se trata de superhéroes. Al igual que sucede con el paso del tiempo o con las facetas más ordinarias de la vida, este tipo de historias suelen ser generalmente ignoradas. Que un personaje crezca, tenga hijos y éstos acaben por sustituirle es un proceso que cambia enormemente el status quo del personaje. Algo que puede chocar frontalmente con las posibilidades comerciales del mismo, minando su permanencia. De la misma manera que los superhéroes no envejecen porque a ningún lector le interesa verlos con achaques, no pueden ser padres porque no interesa verles preocupados por si el niño no hace los deberes, discuten por las notas o se echan un novio/a poco recomendable. Tales experiencias suelen quedar relegadas a proyectos especiales tipo What if y Elseworlds o al socorrido recurso de las realidades alternativas. Los lectores –en su mayoría adolescentes o adultos jóvenes- disfrutan este tipo de historias siempre y cuando al mes que viene puedan volver a lo ya conocido. Y los editores son conscientes de ello. Ya se sabe: si una cosa funciona, no la cambies, pues podrías matar a la gallina de los huevos de oro. Así, incluso casos como el de los 4 Fantásticos, donde la presencia de Franklyn y Valeria es notable, el tema de los hijos de los protagonistas es algo que sencillamente está ahí pero conviene no tocar demasiado (aunque recientemente Mark Millar y Jonathan Hickman parecen empeñados en cambiar eso). Y mejor que a nadie se le ocurra mencionar que pasóp con el bebe que Peter Parker y Mary Jane esperaban a finales de los 90, perdido en algún rincón del limbo editorial. Lo cual es una pena, ya que éste es un tema que puede dar mucho de sí si se trata de la manera adecuada. Ya en las raíces del género superheroico (Lee Falk y su The Phantom), en sus máximos exponentes (Watchmen) o en las mejores sublimaciones del mismo (Los Increíbles) se hace de la relación de padres e hijos la razón de su existencia. En este este sentido, DC le gana ampliamente la partida a Marvel gracias a títulos como Starman o JSA. Sóidas series donde la madurez, el paso del legado y la interacción entre progenitores y retoños conforman el pilar fundamental de sus argumentos.
Mientras que DC ha conseguido (no sin algunos tropiezos) integrar satisfactoriamente el concepto de legado entre sus características intrínsecas, en Marvel este tema suele ser algo molesto para la caducidad de los personajes. Por eso, o bien es eliminado de cuajo – caso de Gennis-Vell, hijo y sucesor del Capitán Marvel- o bien queda relegado fuera de la continuidad. En este último aspecto destacan títulos como Spidergirl, GeNext (a cargo de Chris Claremont) o lujosos What if como X-Men: el Fin o La Ultima Historia de los Vengadores (una olvidada joya a cargo de Peter David y Ariel Olivetti). Dentro de la continuidad, sólo cuando se recurre a personajes de nuevo cuño y/o semidesconocidos (Runaways, Jóvenes Vengadores) parecen hacerse bien las cosas. El irregular tratamiento de Daken –el hijo de Lobezno- hace que no acabe de despegar pese a todo su potencial mientras que en el caso de Hulk, su repentina triple paternidad (Skaar, Hiro-Kala y Lyra) viene a ser el equivalente es este tema al de un elefante en una cacharrería. Cuanta diferencia con el partido que Morrison le está sacando a Damian Wayne. Ahí se demuestra que sóo es cuestión de adoptar el enfoque correcto.
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