Batman y Morrison: equilibrios con fuego.
Cuando hace ya cuatro años DC encomendó a Grant Morrison las riendas de su principal icono, estaba claro que el resultado iba a ser como mínimo diferente. Las anteriores ocasiones en las que guionista y personaje habían coincidido eran pocas, pero memorables (Arkham Asylum, Gótico, su etapa en JLA), si bien nada podía preparar al lector para el camino que el escocés había decidió seguir.
El guionista empezó con fuerza al presentar a Damian Wayne, hijo de Batman y la villana Talia (oficializando así un cabo suelto –Batman: el Hijo del Demonio- que nadie había querido o podido recuperar). El diabólico infante, digno heredero de Ra´s Al Ghul, fue una sorpresa mayúscula. Sin embargo, era sólo la punta del iceberg. Aprovechando el enésimo reseteo editorial (Crisis Infinita), Morrison trazó un ambicioso plan cuya base residía en una de las etapas más olvidadas y denostadas del personaje.
Allá en los años 50, debido a la pérdida de popularidad de los superhéroes y a las discutibles teorías del psiquiatra Fredric Wertham el personaje de Batman pasó por una etapa en la que se le privó de su condición de solitario para dotarle de toda una familia de personajes (Batwoman, Batmito) y se intentó cambiarle de género con historias de ciencia ficción llenas de alienígenas, viajes temporales y toda clase de monstruos. A ello añádase un enfoque decididamente infantil –incluso para la época- y tenemos un Batman al que muchos prefieren no recordar. El reto que Morrison se había propuesto era integrar dicha etapa en la continuidad actual de forma lógica, manteniendo un retrato maduro del personaje pero sin renunciar a la psicodelia de aquellas historias. Una patata caliente que fácilmente podía explotarle en la cara y a la que no daríamos crédito si viniese de otro autor. Sin embargo Morrison es mucho Morrison y más estando acompañado por dibujantes como Andy Kubert y JH Williams. Incidiendo en el retrato que había hecho de éste en JLA, un Batman mas superhéroe que detective hacía frente a una trama de hombres murciélago impostores y un romance con la exótica Jezebel Jet mientras poco a poco iban saliendo conceptos como los Archivos Negros, un experimento de privación sensorial realizado años atrás o una organización criminal llamada el Guante Negro. Piezas de un puzzle enloquecido que iba encajando en una retorcida intriga donde cualquier cosa podía pasar. Que Morrison lograse combinar elementos tan contrapuestos como Batmito o el Batman de Zur-en-arrh en una milimétrica historia de intriga y suspense dotando al conjunto de una sólida lógica es toda una proeza. Un increíble ejercicio de malabarismo sobre la línea que separa lo sublime de lo ridículo como quizás solo el Peter Milligan de X-Statix ha sabido hacerlo.
Batman RIP (ilustrada por Tony Daniel) fue el culmen a esta primera etapa que concluía con otro giro inesperado: la muerte del protagonista y la aparición de un nuevo dúo dinámico, con Nightwing tomando el papel de Batman y el arrogante Damian como nuevo Robin. Las aventuras de esta peculiar pareja siguieron gozando de esa insólita mezcla entre delirio excéntrico y sobriedad adornada por espectaculares escenas de acción a cargo de un destacado plantel de dibujantes (Frank Quitely, Cameron Stewart, Frazer Irving). Como si se tratase de un film de Christopher Nolan protagonizado por Adam West, el trabajo de Morrison es una mezcla que no puede funcionar, no debe funcionar. Y sin embargo funciona. Tras el inevitable regreso de Bruce Wayne, el escocés prepara una nueva vuelta de tuerca con su Batman Inc, donde convierte al hombre murciélago en cabeza de su propia organización internacional de justicieros. ¿Se arriesga el guionista a pervertir al personaje hasta hacerlo irreconocible? Quizás, pero visto lo visto uno ya es capaz de creerse lo que sea.
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