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Spiderman de Todd McFarlane: Impacto Arácnido

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 16/04/2014

Al calor del estreno de la nueva película del Hombre Araña, Panini recupera el Spiderman de Todd McFarlane. Una etapa singular en la historia del personaje que dejó una profunda huella tanto en el género como en la industria del cómic USA. Para bien y para mal.

A finales de los años 80, el cómic de superheroes pasaba por un momento inusual. La renovación del género hacia temáticas y estilos más adultos, el culto alrededor del los autores por encima de los personajes y un replanteamiento del modelo editorial y su comercialización formaron un cóctel explosivo de múltiples y muy distintas consecuencias. Una coyuntura que lanzó a un joven dibujante canadiense llamado Todd McFarlane.

La llegada de Todd McFarlane a Amazing Spider-Man trajo consigo la vuelta del traje clásico y la creación de uno de los villanos más populares del personaje, Veneno


Fogueado en DC (Infinity Inc, Batman: Año Dos) y el Hulk de Peter David, fue su labor en Amazing Spiderman lo que le convirtió en estrella. Con el veterano David Micheline a los guiones, McFarlane debutó justo para hacerse cargo del nº 300. Un número especial donde hacia su primera aparición el villano Veneno y Spiderman abandonaba el traje negro para recuperar su vestimenta original. Pero no fueron esos detalles los que llamaron la atención de los lectores, sino la labor de su dibujante. Los lápices de McFarlane desprendían una potencia que parecía salirse de la página. Dejando de lado los patrones gráficos fijados por Steve Ditko y John Romita, Spiderman y sus secundarios se vieron sometidos a una estética recargada y llena de detalles. Los ojos de la máscara se volvieron más grandes y expresivos, las telarañas se llenaron de grumos y las posturas en las que Spiderman se balanceaba se hicieron más intricadas y forzadas. Mary Jane se mostraba más exuberante y exhibicionista que nunca y los villanos se volvieron más salvajes, más deformes y menos humanos.

Nuevo diseño para el héroe, villanos más siniestros y deformes y una Mary Jane mucho más exuberante y exhibicionista son señas de identidad del dibujante


La labor de Micheline centrándose en la vida de los entonces recién casados Peter y Mary Jane (con tramas como la del acosador millonario de la pelirroja, la relación de la tía May con el jubilado Nathan Lubenski ó Peter retomando sus estudios de doctorado) pronto acabaron pasando a segundo plano ante el despliegue gráfico de McFarlane, con tendencia a enfrentamientos cargados de intensa violencia. Poco importa que la acción carezca de fluidez narrativa, que los encuadres parezcan forzados o que los personajes adolezcan de estatismo y posturas extrañas. Los fans no pueden despegar sus ojos del cómic, que a cada entrega vendía más y más ejemplares para regocijo de la editorial.

Los lectores que recordamos esta etapa nunca podremos olvidar ese incesante y martilleante DOOM DOOM DOOM...


Convertido en el dibujante más popular del momento, tras apenas dos años McFarlane lanzó un órdago: quería el control absoluto, la etiqueta de autor completo y el aumento de beneficios que ello comporta. Las cifras de venta le daban la razón. Marvel cedió y le dio su propia serie, titulada Spiderman a secas. Una serie donde gozaba de libertad absoluta, ocupándose de todos los aspectos (dibujo, guión, entintado...) y disfrutando de papel satinado y coloreado electrónico, elementos poco frecuentes en aquel entonces. La serie se inicia con Tormento, saga de cinco números que enfrenta al protagonista con El Lagarto. Un relato deprimente y descarnado, lleno de sangre y suciedad, más propio del género de terror que del de superhéroes. Gráficamente más barroco que nunca, McFarlane se desbocó en el uso de textos de apoyo para lograr introspección psicológica, pero el resultado únicamente provoca redundancia y un dramatismo impostado. Pese a todo, los lectores respondieron y junto a una llamativa campaña de marketing (portadas alternativas, logotipos brillantes) convirtieron a Spiderman #1 en el cómic más vendido de la historia, con la friolera de tres millones de ejemplares.

La serie de McFarlane pronto se llenaría de ilustres estrellas invitadas


La posterior etapa siguió la línea de la primera saga. Historias cargadas de oscuridad y violencia (con elementos como fanatismo religioso o abuso de menores) pero con un desarrollo dramático caracterizado por su vacuidad pese a su tono grandilocuente. La aparición continua -viniera a cuento o no- de personajes con tirón comercial (Lobezno, Motorista Fantasma, X-Force...) da una idea de cómo el McFarlane empresario primaba sobre el autor. Un talante que, pese a su ventajosa posición, le llevaría a dejar la serie y la editorial tras apenas dieciséis números para embarcarse en la creación de Image. Pero esa es otra historia. Lo que le quedó a Spiderman fueron unas cifras que había que mantener a cualquier precio, a costa de entrar en un limbo creativo del que solo saldría en el S. XXI gracias a J.M. Straczynski. Con todos sus defectos el Spiderman de McFarlane tenía personalidad y supo lograr un impacto que nunca más ha vuelto a producirse. Algo que le garantiza, pese a quien pese, un lugar destacado en la historia del personaje.


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