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La Cosa del Pantano: Las raíces de la renovación

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 07/05/2014
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La nueva edición de la etapa de La Cosa del Pantano escrita por Alan Moore recupera el trabajo que puso a su autor en el mapa internacional y abrió una serie de caminos en la narración gráfica cuya influencia aún es rastreable actualmente.

Pero todo eso vino después. Cuando Moore debutó en el cómic USA con The Saga of Swamp Thing #20 la cabecera no era precisamente un éxito. Creado en 1971 por Lein Wein y Bernie Wrigthson, el personaje se mantenía a duras penas. Tras un primer número donde se limitó a cerrar los cabos sueltos del anterior guionista, Moore sorprendió a propios y extraños con La Lección de Anatomía (#21). En apenas 22 páginas, el guión diseccionaba -en todos los sentidos del término- al protagonista, cambiando completamente todo lo que sabíamos de él. Alec Holland, el desafortunado científico transformado en un monstruo vegetal, nunca fue tal. En realidad la Cosa del Pantano era un ente vegetal que había absorbido la conciencia del científico muerto. Una historia de suspense, terror y sofisticada narrativa que lanzaba la serie a un terreno completamente nuevo.

La llegada de Alan Moore a la colección supuso una revolución del medio


Tras semejante puñetazo sobre la mesa, Moore inició varias tramas pertenecientes al género del terror, tomando sus principales tópico y haciéndolos brillar bajo una nueva luz para hablar sobre toda clase de temas. Así, el trasfondo de sus argumentos incluía reflexiones sobre asuntos tan peliagudos como el maltrato infantil, la violencia de género, el peligro nuclear o el ecologismo. Un enfoque que llegó a su culmen con la saga American Gothic (#37-50) donde -con el misterioso y carismático John Constantine como guía-, el protagonista hacia frente a los principales iconos del género (vampiros, hombres lobo, zombis, fantasmas, asesinos en serie…) convenientemente renovados e integrados en una trama apocalíptica. Moore hizo extensivo dicho lavado de cara a otros personajes sobrenaturales como Demon, el Fantasma Errante, Deadman o Caín y Abel, remodelando el panteón sobrenatural de la editorial y pavimentando el camino al Neil Gaiman de The Sandman y Los libros de la Magia.

Las apariciones de nuestro bastardo favorito John Constantine le valieron colección propia y un lugar en el panteón de los mejores personajes DC


Parte fundamental de esa renovación estaba en la mano maestra del guionista para manejar el ritmo y la atmósfera, completada y potenciada por el detallismo y versatilidad de los dibujantes Stephen Bisette y John Totleben. Una poderosa combinación que hacía que prácticamente cada entrega gozase de alguna filigrana narrativa (saltos temporales, puntos de vista múltiples, planos secuencia, narración subjetiva, el episodio “azul”) por la que el “cómo” era tan importante como el “qué”. El trío Moore-Bisette-Totleben incluso se atrevió a forzar los límites de la narración gráfica con experimentos como el primer encuentro lisérgico-sexual entre el protagonista y su pareja (#34) o el alucinante y alucinado episodio donde el protagonista es “violado” (sic) (#60) por una nave espacial.

La otra gran baza de esta etapa fue el retrato de sus personajes: el protagonista y su búsqueda de una identidad propia, paralela al descubrimiento de su nueva naturaleza y habilidades; la dulce personalidad de Abigail Arcane en lucha contra los horrores (sobrenaturales y mundanos) que la rodean, el emotivo romance entre ambos; la picardía y el ingenio de John Constantine, que pronto le aseguró una larga y exitosa serie propia; la retorcida crueldad del villano Anton Arcane… incluso el personaje más episódico desprendía una personalidad propia y detallada. En este sentido conviene destacar el encuentro con Batman (#52 y 53) o la saga ambientada en el espacio (#55-62) junto a personajes como Adam Strange, los Green Lantern Corps o Metron, a los que Moore añadió interesantes matices e integró sin fisuras en la trama. Porque, pese a gozar de independencia creativa, en todo momento sus historias estaban en perfecta consonancia con la continuidad de DC.

La serie se encontraba fuertemente enmarcada en la continuidad DC como atestiguan las apariciones de Batman, los Green Lantern Corps o Adam Strange


Moore abandonó la serie en el #64 tras convertir a la misma en un canon a hora de realizar cómics. Un trabajo que, sin gozar de la popularidad o reconocimiento de Watchmen y V de vendetta, tiene poco o nada que envidiarles en calidad y hallazgos creativos. Una etapa que sembró las semillas –nunca mejor dicho- de la futura línea Vértigo, propició el desembarco de guionistas británicos en el cómic USA –Gaiman, Morrison, Milligan, Delano, Ennis…- y marcó para siempre todas las posteriores aproximaciones al personaje. Una lectura imprescindible que, como el buen vino, incluso mejora con los años.


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