Es la hora del predicador
A Daniel González Sánchez, por presentarme a Jesse Custer.
Recién completada su edición de The Sandman ECC recupera Predicador. Involuntariamente o no, se repite así un relevo entre ambas cabeceras similar al efectuado en la línea Vértigo en el momento de la primera aparición de ambos títulos. Dos series punteras con elementos comunes pero que no podrían ser más distintas.
Predicador supuso la consagración de Garth Ennis y Steve Dillon, jóvenes autores bregados en el cómic británico -la imprescindible cabecera 2000 AD- y transportados al cómic USA por DC mediante una de las mejores etapas de Hellblazer. Su labor como cronistas de John Constantine puede verse en perspectiva como un ensayo de lo que estaba por venir. Un proyecto mucho más personal donde volcaron su visión del mundo, sus obsesiones vitales y la mayor cantidad posible de atrocidades, obscenidades, lenguaje soez y humor negro.
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La irrupción del sobrenatural Génesis en su vida llevará a Jesse Custer a iniciar la búsqueda del mismo Dios para pedirle cuentas por el abandono de la humanidad |
Predicador presenta a Jesse Custer, predicador de una pequeña localidad de Texas, que es poseído por Génesis, un ente sobrenatural mitad ángel mitad demonio. Dotado del poder de la palabra (cualquiera que le escuche debe obedecer sus órdenes sin resistencia posible), Jesse descubre que Dios se ha marchado abandonando la creación a su suerte. Dispuesto a pedirle cuentas al creador, emprende un viaje por Norteamérica acompañado por su ex-novia Tulip y Cassidy, un pendenciero vampiro irlandés. En su camino se cruzarán emisarios celestiales, un viejo cowboy –el Santo de los Asesinos- convertido en el Ángel de la Muerte, una organización religiosa que aspira a controlar al mundo, un fan desfigurado de Kurt Cobain, un descendiente retrasado de Jesucristo, asesinos en serie, pervertidos sexuales y toda clase de gente de mal vivir.
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El Santo de los Asesinos perseguirá incansablemente a nuestros protagonistas mientras nos recuerda salvajemente al Clint Eastwood de Sin Perdón |
El retrato que hace la serie de los EE.UU. denota la condición foránea de sus autores. No les interesa plasmar una Norteamérica real, sino esa América mítica tanto en sus luces como en sus sombras. El western es una de sus grandes influencias, marcando tanto los decorados donde transcurre la acción –esas carreteras del medio oeste, la localidad de Monument Valley, la misión de El Álamo- como a los personajes. Por eso, Jesse tiene como amigo imaginario/guía espiritual al fantasma de John Wayne mientras el Santo de los Asesinos recuerda al Clint Eastwood de El Jinete Pálido (1985) y Sin Perdón (1992). Asimismo, Ennis y Dillon bucean en la memoria colectiva del país –la guerra de Vietnam, mediante flashbacks protagonizados por el padre del protagonista- y se internan en el american gothic a través de sheriffs racistas, montañeses sin escrúpulos, fanáticos religiosos intolerantes, redes de pornografía o tiránicos caudillos rurales.
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Garth Ennis brilla en el desarrollo de personajes de la serie |
Pero el argumento no es la estrella. La verdadera baza de la serie está en su desarrollo de personajes, rebosantes de carisma y diálogos gloriosos. Los momentos donde dos o más se juntan en la barra de un bar para discutir cerveza en mano sobre lo divino y lo humano, la moralidad de sus actos, el estado de su relación, si Laurel y Hardy son mejores que Charles Chaplin o si los piercings son para capullos (sic) se repiten dejando siempre al menos un instante memorable. Tanto o más que las escenas de extrema violencia que salpican el relato tamizadas por un perverso humor. Destacan por méritos propios los tres protagonistas, cuya personalidad perfectamente definida contiene aristas y traumáticos secretos que van alterando su relación a lo largo de la trama.
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La extrema y gráfica violencia es seña de identidad del título |
Muchos han acusado al dibujo de esquemático y de repetitivo en su fisonomía de los personajes. Pero esos detractores no suelen reparar en que la claridad expositiva y el ritmo de la serie vienen en buena parte por la narrativa de Dillon, que dota a los guiones de la rapidez e impacto de un puñetazo en la cara. La sobriedad del trazo supone además el perfecto contrapunto a la tendencia al exceso de la historia. Una combinación que potencia lo mejor de ambos y cuya ausencia se nota en las ocasionales incursiones de dibujante invitados como Carlos Ezquerra, Steve Pugh o Peter Snejbejerg. Las portadas a cargo de Glenn Fabry merecen mención aparte por reproducir esa combinación de lirismo y contundencia que caracteriza a la propia serie.
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Glenn Fabry se convirtió en el portadista oficial de Predicador, dejándonos verdaderas joyas de la composición |
Planificada como una serie cerrada de sesenta y seis números –a los que se añaden una miniserie y cinco especiales desarrollando el reparto de secundarios- Predicador sigue siendo la obra más redonda de Ennis. Un trabajo que resiste estupendamente el paso del tiempo y cuyas circunstancias creativas hacen muy difícil su trasvase a otros medios -pese a repetidos intentos de demostrar lo contrario-. Como si le hiciese falta.
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