Lobezno y el origen de nunca acabar
La conclusión de Lobezno: Origen II a cargo de Kieron Gillen y Adam Kubert supone una (otra) muesca más en una larga sucesión de intentos por descubrir el pasado de uno de los personajes más populares de Marvel. Una empresa que, a estas alturas, ya posee un carácter utópico. Y no por falta de ganas y/o talento, sino por los imperativos comerciales asociados a dicha empresa.
Desde su aparición en el emblemático Giant Size X-Men #1, Lobezno fue escalando rápidamente posiciones entre los lectores. El apego de John Byrne hacia el mutante canadiense y el trabajo de definición realizado por Chris Claremont a lo largo de los años dieron como resultado un personaje capaz de rivalizar en popularidad con los pesos pesados de la editorial. Pero Lobezno poseía el valor añadido del misterio casi absoluto sobre su persona. Algo que unido a su dilatada longevidad aumentaba sus posibilidades dramáticas y argumentales, permitiendo colocar al personaje en multitud de situaciones y escenarios según las necesidades del guión. Claremont era plenamente consciente de ello, administrando cuidadosamente cada revelación -su pasado en Japón, su participación en la IIª Guerra Mundial, su rivalidad con Dientes de Sable, su posible parentesco- sabedor de que cuanto menos contase más interés mostraban los lectores.
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A pesar de lo complicado de su origen, elementos como su antagonismo con Dientes de Sable parecen escritos a fuegos en la historia de Lobezno |
Tras la marcha de Claremont eso cambio. Barry Windsor-Smith fue el encargado de aclarar el principal misterio sobre el personaje en el serial Arma-X. Demostrando una pericia insólita para un guionista debutante, Windsor-Smith consiguió lo imposible: narrar el experimento que dotó a Logan de su adamantium pero manteniendo e incluso aumentando el enigma en torno al mismo. Una historia más cercana al género de terror que al de los superhéroes, con una calculada ambigüedad narrativa y un prodigioso despliegue de narrativa secuencial que dejaba más preguntas que respuestas.
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Barry Windsor-Smith presentó en Arma-X un relato de génesis más cercano al horror que al cómic de superhéroes |
Desgraciadamente, sus sucesores no tuvieron la misma fortuna. Jim Lee, líder de facto de la franquicia mutante tras la marcha de Claremont, decidió que Logan y su pasado eran demasiado buenos como para desperdiciarlos. Por ello, empezó a añadir a la cronología elementos como Maverick, Rojo Omega o el Equipo-X. El misterio sobre Lobezno había pasado de ser un comodín argumental a ser un factor comercial, prometiendo al lector unas respuestas que jamás llegaban. Una pauta que marcaria toda la posterior trayectoria del protagonista.
En la colección regular del personaje Larry Hama intentó encajar las piezas legadas por sus predecesores de forma ordenada. Pese a sus loables intentos de coherencia el resultado acabó siendo un caos de nuevos y viejos personajes (John Wraith, los androides Shiva, Mística, Masacre) encajados a la fuerza en la continuidad. Esta última se convirtió en un resbaladizo terreno plagado de amnesia, falsos recuerdos e historias cuya veracidad nunca quedaba clara.
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Marvel intentó tomar la delantera a Hollywood con la miniserie Origen |
Y en estas llegó Hollywood. El éxito de los films de X-Men y el espléndido trabajo de Hugh Jackman pusieron en un brete a la editorial: si no contaban el origen del personaje Hollywood les tomaría la delantera, condicionando los cómics. Paul Jenkins y un espectacular Andy Kubert fueron los responsables de solucionar dicho trámite con la miniserie Lobezno: Origen. Jenkins proporcionó exactamente lo que los editores habían pedido, desvelando el origen de Logan, su verdadero nombre, su familia, su infancia, su primer amor… pero todas esas revelaciones no lograban conectar de forma satisfactoria con el propio personaje y su trayectoria argumental. El resultado fue decepcionante a ojos de muchos, pues las incógnitas más interesantes seguían sin respuesta.
Consciente de ello, Marvel lanzaría la serie regular Lobezno: Orígenes, a cargo de Daniel Way, con vistas a aclarar definitivamente la historia del personaje. Pero ni la pericia del guionista estaba a la altura ni la editorial le permitió actuar con la libertad necesaria, realizando en paralelo historias como Evolución que alteraban lo narrado. El resultado fue otro mecánico desfile de personajes –Daken, Rómulo, el Soldado de Invierno- estirado de forma agónica e insatisfactoria. Posteriores aportaciones como miniserie La Primera Patrulla-X de Neal Adams incluso se saltaban sin sonrojo la continuidad de un origen que se había convertido exclusivamente en un descarado cebo comercial. Lobezo: Origen II sigue esa línea, mostrando una faceta del pasado del personaje –el inicio de su rivalidad con Dientes de Sable- pero siempre con vistas a poder vender futuras continuaciones. Es una lástima que –con la excepción de Jason Aaron- los guionistas actuales parezcan no saber cómo tratar al personaje sin verse condicionados por un pasado que hace tiempo dejó de ser virtud para convertirse en molestia.
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