El baile de las numeraciones
Se ha convertido en algo habitual en Marvel alterar las numeraciones de las series más longevas. Por supuesto la razón de tal baile de números obedece a maniobras de marketing editorial pero ¿Qué queda en lo creativo?
Incluso aunque para muchos es el nombre de los autores –tanto o más que el de los personajes- el que motiva la compra de una serie y pese al cada vez más importante mercado de los tomos recopilatorios, las numeraciones elevadas son un arma de doble filo. Por un lado cuesta convencer a un lector que se sume a una serie en su número 78, 147 o 329 (no digamos ya intentar enganchar a un neófito), motivo por el cual cada X años la cabecera se renueva mediante la etiqueta de “Nuevo Volumen”. Pocas series superaron los excesos comerciales de los años 90 manteniendo integra su numeración. A bote pronto y salvo olvido solo Action Comics y Detective Comics en DC y Uncanny X-Men en Marvel.
Pero por otra parte la publicación de una cabecera con el nº 200, 500 o 600 tiene una solemnidad y trascendencia demasiado buenas para no aprovecharlas. Por esto último, en los últimos años Marvel ha aprovechado la notoriedad que suponía alcanzar cifras tan elevadas para restituir la numeración original de buena parte de sus series. Nada que objetar si no fuese porque en los últimos meses varias de esas cabeceras “restituidas” acaban de volver a ser renumeradas con un flamante nº 1, forzando a los autores a variar en muchos casos sus planes. Y yo me pregunto ¿Es seria semejante maniobra? Difícil que lo sea en un periodo de tiempo tan corto. Sin embargo causas ajenas obligan. Véanse los recientes casos de Thor y Capitán América debido a sus respectivos estrenos cinematográficos. ¿Alguien se atreve a apostar si las recientes 6 centurias de Amazing Spiderman sobrevivirán a la nueva versión fílmica? Claro que más llamativo y discutible es el caso de las numeraciones ajenas. Tal maniobra no es nueva, como ya demostraron en los años 60 series genéricas como Journey in to the Mistery, Tales to Astonish o Strange Tales, retituladas como Thor, Increible Hulk y Dr. Strange. Aquello tenía sentido, pues el protagonismo cada vez más exclusivo de dichos personajes en las citadas series prácticamente obligaba a ello. Sin embargo en la última década se ha vivido un curioso fenómeno según el cual un personaje hereda una cabecera y una numeración con la que no tienen lazo alguno. A veces el experimento tiene éxito (el X-Force de Milligan y Allred) y otras fracasa miserablemente (Thunderbolts de John Arcudi y Francisco Velasco). La Marvel más reciente tiene los casos de Increible Hercules -heredada de Increible Hulk en su 113- y Pantera negra -superpuesta a Daredevil (¿?) con un… ¡513!-. El devenir de estas series suscita varias cuestiones interesantes. Es difícil entender por qué recurrir a una numeración tan elevada –y que ni siquiera es una cifra redonda- para relanzar a un personaje en lugar de aportar por una nueva colección. La cosa se torna aún más extravagante cuando varias de esas cabeceras prestadas terminan por dar pie a otras series con nueva numeración (X-Statix, Increible Hercules). ¿Acaso existe algún imperativo legal y/o editorial que desconozcamos por el que se debe mantener una cabecera? De no ser así el asunto suena más a gratuito que a otra cosa. Pero el caso es que esas series han conseguido hacerse con su público y los resultados –caso de Hercules- son excelentes. La razón es el gran trabajo de los autores demostrando que son ellos, y no la numeración, lo que hace prevalecer al título en cuestión. Pero pese a las molestias –creativas y organizativas- más vale tomárselo con humor. Solo así, a modo de autoparodia, uno puede entender que Masacre sea capaz de estrenar una serie (Deadpool Team-up) por su nº 900 y sea cancelada en su nº 883. Mientras ello no afecte a la calidad de las historias ¿Acaso importa?
|
|
|