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La Atalaya del Vigía Comic Digital
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La Casta de los Metabarones: Fantasía espacial heroica

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 03/09/2014
La Atalaya del Vigía

La publicación del nuevo álbum de Castaka devuelve a la actualidad a La Casta de los Metabarones, una de las sagas de ciencia ficción más interesantes del cómic europeo a la altura de hitos del género franco-belga como Valerian o El Incal. La referencia a esta última no es baladí, puesto que fue en sus páginas donde se encuentra el origen del título que nos ocupa.

De entre los excéntricos personajes creados por Alejandro Jodorowsky y Moebius para acompañar a John DiFool en sus alucinantes (y alucinadas) aventuras espaciales, uno de los más interesantes era el Metabarón. Conocido en todo el universo como el guerrero más temible que jamás haya existido, este anónimo cazarrecompensas mercenario acabó por eclipsar en popularidad al propio protagonista. Por esa razón, los autores acabaron dedicándole una historia corta narrando su origen en el álbum Les Mystères de l’incal (inédito en España). Aquello solo consiguió avivar el interés, convirtiéndose en la semilla de algo mucho más grande.

Los compromisos de Moebius permitieron a Juan Giménez convertirse en el dibujante oficial de esta brutal epopeya espacial


Hacia 1998 Jodorowsky decidió recuperar el personaje y expandir su historia en forma de una ambiciosa saga. Con Moebius ocupado en otros proyectos, el apartado gráfico fue confiado al argentino Juan Giménez. Tomando aquella historia corta como punto de partida, Jodorowsky planteó La Casta de los Metabarones como una ambiciosa saga centrada en el árbol genealógico del Metabarón. Cada entrega estaría protagonizada por uno de sus ancestros hasta llegar a Sin Nombre, el actual metabarón.

Los Metabarones son una de las más poderosas y temidas castas del universo, regidos por una férrea disciplina física y mental llamada Bushitaka y la sangrienta tradición de matar en combate al propio padre para reclamar su título


Mezclando fantasía heroica con space opera, tragedia griega con tradición oriental y grandes escenas de acción con mística intimista, el polifacético guionista de origen chileno narra la historia de una estirpe gloriosa y maldita a partes iguales. Regidos por una férrea disciplina física y mental llamada Bushitaka y convertidos a su pesar en una fuerza fundamental para el imperio galáctico, la historia de los distintos metabarones (Othon, Agnar, Cabeza de Hierro, Aghora) y sus respectivas parejas (Honorata, Oda, Vicenta) acaba viéndose marcada por traiciones, intrigas políticas, incesto, mutilaciones y la sangrienta tradición de matar en combate al propio progenitor para poder reclamar su título. Una historia narrada en diferido por Lothar y Tonto (sic), los androides sirvientes de una estirpe y responsables de los puntuales momentos de humor, que culmina con la forja del guerrero más poderoso de todos los tiempos. Pese a lo dispar de sus elementos, lo cierto es que a la hora de contar su épica saga cósmica Jodorowsky no puede ocultar la influencia de Dune, novela de Frank Herbert que él mismo intentó llevar (sin éxito) al cine veinte años atrás. De ella recicla varias de sus ideas argumentales -la substancia Epifita, la hermandad de las Shabda-Oud, el retrato mesiánico del protagonista- y estéticas.

El grado de detallismo de los diseños de Giménez tiene su origen en su pasado como diseñador industrial


En este último apartado resulta crucial el trabajo de Juan Giménez, facturando página tras página de magníficas ilustraciones a nivel visual y narrativo. Dotado de una estética menos experimental que la de Moebius, el dibujante argentino sabe tomarle la medida a las diferentes facetas del guión, desenvolviéndose igual de bien en épicas escenas de batallas multitudinarias en el espacio como narrando un momento de intimidad o introspección de los protagonistas. Sacando partido de su experiencia previa como diseñador industrial, Giménez llena las páginas de edificios, naves, armas y maquinaria, cargando cada viñeta de incontables detalles pero sin entorpecer el sentido o el ritmo de la lectura. Asimismo el color, realizado con acuarelas por el propio dibujante, otorga al resultado final una contundencia visual imposible de obviar.

El paso de Travis Charest por la saga no fue todo lo glorioso que debería haber sido


Finalizada tras ocho volúmenes, el éxito de la serie llevó a su inevitable continuación con resultados dispares. Mientras trabajaba con Giménez en las últimas entregas, Jodorowsky comenzó una nueva serie narrando las aventuras del actual Metabarón dibujada por Travis Charest (WildC.A.T.S). Pero la poca profesionalidad del dibujante hizo que la serie terminase antes siquiera de empezar. El resultado tras ocho años de espera fue un único álbum (Las Armas del Metabarón) que para mayor burla solo estaba ilustrado parcialmente por Charest, siendo completado por Zoran Janjetov (Los Tecnopadres). Mucho más interesante fue Castaka, precuela sobre la dinastía previa al linaje de los metabarones dibujada por el gallego Das Pastoras.

Editada en España por Norma Editorial y Random House, la franquicia de los metabarones supone uno de los trabajos más sólidos y menos “experimentales” de su guionista. El impresionante apartado gráfico solo es la guinda del pastel de una obra imprescindible para los amantes de la ciencia ficción pura y dura.


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