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Batman: Asilo Arkham – Purgatorio Comic Digital

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Batman: Asilo Arkham – Purgatorio

Un lugar diabólico en un mundo sensato

Un artículo de Javier Jiménez Jiménez - Introducido el 27/11/2014

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Tengo que reconocer que simplemente leyendo el título Batman: Asilo Arkham –o Arkham Asylum para aquellos que descubrimos la obra maestra en su edición Zinco- un escalofría recorre el hemisferio comiquero de mi cerebro. La enorme y definitoria obra de Grant Morrison y Dave McKean supuso toda una revolución en el mundo del cómic allá por 1989 y, desde entonces, se ha convertido en una de las lecturas obligadas y obligatorias para todos los aficionados al Caballero Oscuro. Situada en el olimpo de las lecturas indefectibles de Batman junto a La Broma Asesina, Año Uno, El Largo Halloween, Amor Loco o El Regreso del Caballero Oscuro, Asilo Arkham sumergía al héroe en la más indómita locura cuando los villanos tomaban el control del edificio y demostraban todas sus capacidades psicopáticas en un juego del gato y el ratón en el que el objetivo era la destrucción de la cordura de Bruce Wayne.

Dan Slott se pasea por el lugar más peligroso del universo DC con esta siniestra serie limitada


Perdonad por la introducción pero, como decía en el párrafo anterior, es leer Batman: Asilo Arkham –o Arkham Asylum para aq… ¿Véis lo que pasa? Todo esto venía al respecto de la obra que nos ocupa. Publicada originariamente en 2003, esta serie limitada supone uno de los poco trabajos superheroicos realizados por Dan Slott –dios absoluto de la franquicia arácnida marvelita en los últimos tiempos- para DC. Anteriormente, se había encargado de varios números de las colecciones basadas en los shows animados de la compañía (Batman Adventures, Cartoon Networks Presents, Superman Adventures, Justice League Adventures…) y, más tarde, lo haría de un arco argumental de la episódica JLA Classified. Sin embargo, pocos son los trabajos de Slott para esta editorial y, sin duda alguna, el mejor de ellos es este Asilo Arkham – Purgatorio.

Estructurada como un psicotrópico viaje al mismo corazón de la siniestra institución, el guionista nos presenta en su primer número a Warren White, el Gran Tiburón Blanco del mundo de las finanzas. White es un rico empresario culpable del mayor delito de fraude financiero de la historia de América –no olvidéis que estábamos en 2003 y aún no habíamos empezado a conocer cuantos tiburones blancos nos rodeaban- y que puede haber cometido el mayor error de su vida en su intento de evitar ingresar en prisión: declararse loco en Gotham. Y es que, como deja claro el juez a White en las primeras páginas del tomo, “en esta ciudad seguramente es mejor ser declarado culpable que loco”.

A partir de ese momento, White iniciará una bajada a los infiernos en el que le servirán de guía los internos del hospital psiquiátrico. Slott opta por sacarse de la maga un puñado de interesantes villanos entre los que destacan la siniestramente peligrosa Jane Nadie –psicópata con la capacidad de introducirse en las vidas de sus víctimas y suplantarlas-, Temblor Mortal –médium obligado a cometer atroces crímenes por las voces de los muertos-, Larva –artista del montón con siniestras conexiones demoníacas- y, sobre todo, Humpty Dumpty –colosal masa humana con la peor suerte del universo y una afición enfermiza por intentar arreglar todo lo que cree que está roto.

El guionista reserva intervenciones especiales para algunos de los más célebres villanos de Gotham


No quiere decir esto que Slott no reserve algunas apariciones para los villanos de primera fila que pululan por Arkham. Dos Caras, Killer Croc o El Acertijo -al que debéis prestar mucha atención- se pasean por las páginas de la serie limitada en magníficas intervenciones aunque, como no podía ser de otra manera, el lunático invitado más brillante es el Joker. ¿No me creéis? Esperad a ver la escena en la que White tendrá que compartir ducha con el payaso y deje caer el jabón…

Ryan Sook ilustra con maestría los guiones de Slott y confiere un tono siniestro a sus composiciones, idóneo para la macabra fábula urdida por el escritor a la que, si tuviéramos que reseñar algún fallo, sería ese giro final hacia el más puro relato de terror. Sin embargo, quizás sea otra forma del autor de ilustrar esa sumersión absoluta en la locura del protagonista, esa imparable bajada a la demencia que comienza inexorablemente al cruzar las puertas de Arkham y que culmina de manera insalvable en la destrucción de la psique y la decadencia del alma de todo aquel que atraviese su infernal umbral.


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