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¿Hace falta un multiverso Marvel?

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 07/05/2015

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El lector medio ya debería estar acostumbrado a los eventos editoriales en forma de crossover gargantuesco. Pero las inminentes Secret Wars parecen dispuestas a llevarse la palma en lo referido a envergadura. Rumores de reinicio de continuidad y creación de un nuevo universo Marvel, cruce con un universo Ultimate que parece –esta vez de verdad- próximo a su fin y una ingente acumulación de escenarios en forma de más de cuarenta enclaves basados en diferentes argumentos de la historia de la editorial convierten, independientemente de su calidad, a Secret Wars en la trama más grande, ambiciosa y compleja de la trayectoria de Marvel.


Como suele suceder en los últimos años el evento consta de una serie central de ocho entregas a cargo de Jonathan Hickman y Esac Ribic en torno a la que se organizan cruces con las series regulares en curso además de varias cabeceras creadas específicamente para explorar -¿O más bien explotar?- los recovecos de la trama principal. Una maniobra pertinente en este caso, debido la tendencia de Hickman a los argumentos enrevesados y con una larguísima extensión. No en vano el evento que nos ocupa es en realidad consecuencia de la ambiciosa historia que el guionista lleva desarrollando en Los vengadores y Nuevos vengadores durante los últimos tres años. Pero la información conocida hasta el momento incluye dos elementos que marcan una diferencia significativa frente a anteriores maniobras editoriales del estilo.


La primera es el contenido de dichos spin-off. Y es que los anuncios realizados al respecto dan a entender que, aprovechando la coyuntura del crossover, cada nueva cabecera estará ambientada en su propio subuniverso. La excusa perfecta para recuperar tramas pasadas –oficiales y alternativas- protagonizadas por personajes antiguos y nuevos en situaciones completamente distintas a las que dicta la continuidad tradicional.


Así, las miniseries paralelas revisitarán historias como El viejo Logan, Futuro Imperfecto, el universo 2099, Planeta Hulk, Weirdworld, El guantelete del infinito, Marvel Zombies, Inferno, Proyecto Exterminio, La era de Apocalipsis, Spider-Verse, La era de Ultrón e incluso la propia Secret Wars original. A ello se unen nuevas cabeceras sobre personajes como Runaways, Shang-Chi, M.O.D.O.K, el Águila fantasma, Motorista Fantasma, Thors –en plural- ó A-Force (serie protagonizada en exclusiva por superhéroinas) y títulos basados en conceptos como 1872 –una Marvel en clave western- y Ultimate End de inequívoco título. Propuestas a cargo de guionistas tan variopintos como Brian Bendis, Jason Aaron, Peter David, James Robinson, Charles Soule, Dan Abnett y Garth Ennis ilustrados por Kev Walker, Steve Pugh, Mike Deodato, Greg Land, Andrea Sorrentino, Mark Bagley ó Russ Braun entre otros.


Pese a la sobreabundante oferta –y aun quedan varias propuestas por revelar-, la premisa, los autores encargados de ejecutarla y la combinación de ambos factores parece dar pie a varias propuestas de gran interés y con potencial para sobrepasar su condición de mera pieza accesoria de un evento. Pero aquí es donde reside la segunda diferencia: cuando uno revisa la presentación de dichas cabeceras, la mayoría incluyen la etiqueta de “serie regular”. Es decir, sin un final planificado y con la intención de proseguir tras la conclusión del evento.


¿Qué supone exactamente eso último? En la presentación del evento el editor Tom Breevoort prometía que el fin de Secret Wars dejará un nuevo universo Marvel pero, al mismo tiempo, no eliminará lo anterior. Un afirmación lo suficientemente ambigua para hacer pensar que, finalizada la serie, el lector podría encontrarse no con una nueva continuidad –al estilo de DC y sus Nuevos 52-, sino con múltiples continuidades funcionando en paralelo. A largo plazo semejante maniobra engendraría más problemas que beneficios, privando a Marvel de la solida coherencia de su universo y empujándola por la vía de los periódicos reseteos en los que su principal rival lleva inmensa desde hace décadas. En medio de semejante maremágnum quedan los lectores veteranos, divididos entre el atractivo de la propuesta y el caos editorial que promete; y los novatos, incapaces de saber hacia donde mirar a la hora de subirse al barco. Tanto que pueden acabar decidiendo no hacerlo. Con un mercado que estancando, primar la cantidad sobre la calidad quizá no sea la mejor solución.


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