Dave McKean: La oscura estética de la fantasía
La publicación por parte de ECC de un volumen dedicado a recuperar algunos de sus trabajos dispersos supone la excusa perfecta para profundizar en la obra del ilustrador británico Dave McKean.
Licenciado en bellas artes, McKean siempre mostró interés por el cómic como medio narrativo y la posibilidad de combinarlo con técnicas pictóricas más allá de las habituales. El auge a mediados de los ochenta de dibujantes con idéntica filosofía como Bill Sienkiewicz, Kent Williams, John Jay Muth y George Pratt le animaron a probar suerte. Pero todas sus propuestas a obtuvieron un no rotundo. La puerta de entrada vino de un viejo amigo de sus tiempos estudiantiles. Un periodista y escritor aficionado igualmente atraído por las posibilidades del medio llamado Neil Gaiman. Compartiendo una sensibilidad idéntica por el género de la fantasía y las historias oscuras, ambos produjeron Casos Violentos para la editorial británica Escape Books. La extraña mezcla de la historia de un anciano osteópata que fue médico de Al Capone con los recuerdos de infancia del propio Gaiman llamó la atención de la crítica por lo atípico de su narración. Pero también por un dibujo donde el realismo casi fotográfico se combinaba con perspectivas cubistas y trazos minimalistas en un todo sorprendentemente coherente, redondeado por una elaborada planificación de página.
La obra tuvo la repercusión necesaria para que, poco después de su publicación, ambos autores recibieran una oferta de la norteamericana DC para ocuparse de Orquidea Negra. Una miniserie con la que relanzaron a un olvidado personaje de dicho universo dándole una pátina más sofisticada y adulta. McKean confirmó los hallazgos de Casos Violentos añadiendo un sofisticado uso de color, que combinaba paletas de colores cálidos con masas de gris y negro en un vistoso contraste, similar al que ofrecía el propio argumento.
Convertidos en la nueva revelación del cómic procedente de Gran Bretaña, Gaiman se consagraría con The Sandman, de la que McKean se responsabilizó de las portadas. En ellas McKean combinaría el dibujo tradicional con técnicas como el collage, el espirógrafo y la fotografía, logrando un estilo impactante que dio a la serie un look único que atrajo a numerosos lectores ajenos al medio. Curiosamente McKean no dibujó ninguno de los interiores, pero sí lo hizo con Hellblazer, en la que además de las portadas ilustró dos memorables historias: Abrázame (#27), una triste historia de fantasmas con crítica social y El Mago (#40), surreal trama donde John Constantine se encuentra con su hermano gemelo nonato.
Pero la consagración de McKean llegó de manos de Grant Morrison con Arkham Asylum. Llevando su estilo a cotas más ambiciosas y experimentales, la obra resultante ofrece una atmósfera opresiva más cercana al género de terror que al de los superhéroes que, por momentos, amenaza con devorar la propia trama. Un autentico fenómeno de crítica y público que convirtió a McKean en uno de los ilustradores más cotizados de la industria. Pero su trayectoria posterior resultaría tan inesperada como irregular. Sus siguientes colaboraciones con Gaiman –Señal y Ruido, la historia de un director de cine moribundo y su película sobre la llegada del Apocalipsis- y Mr. Punch –una fabula nostálgica y a ratos siniestra sobre los recuerdo de la infancia- ya prefiguran su alejamiento de las herramientas del có
mic así como un uso cada vez más acusado de recursos propios de la fotonovela. En paralelo a esas obras McKean se lanzó como autor completo con Cages, historia de corte intimista sobre los inquilinos de un edificio -todos ellos artistas de distintas disciplinas- donde reduce al mínimo su arsenal creativo apostando por el dibujo tradicional pero cayendo en un esquematismo excesivo que, en más de un momento, da la sensación de ser una recopilación de bocetos inacabados.
Cages supuso varios puntos y aparte en la carrera de McKean. Su obra posterior parece dividirse entre el minimalismo espartano y de planificación meramente funcional y trabajos recargados y progresivamente más artificiales donde la infografía tiene una presencia cada vez mayor en detrimento de las técnicas tradicionales. También supuso su último trabajo de envergadura para en el cómic, puesto que en los años más recientes McKean ha centrado sus esfuerzos en otros campos como cubiertas de discos –Alice Cooper, Rolling Stones, Tori Amos-, portadas de libros –La Torre Oscura, Coraline-, cuentos infantiles –El Día que Cambié a Mi Padre por Dos Peces de Colores, Los lobos de la Pared-, diseños cinematográficos –varios films de la saga Harry Potter- y la dirección de largometrajes –La Máscara de Cristal (2005), Luna (2014)-. Proyectos en los que ha seguido vinculado estrechamente a Gaiman pero no al medio que consagró a ambos. Sirva esta recuperación de algunos de sus trabajos menos conocidos para rememorar las virtudes de un ilustrador que supo traer aire fresco a un medio siempre necesitado de nuevas sensaciones.
|
|
|