Ojo de Halcón: Pequeños proyectiles, grandes dianas
Ocuparse de un personaje de éxito puede ser un arma de doble filo para un autor. La popularidad del mismo dará mayor repercusión a su trabajo, pero le impondrá una serie de connotaciones por parte de la editorial, vedando ciertas ideas so pena de matar la gallina de los huevos de oro.
La anterior reflexión viene a cuento de la recién concluida serie protagonizada por Ojo de Halcón. Eterno secundario del principal supergrupo de Marvel, su presente cabecera nació como consecuencia del tirón mediático de Los Vengadores (2012) y la presencia en la misma de una versión del personaje encarnada por Jeremy Renner. Sin embargo, a pesar de su trayectoria y el cariño de los fans, Clint Barton sigue siendo un personaje minoritario y poco significativo comercialmente.
Esta contradictoria combinación hizo que su nueva colección –la primera si descartamos miniseries y una breve cabecera compartida con Pájaro Burlón- permitiese a sus autores ofrecer algo que va más allá de la simple explotación comercial de una marca de éxito.
Ojo de Halcón de Matt Fraction y David Aja dista mucho del usual cómic de superhéroes. Tanto en lo argumental como en lo gráfico. De hecho casi podría decirse que esta serie relata lo que el protagonista hace en sus ratos libres, cuando no milita en las filas de los héroes más poderosos de la Tierra. Eso no implica que estemos ante una serie costumbrista ni que las menciones al resto de la editorial o su continuidad estén vetadas. Pero el tono de lo narrado resulta más contenido y apuesta por tramas y ambientaciones más mundanas y verosímiles –uno de los números incluso versa sobre los efectos del huracán Sandy sobre Nueva York-. Los guiones de Fraction mezclan sabiamente grandes dosis de acción con elementos propios del relato de espías y un tono de comedia ligera, convirtiendo la serie un entretenimiento que tiene en la caracterización de personajes y sus diálogos sus mejores bazas.
Así la relación de Clint con sus exparejas, el recuerdo de su dura infancia junto a su hermano, la aparición de un nuevo interés amoroso llamado Cherry, la convivencia con sus vecinos y el perro Fortu –Lucky en el original- al que adopta en el primer número tienen más relevancia que las fugaces apariciones de Iron Man- al que Clint acude para que le ayude… a instalar su DVD (sic)-, Madame Máscara, Kingpin o Lobezno. A destacar la dinámica entre un mujeriego y metepatas Clint con la inteligente y sarcástica Kate Bishop –la Ojo de Halcón de Jóvenes Vengadores, coprotagonista de facto de la serie-, que acaba por ser más interesante que las intrigas criminales a las que se enfrentan.
Pero la verdadera joya de la corona de la serie es su dibujo. El vallisoletano David Aja ya había despuntado como un artista más que interesante en sus colaboraciones previas para Marvel. Pero es en Ojo de Halcón donde su potencia para la narración secuencial explota definitivamente. Su trazo consta de líneas sencillas y depuradas reminiscente a clásicos como Alex Toth, rellenado por una estudiada paleta de colores planos junto a un púrpura casi omnipresente. Esta aparente simplicidad contrasta con su inventiva a la hora de planificar sus páginas, convirtiendo a la propia narración en un personaje más.
Y es que resulta difícil no quedarse embobado viendo la disposición de las viñetas, el ritmo de la acción o el manejo de varios puntos de vista, haciendo de cada número una experiencia muy especial. Consciente de contar con semejante virtuoso, Fraction se permite experimentos como narrar varias veces una misma historia desde distintos perspectivas –incluida la de un perro-, planificar una pelea contra supervillanos como si fuese un videojuego de scroll horizontal o incluir esquemas y lenguaje de signos. Virguerías que han tenido como precio retrasos en la publicación y el empleo de ocasionales sustitutos -Javier Pulido, Steve Lieber, Francesco Francavilla, Annie Wu-, excelentes pero no tan inspirados como Aja.
Convertida en una estimulante rareza dentro del cómic de superhéroes y recipiente de un torrente de halagos y premios de la crítica, la serie fue cancelada tras veintidós números y un annual. Un cierre previsto si hemos de creer al guionista, pero que deja un sabor de boca agridulce. Quizás sea mejor así, antes de que el éxito ahogue las condiciones que lo propiciaron y su potencial creativo se vea truncado. No obstante, difícilmente leer al arquero de Marvel volverá a ser lo mismo después de esto.
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