Corto Maltés: El retorno de la aventura
La publicación de Corto Maltés: Bajo el Sol de Medianoche viene acompañada de una gran expectación por varios motivos. Uno es que se trata de la primera aventura publicada en casi tres décadas de uno de los personajes más emblemáticos del cómic europeo. Otro es que es la primera que no viene firmada por su creador Hugo Pratt.
Corto Maltés (Maltese en el original italiano) nació en las páginas de la revista de cómic Sgt. Kirk con una historia serializada titulada La Balada del Mar Salado. Allí aparecía por primera vez este marinero de ascendencia británica y española que trabajaba como pirata al servicio de un misterioso personaje conocido como El Monje.
Ambientada en una isla del Pacífico al inicio de la Iª Guerra Mundial, Corto es en realidad un personaje secundario de la trama centrada en Pandora Groovesnove y su primo Caín, una pareja de adolescentes capturados por El Monje y con el que parecen tener un enigmático lazo familiar. Pero fue ese carismático personaje secundario quien acabó por robar la atención tanto de los lectores como del propio autor, que ya en esta primera historia presentaba los rasgos característicos de la futura saga: aventuras en ambientes exóticos, una cuidada ambientación histórica y una narración de tono melancólico con ciertas pinceladas de misticismo.
A esa primera historia le seguirían otras, ya Corto como protagonista, publicadas entre 1970 y 1988 y recopiladas en once tomos. En ellas se cuentan aventuras a lo largo y ancho del globo donde el protagonista visita países de América latina, África, Europa y Asia viéndose mezclado en eventos históricos –el mentado conflicto mundial, la lucha armada entre Irlanda y el imperio británico, la revolución rusa, el alzamiento del fascismo en Italia- y compartiendo plano con personajes reales de principios del siglo XX como Jack London, Herman Hesse, Butch Cassidy, Ernest Hemingway, Josef Stalin, Manfred “El Barón Rojo” Von Richthofen o Aristóteles Onassis. En el reparto de la serie destaca la figura de Rasputín –oscuro trasunto del infame monje ruso de idéntico nombre-, personaje recurrente que mantiene una ambigua relación de amistad-odio con Corto convertida en uno de los principales motores de la serie.
Son muchos los que han apuntado que Corto Maltés es en realidad una versión idealizada del propio Pratt. No en vano el autor otorgó a su creación rasgos de su propia personalidad referentes a su biografía (Pratt, de ascendencia británica, viajó por todo el mundo siendo apenas niño, pasando buena parte de su vida en países como Etiopía y Argentina, escenario de varias historias del personaje), sus aficiones y su visión del mundo.
Todo bañado por un halo de ilusión romántica donde son frecuentes escenas de ensoñaciones y la presencia de elementos de corte mitológico como las Minas del Rey Salomón, el tesoro de Alejandro Magno o el continente perdido de Mu. El estilo gráfico de Pratt mezcla personajes y ambientes detallados con una estética estilizada, basada en trazos limpios y engañosamente sencillos, potenciando un tono a medio camino entre el realismo histórico profusamente documentado –como demuestran los detallados apéndices incluidos en algunas ediciones- y el onirismo más poético.
Publicadas originalmente en blanco y negro y posteriormente recoloreadas con la aprobación del autor para el mercado francés, la muerte de Pratt en 1995 dejó la saga huérfana y sin la que habría sido su ultima historia –insinuada brevemente por su creador en Los Escorpiones del Desierto, otra de sus series- que mostraría a Corto como brigadista durante la Guerra Civil española. Desde entonces, con la única excepción de cinco films de animación producidos por la compañía francesa StudioCanal entre 2002 y 2004 que adaptaban otros tantos álbumes, el personaje se ha mantenido presente a través de reediciones desigual calidad. Los españoles Juan Díaz Canales (Blacksad) y Rubén Pellejero (Dieter Lumpen) asumen con este nuevo álbum la ciclópea y muy ingrata tarea de retomar no ya una obra capital del medio, sino también una serie y un personaje inexorablemente ligados a su creador hasta el punto de ser difícil concebir ambos en otras manos. Independientemente del resultado, la nueva vitalidad insuflada a este clásico de la viñeta por este inesperado regreso es merecedora de aplauso.
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