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Y colorín, colorado, Fábulas ha terminado

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 01/11/2015

La tercera serie más longeva del sello Vertigo. La de mayor numeración entre las de creación propia. Series derivadas, miniseries, especiales, novelas, crossovers, un videojuego… todo eso llega a su conclusión con la publicación de Fábulas #150, donde Bill Willingham pone punto y final a una de las franquicias más paradójicamente originales que ha dado el cómic en los últimos años. Paradójica porque en realidad se basa en personajes e historias con siglos de antigüedad.


Iniciada en 2002, Fábulas es una historia coral que parte de la premisa de que todos los protagonistas de los cuentos populares existen realmente. Obligados a abandonar sus míticas Tierras natales tras la aparición un misterioso enemigo conocido como El Adversario, los supervivientes viajan a nuestra dimensión formando una comunidad clandestina llamada Villa Fábulas en Nueva York. Allí tratan de pasar desapercibidos antes los llamados “mundanos”, que les consideran ficciones.


Caperucita Roja, Cenicienta, Pinocho, Bella y Bestia… prácticamente todos los personajes del folklore literario acaban teniendo un papel (mayor o menor) a lo largo de la serie gracias a que actualmente son de dominio público debido a su longevidad. Aunque la mayoría pertenecen a historias de autores europeos, a lo largo de la serie también se incluyen personajes de historias orientales (Aladino), asiáticos (los yokai japoneses), eslavos (Baba Yaga) o norteamericanos (Paul Bunyan). Aunque se trata de una serie eminentemente coral, centrándose ocasionalmente en algún personaje, el protagonismo principal se organiza sobre el grupo formado por una encallecida Blancanieves (administradora de la comunidad), un redimido Lobo Feroz (reconvertido en sheriff del lugar), el seductor y caradura Príncipe Encantador, la rebelde Rosa Roja (hermana de Blancanieves) y el aventurero Jack Horner. Precisamente este último personaje representa en cierta forma el espíritu de la serie, siendo el resultado de la unión de varias historias distintas (Jack el Cazagigantes, Jack Frost, Jack O'Lantern) en una única y renovada versión con un punto de vista más sofisticado.


Esa misma fórmula se aplica al argumento. Willingham juega con el trasfondo y las ideas preconcebidas sobre los personajes para darles una interesante vuelta de tuerca, respondiendo a preguntas que los relatos originales nunca quisieron preguntar –como que pasaría si Bella y Bestia dejasen de estar enamorados; la frustración de Pinocho al crecer convertido en un niño eterno; que el Príncipe Encantador haya contraído matrimonio con las protagonistas varios cuentos…- y jugar con las múltiples posibilidades de enlazar las tramas y elementos fantásticos de distintos relatos. Con un material de partida tan amplio las posibilidades eran casi infinitas y, aun manteniendo una premisa central –la amenaza del Adversario-, cada arco argumental era una incógnita: podía tratarse de una trama policiaca, una comedia sobre la lucha de sexos, un thriller político, una historia de robos, un drama de época, un relato costumbrista, una historia bélica… El mérito consistía en tocar todos esos géneros sin perder un tono y consistencia argumentales, logradas a través del desarrollo de los personajes y su no siempre amistosa relación.


La parte gráfica de la serie recayó en diversos ilustradores a lo largo de todo su periplo pero, tanto por calidad como por cantidad, el nombre de Mark Buckingham destaca sobre todos los demás. Con una narrativa clásica y un trazo limpio y elegante, el dibujo consigue dar coherencia a una imaginería formada por elementos muy distintos entre sí, aportando una pátina de realismo incluso cuando integra los elementos más fantásticos y espectaculares. Un dibujo al servicio del guión que, pese a llamativos detalles visuales en la composición de las páginas y su fondo, nunca busca destacar sobre este, aportando al conjunto una constante solidez y facilidad de lectura que el resto de artistas (Lan Medina, Steve Leialoha, Niko Henrichon, Shaw McManus, Barry Kitson) mantienen, logrando incluso cierta homogeneidad estética.


Quizá el mayor problema de Fábulas fue, irónicamente, haber tenido tanto éxito. Convertida en el título estrella de Vertigo –tomando el testigo de The Sandman y Predicador- la desigual calidad de los spin-offs (Jack de las Fabulas, Fabulosas, Fabulas presenta: Cenicienta) desarrollados por escritores como Matthew Sturges, Chris Robertson y Mark Andreyko contribuyó a dispersar la ya de por si amplia premisa, saturando al lector Asimismo la conclusión de la trama del adversario a la altura del #76 dejó a la serie sin una historia que vertebrase su contenido. Pese a la introducción de nuevos villanos como Mr. Dark –un sosias del Hombre del Saco sospechosamente parecido a cierta creación de Neil Gaiman- y el intento de buscar una nueva dirección argumental, la sensación era que, aún proporcionando una lectura agradable con ideas ingeniosas, la serie había perdido el rumbo y funcionaba más a base de formula que de creatividad. Una impresión reforzada por elementos como cruces con series propias –El Gran Cruce de Fábulas- y ajenas –The Unwritten-.

Posiblemente por esto Willingham ha decidido echar el cierre mientras aún disfruta, en lugar dejar languidecer la cabecera que ha copado tres lustros de su vida profesional. Con ella se va el último gran título de Vertigo, dejando aún más ensombrecido su gris presente y poco halagüeño futuro. Claro que, debido a su propia idiosincrasia, el concepto de Fábulas es demasiado potente como para echar el cierre definitivo. Quizá una temporada en barbecho sea lo que serie –y sello editorial- necesitan para recuperar su grandeza original.


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