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La Atalaya del Vigía Comic Digital
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Master Of Kung Fu: Juegos de muerte y engaño

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 24/11/2015
La Atalaya del Vigía

Entre los títulos que integran el evento Secret Wars uno de ellos supone la recuperación de la cabecera Master of Kung Fu, una de las más queridas por los lectores veteranos y merecedora de una mayor repercusión más allá de su etiqueta de “serie de culto”.

Abriendo su abanico creativo a nuevos géneros y estilos, la Marvel de la década de 1970 vio un posible filón en el boom de las artes marciales gracias a los films de Bruce Lee y la serie televisiva Kung Fu (ABC, 1972-75). Para aprovecharlo adquirieron los derechos de las novelas pulp de Sax Rohmer sobre Fu Manchú con la intención de crear una especie de secuela. En las páginas de Marvel Special Edition #15 Steve Englehart y Jim Starlin presentaban a Shang-Chi, hijo del diabólico villano, sometido desde los tres años a un intenso entrenamiento en artes marciales para convertirle en el asesino perfecto. Educado creyendo que su padre era un benefactor de la humanidad, a su mayoría de edad fue enviado a liquidar a los principales enemigos de su progenitor, los agentes británicos Sir Dennis Nayland Smith y el Dr. Petrie. Sin embargo en el trascurso de la misión Chi descubre la verdad y, para redimirse, acepta trabajar junto a ellos para detener a su padre.


La premisa fue tan exitosa que, dos números después, la serie fue rebautizada como The Hands of Shang Chi: Master of Kung Fu. Ya que Englehart no parecía muy dispuesto a proseguir con la misma fue relevado por Doug Moench, guionista en alza gracias a su esplendida labor con el Caballero Luna. Moench modificó el enfoque de la serie, alejándolo de la trama de artes marciales pura y dura para acercarlo al género de espionaje, con el James Bond de Ian Fleming como principal referente. Junto a los personajes heredados de los libros de Rohmer creó a un atractivo elenco de secundarios que incluían al cínico Black Jack Tarr –con el que Chi tiene una relación que evoluciona desde la desconfianza y el desprecio a la amistad y el respeto-, el maestro del disfraz Clive Reston –trasunto apenas disimulado del citado Bond- y la femme fatale asiática Leiko Wu, tercer vértice de un tortuoso triangulo romántico con Reston y Chi.


El nuevo enfoque probó ser un éxito aún mayor, pero la guinda del pastel llegó en el #29 con Paul Gulacy. En su primer trabajo de envergadura Gulacy forjó una sintonía perfecta con Moench, elevando las historias de este último con unas ilustraciones de un detallismo, belleza y fluidez narrativas insólitas. Con claras influencias de su admirado Jim Steranko, las páginas de Gulacy se llenaban de piruetas visuales y narrativas como travellings, flashbacks, zooms, ralentis y elaboradas combinaciones de viñetas que, añadido a la ocurrencia de otorgar a sus personajes parecido físico con actores famosos (Bruce Lee, David Niven, Marlene Dietrich, Marlon Brando, Christopher Lee) otorgaban una sensación de “película en viñetas” que superaba a la mayoría de superproducciones de la época.


Acción, romance, suspense, agentes dobles, traiciones, ambientes exóticos, fortalezas avanzadamente imposibles, villanos como Puños de Navaja, Onda de Shock, Shen “el Gato” Kuei y el omnipresente Fu Manchú –siempre dado por muerto solo para reaparecer más poderoso aún- conforman un total de veintidós números que son historia del cómic. Tras una ambiciosa saga de seis entregas –cada una desde el punto de vista de un personaje distinto- Gulacy abandonó la serie siendo sustituido por Mike Zeck. Pese a tan notoria ausencia Zeck consiguió hacer suya la serie, puliendo un estilo menos vistoso pero igual de eficaz narrativamente que pronto le convertiría en uno de los autores dibujantes más valorados de la editorial, reclamado para proyectos especiales como Secret Wars. Zeck sería sustituido a su vez por Gene Day, otro joven autor cuyas impresionantes y preciosistas composiciones de página atisbaban un tremendo potencial. Potencial desgraciadamente truncado por su inesperada muerte con apenas treinta años debido a una afección cardiaca.


Pese a los mentados cambios gráficos Moench siguió facturando historias de gran calidad, manteniendo la frescura de la serie hasta que el cansancio le hizo abandonar en el #120 con el enfrentamiento definitivo con Fu Manchú y la ¿muerte? del villano. Casi como reconociendo la fundamental labor del guionista, la serie fue cancelada en el #125 con el protagonista retirándose para llevar una tranquila vida como pescador. Salvo un par de breves historias a cargo del propio Moench (un serial en Marvel Comics Presents, un especial junto al Caballero Luna), el personaje pasó al limbo editorial. Al menos hasta que a años más tarde Carlos Pacheco -rendido admirador de la serie original- presionó para incluir al personaje en una historia de su etapa de X-Men.


Ese capricho de fan de Pacheco propició una suerte de renacer para Shang-Chi, convertido desde entonces en lujoso invitado en series ajenas –Marvel Team Up, Marvel Knights, Pantera negra, Héroes de Alquiler, Vengadores Secretos- y recuperando ocasionalmente protagonismo en especiales y miniseries propias. De estas merece destacar la realizada en la línea MAX, que supuso el largamente esperado regreso del dúo Moench/Gulacy. Curiosamente, y debido a la caducidad de los derechos sobre la obra de Rohmer, parte de la historia del personaje tuvo que ser modificada, evitando mentar a ciertos personajes mediante el uso de seudónimos o directamente omitiendo sus nombres. Una maniobra legal que, sin embargo, no puede borrar el impacto ni la calidad de una serie que pide a gritos una reedición a la altura de su perenne calidad.


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