X-Factor: De Esencias, Formas y Trucos Editoriales
Hace algún tiempo reseñábamos en esta misma sección las virtudes de X-Factor, titulo de la línea mutante de Marvel que durante la última década se ha convertido en el campo de juegos particular de Peter David. A medio camino entre el producto comercial y la obra de culto, partiendo de personajes poco populares para crear historias muy particulares, sometiéndose a distintos eventos y cambios editoriales sin renunciar a su propia personalidad e independencia argumental, el tomo que ahora llega a las librerías supone la despedida definitiva de una de las series más sólidas y estimulantes que Marvel ha publicado en su historia reciente.
El anterior repaso concluía con el final de una larga saga donde David narraba la Rebelión Summers –retomando la emblemática trama de Días de Futuro Pasado, aportando coherencia a sus muchos e irregulares añadidos posteriores- y que culminaba con la reunión de los distintos miembros del equipo liderado por Madrox, dispersos no solo a través de todo el país, sino también a través del tiempo. El #50 USA sirvió de colofón a dicha historia, pero también supuso un punto y aparte a nivel editorial. Coincidiendo con la decisión de Marvel de recuperar numeraciones clásicas de sus cabeceras aprovechando un número emblemático, el #51 se convirtió en el #200 –sumando los volúmenes previos al actual- y David dio una (otra) vuelta de tuerca a la serie, ambientándola de nuevo en Nueva York y abriendo el abanico de la serie fuera del coto mutante.
Así, en esta nueva andadura de Investigaciones X-Factor los miembros del grupo se encargaron de casos como la desaparición de la Mujer Invisible de los Cuatro Fantásticos, el secuestro del padre de Monet por el Barón Mordo, el imperio criminal creado por la diosa nórdica Hela en Las Vegas o la investigación de un caso de asesinato por encargo de J. Jonah Jameson. Historias que aportaban aire fresco frente esa endogamia que siempre ha solido caracterizar la línea mutante. Los guiones de David se beneficiarían en esta nueva etapa de dos nuevos dibujantes: Emanuela Lupacchino primero y Leonard Kirk después, que elevaron el meramente correcto nivel gráfico de la cabecera en la etapa previa, aportando una agradecida estabilidad estética frente al continuo desfile de ilustradores que venía caracterizando la serie.
Pero todas estas novedades no implican una ruptura con lo anterior, sino todo lo contrario. Tramas como el embarazo de Loba Venenosa, la futura boda –y asesinato- de Madrox y Layla Miller, la relación de pareja entre Rictor y Estrella Rota –polémica incluida con otros autores por el carácter homosexual de la misma- o la evolución de Guido -resucitado de entre los muertos sin su alma- son detalles trabajados por David en su impagable tratamiento de los personajes, añadiendo inteligentes dosis de humor y sorpresa sin por ello evitar temas serios e incluso moralmente espinosos. Asimismo David aprovechó la ocasión para resolver tramas de la continuidad que llevaban años (décadas incluso) sin respuesta, como la pregunta de si Longshot y Estrella Rota son parientes –lo son, pero de la manera más extraña y contradictoria que uno pueda imaginarse- o el verdadero origen de Polaris, explicando las constantes contradicciones del personaje.
Pero dentro de esta recuperación de antiguos argumentos destaca por méritos propios la saga de La Guerra del Infierno en la Tierra. Una historia que llevaba rondando por la cabeza del guionista la friolera de quince años y sobre la que había dejado pistas a lo largo de sus trabajos previos para la editorial –fue mencionada por primera vez durante su número final de The Incredible Hulk- hasta que finalmente se decidió a volcarla en esta serie relacionándola cuidadosamente con su trayectoria. Esta trama, cuya escritura coincidió con los problemas de salud de David –sufrió un ictus del que afortunadamente pudo recuperarse sin consecuencias- llego a su desenlace en el #256 USA. Las siempre ajustadas cifras de venta obligaron a un nuevo –otro más- relanzamiento de la cabecera para asegurar su supervivencia. Consciente de que había cerrado una etapa David puso fin –esta vez de verdad- a la serie mediante seis números donde se despedía de sus personajes dando emotivo cierre a las tramas personales de cada uno.
A continuación, recuperando de etapas previas a Polaris y Mercurio –dos personajes a los que solo él parece saber/querer sacar partido-, David lanzó Nuevo X-Factor, serie que cambiaba de formas –nuevos miembros como Gambito, Warlock, Cifra, Peligro; nuevo papel a las ordenes de una corporación privada; nuevo estilo gráfico obra de Carmine Di Giandomenico- pero mantenía el fondo de virtudes –memorable tratamiento de personajes, diálogos chispeantes, temáticas actuales y potencialmente polémicas, un uso fructífero de la continuidad editorial.
Desgraciadamente, en un panorama actual donde los crossovers y las licencias cinematográficas parecen ser lo único importante y donde no es aconsejable desarrollar tramas mas allá de la extensión de un único tomo, Nuevo X-Factor echa el cierre tras apenas veinte entregas. Una estimable coda a una etapa que sin duda el tiempo podrá en el destacado lugar que se merece.
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