Howard el Pato: El héroe a su pesar
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Dentro del inmenso catalogo de personajes que Marvel ha acumulado a lo largo de su historia hay algunos que, sin llegar a las cotas de estrellato de Spiderman, Hulk o Lobezno, han sabido labrarse un hueco en la mente del lector. Personajes que, pese a una trayectoria errática e intermitente, siempre se las ingenian para volver a ser actualidad editorial. Buen ejemplo de ello es la nueva serie dedicada a Howard el Pato que Panini trae a las librerías españolas. La excusa ideal para profundizar en un personaje insólito por muchas razones.
Creado en 1973 para la serie antológica Adventure into Fear, la figura de Howard es indisociable de la de su creador, el guionista Steve Gerber. Y es que más allá de su creación, el tratamiento y desarrollo que Gerber dio al personaje fue tan insólito, trasgresor y personal que cuatro décadas después nadie ha conseguido replicarlo con el mismo éxito. Guionista ácido con una vena experimental más cercana al cómic underground que a las grandes editoriales, Gerber –ayudado por el dibujante Val Mayerick- creó a este pato antropomórfico de origen alienígena como una parodia de los personajes Disney en general y el Pato Donald en particular. Pero rápidamente decidió que el personaje daba para más que una simple puya. Para mucho más.
La rápida popularidad del personaje hizo que la editorial le concediese serie propia. En 1976 se publicaba Howard the Duck #1, escrita por Gerber y dibujada a partir de su cuarto número por el veterano Gene Colan. Atrapado en la Tierra sin posibilidad de volver a su mundo, Howard debe buscarse la vida con la ayuda de la atractiva modelo Beverly Switzler, a la que salva de las garras de un supervillano. Poblada por personajes como los villanos Doctor Bong, Count Macho o Gingerbread Man (tan estrafalarios como sus propios nombres indican) y con la aparición ocasional de Spiderman y los Defensores, Gerber convirtió la cabecera en una plataforma desde la que dar rienda suelta a su caustica visión del mundo.
Mediante el enfoque de un personaje enfrentado a un mundo que no comprende, Gerber se sirvió del plumífero protagonista para analizar, criticar y parodiar sin piedad todo aquello que se le ponía a tiro: las historias de espada y brujería –con el Conan de la propia Marvel a la cabeza-, de artes marciales –con Howard aprendiendo una disciplina llamada Quak Fu (sic)-, la fiebre de la época por el psicoanálisis –con el protagonista siendo internado en un manicomio por… ¡Creer ser un pato! (sic)-, la política –Howard presentándose a las elecciones presidenciales de 1976 como tercer candidato- e incluso a la propia industria del cómic con puyas a la propia Marvel. Tan carente de pelos en la lengua como sus propios guiones, las críticas de Gerber hacia la editorial y la paupérrima parte de los beneficios que recibía por su trabajo no se hicieron esperar. El éxito de Howard y su pase a otros medios -tiras de prensa en varios periódicos nacionales, la venta de sus derechos cinematográficos- echó más leña al fuego hasta que en 1978 Marvel le comunicó su despido. Howard the Duck #29, con el enfrentamiento entre el protagonista y el Circo del Crimen, sería su última historia del personaje. Gerber iniciaría a renglón seguido un conflicto legal contra Marvel por los derechos de su creación que le llevaría incluso a crear una versión alternativa del personaje –Destroyer Duck, publicado por Eclipse Comics-.
Con Gerber fuera de la ecuación, Marvel siguió explotando a Howard en una nueva serie escrita por Bill Mantlo y dibujada por Michael Golden. Autores más que competentes pero que, pese a mantener el tono paródico, carecían de la mordacidad y garra aportadas por Gerber, siendo cancelada tras apenas nueve números. Un error similar al de Howard, un Nuevo Héroe (Willard Huyck, 1986), adaptación cinematográfica apadrinada por George Lucas que supuso un estrepitoso fracaso de crítica y taquilla. Las circunstancias arriba relatadas proporcionaron a Howard una aureola de personaje maldito que le condenaría al limbo editorial durante los siguientes años. Limbo del que ocasionalmente era rescatado mediante breves apariciones estelares en cabeceras como Hulka, Motorista Fantasma, Generación X y Spiderman Team-Up. Un divertido especial navideño a cargo de Larry Hama y Pascual Ferry -con Howard rescatando a Santa Claus de su secuestro a manos de la organización Hydra- constituyó su único papel protagonista en casi dos décadas.
Y entonces se obró el milagro. Aprovechando la falta de restricciones de la recién creada línea MAX, Gerber publicó en 2002 una nueva serie del personaje dibujada por Phil Winslade donde demostró que su colmillo seguía igual de afilado. En apenas seis números el escritor arremetía contra Disney –convirtiendo a Howard en un ratón antropomórfico-, la industria musical moderna, la paranoia terrorista del 11-S, los cómics de Image y la línea Vertigo –con Witchblade y Predicador como principal blanco de sus dardos-, el psicoanálisis de pacotilla, los reality shows y la religión judeocristiana sin dejar títere con cabeza. Un notable trabajo que supuso la despedida entre el personaje y su creador, fallecido en 2008.
Desde entonces Marvel ha ido incluyendo a Howard en sus planes editoriales con pequeños papeles en eventos como Marvel Zombies y Miedo Encarnado, recuperando protagonismo en una miniserie obra de Ty Templeton y Juan Bobillo o regresando a la gran pantalla via cameo en la escena post-créditos de Guardianes de la Galaxia (James Gunn, 2014). Esta última aparición ha propiciado en buena medida que Howard haya obtenido una nueva serie regular a cargo de Chip Zdarsky y Joe Quinones. A la espera de ver si ambos autores son capaces de superar la alargada sombra de Gerber, servidor se frota las manos ante el anuncio de Panini de la próxima reedición de la serie original (parte descatalogada, parte inédita por estos lares). La resolución de una deuda editorial que permitirá apreciar debidamente una de las obras y personajes más insólitos de la llamada Casa de las Ideas.
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