Ultimate Marvel (I): De reinicios y sorpresas
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De todos los eventos derivados de las recientes Secret Wars, cabe destacar uno cuyo título no podría dejar menos lugar a dudas: Ultimate Marvel: Fin. En los cinco números que integran dicha historia concluye una labor colectiva que conforma una propuesta de influencia decisiva para entender la evolución comercial y creativa de la Marvel de los últimos quince años.
Allá por el 2000 Joe Quesada y Bill Jemas, entonces recién nombrados editor jefe y presidente de Marvel, observaban como el boom del cine de superhéroes iniciado con X-Men (2000) y la inminente Spiderman (2002) abría la puerta a nuevos lectores ajenos al medio, reacios a sumarse a este debido a lo cuesta arriba que se les hacían décadas de continuidad previa. Quesada y Jemas decidieron salirse por la tangente y recrear a los personajes estrella de la casa desde cero, actualizando el origen, características y sensibilidad narrativa de los mismos a los tiempos actuales. Esta nueva versión del cosmos editorial, paralela e independiente a la tradicional aún en curso, seria bautizada con el sonoro nombre de “Ultimate” (“Definitivo”), arrancando ese mismo año con el lanzamiento de un remozado Spiderman y seguido por las versiones “definitivas” de X-Men, The Ultimates –el equivalente de Los Vengadores- y los Cuatro Fantásticos.
Pero lo que en principio se apuntaba a un mero refrito actualizado de los grandes éxitos del pasado acabó por sorprender incluso a los más escépticos. El factor clave fue la elección de dos autores como Brian Michael Bendis y Mark Millar a cargo de este remake. Procedentes del cómic independiente alejado de los superhéroes y de la siempre interesante cantera británica respectivamente, ambos guionistas aportaron una sensibilidad que no solo poseía modernidad, sino que además añadía una personalidad propia mientras respetaba la esencia básica de las historias creadas por Stan Lee, Jack Kirby y Steve Ditko cuarenta años atrás.
Así, tras años de ver a un Peter Parker casado y afrontando la madurez su versión Ultimate devolvía al alumno de instituto ingenuo y acomplejado cuyos poderes son una metáfora de su propia adolescencia. Los X-Men regresaban a su condición de temidos y odiados, situados en el epicentro de una guerra racial que divide tanto a la humanidad como a los propios mutantes, alineados en bandos enfrentados liderados por Charles Xavier y Magneto. The Ultimates llevaban más allá el concepto de grupo de superhéroes y sus lazos gubernamentales, convirtiéndoles en el brazo militar superhéroico de los EE.UU. y poniendo énfasis en las marcadas personalidades de sus integrantes y el inestable y explosivo cóctel que forman. Y finalmente los nuevos Cuatro Fantásticos dejaban de lado sus rasgos superheroicos para incidir en la faceta de aventureros científicos de sus protagonistas, convertidos ahora en adolescentes al servicio de una fundación.
El enfoque de Bendis y Millar jugaba con las ideas preestablecidas para darles curiosos giros argumentales, impensables en la continuidad “oficial” –como convertir a Nick Furia en afroamericano y a la Avispa en asiática, presentar a Lobezno como un villano a las órdenes de Magneto, revelar a Dientes de Sable como hijo del mutante de las garras, mostrar al Capitán América como un conservador reaccionario, convertir a Galactus en una nube de insectos alienígenas, etc- mostrando una visión respetuosa al concepto a la par que original en las formas. La libertad creativa otorgada por los editores, la estabilidad de los autores –prefiriendo retrasar la publicación en lugar de buscar suplentes en caso de ser necesario- y los eficaces dibujantes asignados (Mark Bagley, Andy y Adam Kubert, Bryan Hitch), la fuerza de cuyo arte residía en la solidez narrativa antes que el simple impacto estético, conformaron los pilares sobre los que se sostenía la propuesta.
El resultado pronto sobrepasó las expectativas previstas, pues además de captar a lectores neófitos consiguió seducir a los aficionados más veteranos. Muchos de estos últimos dejaron de lado sus reticencias iniciales y abrazaron con entusiasmo el remake, haciéndolo convivir en su lectura con las versiones tradicionales que, o bien habían caído en un tedio creativo o se habían separado tanto de la esencia original que parecían obras distintas. La inquebrantable constancia de Bagley –que rompería el record de Jack Kirby como dibujante de más números consecutivos de una misma serie- o la espectacularidad de raigambre cinematográfica de Hitch, digna de los mejores blockbusters fílmicos, también implicaban unos valores poco frecuentes en ese momento en las cabeceras tradicionales.
Otra sabia decisión creativa fue la de no sobreexplotar la línea, manteniéndola en cuatro títulos regulares adornados por ocasionales añadidos como Ultimate Marvel Team-Up –que, usando a Spiderman como hilo conductor, presentaba versiones remozadas personajes como Punisher, Daredevil, Blade, Dr. Extraño o Shang Chi- y la trilogía de miniseries Pesadilla, Secreto y Extinción –nueva y espectacular versión de la emblemática Trilogía de Galactus de Lee y Kirby. Esto contribuyó a que Marvel obtuviese una nueva gallina de los huevos de oro. Tan productiva que los más osados incluso se atrevieron a insinuar que esta nueva Marvel acabaría por suplantar a la original. Sin embargo el pez chico no acabaría comiéndose al grande, como explicará la próxima Atalaya.
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