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Hellblazer: Jamie Delano #1 Comic Digital

critica

Damn Them All #2

La alquimia perfecta entre lo oscuro y lo humano

REVISTA ESPECIALIZADA EN CÓMIC
"Practico para decirte adiós" Bleach
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Hellblazer: Jamie Delano #1

Génesis de un completo bastardo

Un artículo de Javier Jiménez Jiménez - Introducido el 01/04/2016

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La creación de John Constantine en las páginas de La Cosa del Pantano había servido para introducir en el universo DC a un personaje único que se alejaba drásticamente de todos los valores y aspectos positivos de la mayoría de protagonistas de la editorial. Alan Moore se había sacado de la manga a un manipulador sin escrúpulos, un amoral investigador de lo oculto sin conciencia que sólo se preocupaba de sus propios intereses y que estaba dispuesto a vender el alma de cualquiera –con o sin su conocimiento- por cualquier baratija o pequeño beneficio que pudiera sacarle.


Sin embargo, su absoluto egoísmo, su viperina lengua y su sarcasmo puramente británico pronto le brindaron un rincón en el panteón de personajes trascendentales y DC comenzó a plantearse la posibilidad de dedicarle un título mensual para explorar el oscuro y siniestro universo en el que alguien como Constantine se movería. No olvidemos que estamos hablando de los 80, la década en la que los cómics dieron ese giro radical hacia lo sombrío, lo tenebroso y lo ‘grimangritesco’.

Dos recién llegados en la Corte del Cómic USA


Por supuesto, Moore no estaba en absoluto interesado en hacerse cargo de un título mensual que le impidiera trabajar en proyectos propios o de índole más finita así que, por recomendación directa del guionista de Northampton, la editorial se decantó por un escritor llamado Jamie Delano curtido en la radical escuela comiquera que es 2000AD. Con un marcado tono social y crítico en sus trabajos anteriores, Delano parecía una elección idónea para un título que buscaba navegar en las miserias del ser humano, el horror más abyecto y los temas más polémicos de nuestra existencia.


El aspecto gráfico del título descansaría en dos columnas claramente diferenciadas. Por un lado, se escogería como dibujante a John Ridgway que había colaborado con Moore en su visión superheroica Miracleman y que poseía un trazo de estilo feista pero idóneo para retratar las desventuras, tejemanejes y felonías de Constantine. Por otro, las portadas de la colección estarían a cargo de un artista de estilo rompedor y único llamado Dave McKean que aseguraría la atracción hacia el título con cubiertas de una belleza innegable que aunaban lo desagradable y lo intimista en creaciones que se convertían en verdaderas obras maestras.

Dejadme que haga un paréntesis en este punto para hablar acerca de estas portadas de manera algo más personal. En esto del cómic hay momentos que se marcan a fuego en nuestra mente y Hellblazer tiene un rincón especial en mi experiencia –junto a los números de Universo DC dedicados a Sandman en los que, curiosamente, también juega un papel vital McKean.

Creo recordar que la primera edición de Hellblazer llegaría a nuestro país en 1990 de mano de Zinco y, para alguien que estaba navegando entre las diferentes nuevas tendencias del noveno arte, aquella época se convirtió en un tiempo de descubrimientos y genialidades. Así que allí estaba yo en un quiosco –aún quedaban algunos años para la llegada de la primera tienda especializada a mi ciudad- buceando entre su oferta comiquera cuando algo llamó mi atención.


Una extraña portada mostraba a un tipo espigado y siniestro junto a un amenazante póster electoral de Margaret Thatcher y, para terminar de dar un cariz funesto a todo aquello, la política enseñaba unos afilados dientes bajo su sonrisa. Aquello era extraño pues aquella mujer aparecía continuamente en las noticias y su caracterización como ser demoníaco parecía algo impensable, radical y muy atrayente.

No tengo que convenceros de que me hice con aquel número –el 3 de la colección- y corrí a casa para saber en qué me había metido y si esa promesa de algo único iba a cumplirse. Resumiendo, sólo puedo deciros que aún conservo ese número entre mis más preciadas posesiones viñetiles y que sigue siendo una de las lecturas a las que vuelvo cuando me pregunto –venga, todos lo hacemos cada cierto tiempo- si la oferta actual merece la pena o dudo un solo segundo de lo que ofrece esta genial categoría artística.


La siniestra realidad de la condición humana


Lo que Delano consiguió con Hellblazer fue algo decididamente arriesgado e inesperado. Un cómic adulto de terror urbano que servía de reflejo a todos los males reales y mundanos de nuestra sociedad. Las mejores obras de géneros como la ciencia ficción o el terror siempre han escondido en su interior un ápice de denuncia que, gracias al buen hacer de sus escritores, quedaba fuertemente grabado en nuestro subconsciente y podía pasar desapercibido a las obtusas mentes que intentaban censurar o prohibir ciertas declaraciones culturales.

Sin embargo, decir que el guionista ocultaba sus críticas a una sociedad egoístamente consumista, una hipócrita religiosidad que desviaba la vista ante las desgracias de sus fieles o una clase política vendida al poder y el dinero es faltar a la verdad y restar salvajismo y garra a los planteamientos de Delano. El escritor lanzaba en cada número mortales dardos envenenados a la falsedad, deslealtad y vileza de los estamentos poderosos de la sociedad británica y, por comparación, mundial con especial ferocidad cuando hablamos de la clase política representada por una de las dirigentes más atroces, dañinas y ególatras que ha conocido este mundo como es Margaret Thatcher.


En solo unos pocos números, la colección exponía los horrores de la sociedad de consumo y su eterna necesidad de alimentarse de los más indefensos, el racismo como forma de enfrentarse a la ineptitud del individuo o el horror de la guerra y sus consecuencias. Sí, por supuesto que los demonios pueblan sus páginas pero, a menudo, son el menor de los males en un mundo empeñado en destruirse a sí mismo e infligir los mayores sufrimientos a los más desvalidos.

Como comentaba, entregas como Ir a por Todas –con unos nuevos yuppies infernales recolectando almas y apostando por la victoria del Partido Conservador como motor de consecución de condenados británicos-, el espeluznante Esperando al Hombre –con la primera aparición de Zed y pavorosas escenas tras el secuestro de una niña- o Cuando Johnny Marcha a Casa –en el que Delano se sumerge en un pueblo tomado por mortales fantasmas del pasado- nos entregan un retrato perfecto de una época de incertidumbre y miedo que marcó por siempre las vidas de los que estuvieron allí. Precisamente ese último relato nos muestra a un Constantine en estado puro, un egoísta voyeur de los más infames horrores que protegerá su vida a toda costa y que está lejos de ser un héroe para aquellos que lo rodean.


Se completa este primer tomo con los números de La Cosa del Pantano que contaron con el co-protagonismo de Constantine –en una grotesca y extraña trama con intentos de embarazo por medio de posesiones- y la miniserie El Horrorista –aparecida años después de la salida de Delano del título pero que nos devuelve a nuestro mago en una escalofriante historia de fanatismo, injusticia y desolación.


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