Los Hijos del Crepúsculo

Darwyn Cooke nos regala su magia una última vez

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Hay cómics que se convierten en imprescindibles por razones diferentes a su calidad. Su implicación con sucesos actuales, su adhesión a una u otra ideología imperante en la sociedad o su capacidad para influenciar el medio gracias a los factores que llevaron a su creación. Desgraciadamente, también pueden alcanzar el estadio de lecturas ineludibles por suponer una última oportunidad de disfrutar de la maestría de algún creador que se haya convertido en una de las piedras angulares de esta forma de arte que adoramos y que no puede compararse a ninguna otra.

Desgraciadamente, Los Hijos del Crepúsculo se encuentra en esta categoría ya que se convirtió en el último trabajo de Darwyn Cooke, uno de los más innovadores y clásicos artistas que han pasado por el mundo del cómic en las pasadas décadas. Los títulos en los que colaboró proporcionaron a los lectores momentos inolvidables y viñetas que vivirán en nuestro recuerdo el resto de nuestras vidas. Obras como Batman: Ego, Catwoman, Antes de Watchmen: The Minutemen o su particular y respetuosa visión de The Spirit nos revelaron a un escritor y dibujante que amaba el arte secuencial más que a ninguna otra cosa en el mundo. Sin embargo, Cooke se había mantenido más bien alejado del género superheroico en los últimos años –decisión nada descabellado por otro lado cuando has alcanzado el Olimpo con esa JOYA, así en mayúsculas y sin discusión posible, que es DC: The New Frontier- para centrarse en la que se convertiría en otra de las maravillas indiscutibles comiqueras, esa fascinante prodigio noir que adaptaba las novelas de Richard Stark protagonizadas por el tosco Parker.

Realismo mágico y vidas cruzadas

La llegada de un título del sello Vértigo DC, modelo y guía de estilo del cómic adulto americano desde su creación en los 90, realizado por Cooke ya era un evento a tener muy en cuenta. Si a esto sumamos que el guionista de la propuesta es el alternativo Gilbert Hernández, creador de esos prodigios gamberros y outsiders que son Love & Rockets, Palomar o Grip, el resultado final podía convertirse en el sueño húmedo de cualquier lector que buscara una experiencia secuencial única que aunara emoción, humanidad, seducción y originalidad.


La increíble capacidad de Hernández para crear personajes tridimensionales permite a Cooke ofrecernos una de sus más contenidas y, al mismo tiempo, complejas obras. El pequeño universo formado por los habitantes de este pueblecito costero donde acontece la historia se convierte en una mirada a las emociones básicas que mueven al ser humano gracias al retrato de una sociedad en la que las pasiones, los secretos y las traiciones campan a sus anchas.


La aparición de una extraña esfera luminosa romperá la aparente tranquilidad del lugar y sacará nuevamente a la luz misteriosos eventos acontecidos muchos años atrás. Además, la llegada de una amnésica joven de blanca cabellera y la súbita ceguera de un grupo de niños de la zona traerá consigo el interés de las fuerzas del orden y de un joven científico que podría tener en sus manos las claves a este insondable secreto.