Miracleman de Neil Gaiman #1: La Edad de Oro Un mundo ¿plenamente feliz?
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Miracleman se ha convertido por méritos propios en una de las más complejas, adultas y necesarias miradas al género superheroico. Los guiones de un Alan Moore -¿podemos acreditarlo como guionista?- en plenitud de facultades y lejano todavía a su hastío por esta categoría comiquera, nos ofrecieron una propuesta que se sumergía en las más oscuras y lóbregas simas de las posibilidades del medio para arrancar sus viñetas del inocente multicolorismo y simple idealismo de las primeras aventuras del personaje.
En manos del guionista de Northampton, los tres primeros volúmenes de esta saga se centraron en las tres edades de su protagonista, un periodista llamado Michael Moran que lleva una anodina existencia antes de recordar una misteriosa palabra tras un periodo plagado de pesadillas, migrañas y misteriosos sueños de volar. De esta manera, el escritor –al que a partir de ahora deberemos referirnos por motivos legales como Aquel que no debe ser nombrado cuando hablamos del guionista de Miracleman o AQNDSNCHDGDM- comenzaba un viaje que llevaría a nuestro protagonista a descubrir que poseía superpoderes, nacidos de una serie de experimentos horriblemente ideados por el que sería su archienemigo el doctor Gargunza, que le llevarían a convertirse en un ser con atributos casi divinos.
Para no extendernos en los sucesos acontecidos en los anteriores volúmenes de la serie, cuyas críticas podéis encontrar aquí, aquí y aquí, lo que seguía era una auténtica clase magistral en lo que a cómic superheroico se refiere: imparables villanos psicopáticos, destructivas batallas de una crudeza pocas veces retratadas en el medio, peligrosos enemigos convertidos en inesperados aliados y dosis industriales de drama familiar. Todo ello servido en páginas que redefinieron lo que sabíamos del cómic y sus posibilidades hasta el momento de su publicación.
Neil Gaiman ha entrado en la cima del Olimpo
Tras la marcha de AQNDSNCHDGDM, la editorial quedaba huérfana del que era claramente el motor del título y comenzaba desesperadamente la búsqueda de un sustituto que pudiera recapturar la grandeza del título aportando una visión innovadora al mismo. La respuesta llegó por recomendación del propio Moore y serviría para entregar uno de sus primeros trabajos a otra de las mayúsculas voces del noveno arte nacidas en Gran Bretaña: Neil Gaiman.
Si los primeros tres arcos de la saga del héroe habían arrojado luz a lo que significaba ser hombre, superhombre y dios en este universo, Gaiman se decantó por mostrarnos que significaba para el ser humano corriente enfrentarse cara a cara con estos nuevos dioses.
Tras haber derrotado a Johnny Bates, Miracleman y sus aliados han decidido reconstruir el mundo y ayudarlo a alcanzar sus más altas cotas de felicidad y posibilidades. De esta manera, se han instaurado como gobernadores máximos y comenzado una aparentemente conciliadora Era de los Milagros. Por supuesto, esta resolución no ha sido alcanzada teniendo en cuenta a los humanos, que han visto como todas las decisiones importantes acerca de su futuro en la Tierra eran arrancadas de sus manos y tomadas por entes todopoderosos que no parecían preocupados en absoluto por este inmenso cambio en el estatus quo mundial.
Ahora, con el cómodo apoyo de la mayoría de la población que prefiere hacer lo que les dicen a enfrentarse a la realidad y la chirriante oposición de los estamentos preestablecidos del gobierno y las religiones mayoritarias que ven peligrar sus propios y egoístas intereses, Miracleman deberá decidir si sus acciones servirán para ayudar a la humanidad a alcanzar su plenitud o para terminar de condenarla a un final horrible.
El enfoque elegido por Gaiman para continuar la colección se convierte en un triunfo absoluto consiguiendo que, con solo unas páginas leídas, percibamos este universo como un lugar tridimensional poblado por personajes con problemas, reacciones y dilemas reales. Su predilección por las historias pequeñas como espejo de los irrefutables temas vitales de nuestra existencia sirven para zambullirnos en este mundo cuya verdadera razón de ser ha sido completamente desgarrada por la aparición de seres imposibles.
Historias como Oración y Esperanza -que comienza con un vuelo sobre el colosal Olimpo para narrarnos la realidad de un padre que ha perdido toda ilusión por la vida y cuya única esperanza es rogar un milagro a estos nuevos dioses-, El Grito –que recupera a uno de los personajes de Moore y nos habla de las consecuencias del ataque a Londres- o Una Historia de Espías –que versa acerca de cómo se enfrenta esta nueva sociedad a algunos de su más problemáticos integrantes-, demuestran la maestría de un primerizo Gaiman a la hora de componer esos frescos de realidad mágica que sirvieron para cimentar obras tan imprescindibles como Mr. Punch, American Gods o Sandman.
Mención especial merece Memorias del Inframundo, episodio en el que el guionista da rienda suelta a su pasión por la cultura pop al tiempo que recupera a Emil Gargunza para ofrecernos un retrato desgarrador del mal verdadero, la importancia de la memoria y el significado de la muerte coprotagonizado por el mismísimo Andy Warhol.
Por supuesto, no podíamos cerrar esta crítica sin hablar de un Mark Buckingham en estado de gracia que se desvela como otra de las partes esenciales en esta obra maestra. La juventud del dibujante en el momento de la aparición de este título nos permite descubrir a un artista ansioso por mutar en cada página con infinidad de estilos y materiales, lo que confiere a sus composiciones un aire cercano al cómic underground y la más rabiosa experimentación.
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