Paracuellos: Una historia sobre nuestra historia
A punto de cumplirse el 40º aniversario de la publicación de sus primeras páginas, el guionista y dibujante Carlos Giménez ha decidido recuperar Paracuellos por partida doble: una edición conmemorativa formato lujo de la obra original a la que se añade la publicación de un séptimo álbum (Hombres del Mañana) con el que autor revive la historia de Pablito, Peribáñez, Gálvez, Hormiga y el resto de infantes que protagonizan una la obras más emblemática de su autor y del cómic patrio.
Sin embargo, al igual que les sucede a sus jóvenes protagonistas, Paracuellos ha debido luchar y pasar por numerosas penalidades hasta encontrar su merecido lugar en el mundo. En 1977 inició su publicación seriada en las páginas de la revista Muchas Gracias para luego saltar a cabeceras como El Papus o Yes. Con un claro y en ningún momento oculto tono autobiográfico, Paracuellos narra el día a día de un grupo de niños pequeños que (sobre)viven en el Hogar de Auxilio Social de la localidad madrileña de Paracuellos del Jarama. Una de las muchas instituciones estatales que, en los años posteriores al fin de la Guerra Civil española, se ocupaban de la manutención y educación de niños huérfanos y/o de familias sin recursos para encargarse de sus retoños. Una situación vivida por el propio autor, nacido en 1941 y que, debido a la prematura muerte de su padre y a los problemas de salud de su madre, pasó ocho años en varias de estas instituciones, incluida la que da título a la obra.
Partiendo de esos recuerdos de infancia sobre situaciones que vivió en sus propias carnes y/o de las que fue testigo, Giménez elabora un fresco histórico donde la inocencia e ilusión infantil de sus protagonistas se da de bruces con la realidad adulta de un país lleno de hogares rotos, ruina económica, revanchismo, adoctrinamiento ideológico y religioso, hambre, soledad y tristeza. Una obra donde la diversión de las típicas travesuras infantiles se congela en plena carcajada ante la crudeza del maltrato, la represión y las humillaciones sufridas a manos de esa aparentemente benévola institución que les acoge y les forma como individuos. Los engaños, las traiciones y la picaresca, a veces ingeniosa, a veces cruel, desarrollada por los jóvenes protagonistas funciona como microcosmos representativo de aquella España “grande y libre” (sic) que marcó a fuego a sus habitantes durante casi cuarenta años y cuya huella aún colea en la actualidad. Todo contado con el detalle que da un riguroso trabajo de documentación. Pero sobretodo con la sensación de autenticidad que proporciona la vivencia personal de su autor.
Precisamente ese apego a la realidad, doloroso por lo que tiene de auténtico, fue el peor enemigo de la serie en sus inicios. A pesar de los vientos de aperturismo, cambio y transición de la España de finales de los setenta, el recuerdo hiriente que suponía aquel testimonio agridulce de la infancia del régimen franquista aun escocía demasiado. El escaso éxito obligó a Giménez a poner la serie en dique seco tras solo dos álbumes recopilatorios publicados a principios de los ochenta. Pero a pesar de continuar su producción con otras obras de corte autobiográfico –Barrio, desarrollada casi en paralelo a Paracuellos, casi puede verse como una secuela que narra su vida posterior a la salida de la institución- la serie siguió dando vueltas en la cabeza de su creador durante años. Curiosamente, y haciendo bueno aquello de que nadie es profeta en su tierra, fue el éxito de su tardía edición en el mercado francés lo que le animó finalmente a retomarla mediante cuatro álbumes más editados por Glénat entre 1999 y 2003.
Estructurada en forma de historias cortas cuya extensión oscila entre las dos y las ocho páginas y con un formato de cuatro/cinco filas reminiscente de las tiras de prensa (herencia de su formato seriado original para revistas), Paracuellos está ilustrada en un riguroso blanco y negro idóneo para el dramático tono narrativo de la obra. Pero esa narración casi documental (ejemplificada en detalles como el vestuario o los espartanos decorados) de la obra no está reñida con la expresividad de los personajes y las dosis justas de nostalgia y referencialidad –véanse esos homenajes a tebeos de la época como El Cachorro o El Guerrero del Antifaz- que subrayan las múltiples facetas de una obra de gran importancia tanto por su valor de documento testimonial -recogiendo una parte de nuestra historia que muchos no conocen actualmente- como por su condición de obra pionera en el cómic patrio en su ambición de ir más allá del entretenimiento puro y duro. La actual edición integral apaisada (un cambio de formato que no altera la narración original) a cargo de Random House no deja lugar a excusas para conocer una obra espléndida, necesaria e imprescindible.
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