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"'Tabby, Europa no es un país' 'Si no es un país, ¿por qué tiene una bandera, eh? ¿Por qué?'" Elsa Bloodstone y Tabitha Smith / Nextwave
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DMZ: Crónica desde la futura trinchera

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 07/12/2016
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Iniciada bajo el paraguas genérico del terror y la fantasía, la línea Vértigo de DC supo abrir su concepción a otros géneros como el policiaco o la ciencia ficción, pero siempre manteniendo el enfoque adulto, la libertad creativa y la ambición narrativa que se convirtieron en sus sellos distintivos. Un fértil terreno que permitió edificar una propuesta tan singular como DMZ, serie construida a partir de piezas procedentes de muchos géneros pero con resultado tan sólido como original.


DMZ (acrónimo de Demilitarized Zone o Zona Desmilitarizada) se ambienta en un futuro cercano donde Estados Unidos se encuentra inmerso en una Segunda Guerra Civil entre el Gobierno Federal y sus fuerzas armadas contra el autodenominado Ejército de los Estados Libres. Estos últimos suponen un conglomerado de grupos secesionistas antisistema que, aprovechando la falta de control y medios de las autoridades debido a las incursiones militares en el extranjero, se han organizado para dar un golpe de estado haciéndose con el poder de parte del país. Un conflicto que dura ya cinco años y parece mantenerse en tablas siendo la ciudad de Nueva York -parcialmente ocupada por ambas fuerzas- símbolo de dicha situación. En esa tesitura, la isla de Manhatthan, antaño centro de la economía mundial, ha devenido en una suerte de tierra de nadie fortificada y aislada del resto por ambos bandos (la DMZ del título).


Un microcosmos de ruinas, miseria y violencia donde impera la ley del más fuerte entre una heterogénea población formada por bandas criminales, grupos paramilitares, artistas callejeros, activistas sociales, vagabundos sin techo, contrabandistas, esbirros corporativos y políticos arribistas. A ese Manhattan a medio camino entre la Zona Verde de Bagdad y la Nueva Orleans arrasada por el huracán Katrina, es donde llega Matty Roth, un novato reportero gráfico que por una serie de circunstancias queda atrapado en el lugar solo y sin más recursos que su cámara y su identificación. Obligado a la fuerza a convertirse en el corresponsal encargado de informar al mundo exterior de lo sucedido en la DMZ, el día a día del lugar y su relación con los distintos pobladores del mismo le hacen ser testigo directo y portavoz de la más cruel realidad. Algo que le convierte en una celebridad y un valioso activo para ambos bandos en conflicto, deviniendo en pieza fundamental para la resolución del mismo cuando finalmente decida romper su neutralidad y tomar partido.


Roth lleva la voz cantante de la cabecera, guiando de la mano al lector a través de las distintas intrigas y escenarios y representando los distintos conflictos morales derivados de los mismos. Pero no sería del todo correcto decir que es el único protagonista. A lo largo de la serie el guión cede espacio a personajes como la médico Zee Hernandez, el capo criminal Wilson, el populista gobernador Parco Delgado y el líder guerrillero Soames, entre otros en episodios concretos que narran sus vidas pasadas o bien los avatares de sus actuales existencias. Unos enriquecedores incisos a la trama principal, ocasionalmente extensibles a personajes más episódicos, que contribuyen a dibujar un poliédrico retrato de esa distópica situación futura que se parece más de lo que nos gustaría a otras reales del presente. La propia DMZ se convierte en un personaje más, llegando incluso a gozar de un número especial (el #12) convertido en una suerte de almanaque turístico sobre la sociedad, cultura y localizaciones ilustres del lugar cuyas calles, edificios y parques respetan escrupulosamente los del Manhatthan real.


Brian Wood es el principal responsable de la cabecera, firmando unos guiones incisivos que reflejan muy bien las críticas, contradicciones, temores y consecuencias de la norteamérica post-11 S tanto dentro como fuera de las fronteras estadounidenses. Thiller político, drama de denuncia social, acción bélica, ciencia ficción especulativa y personajes carismáticos repletos de matices se unen en un trabajo sorprendente sólido dada la relativamente escasa experiencia como guionista de un Wood que comenzó su carrera como diseñador gráfico –suyas son tanto las portadas como los abundantes esquemas y mapas de la serie.


DMZ también supuso el descubrimiento a nivel internacional de Riccardo Burchielli cuyo trazo alterna la acción más espectacular con el intimismo más minimalista. El dibujante italiano aporta asimismo un minucioso estilo realista cargado de detalles que acentúan tanto la verosimilitud de la trama como la personalidad de cada personaje, ajustándose en todo momento a las necesidades del argumento. Los ocasionales sustitutos de Burchielli -Daniel Zezelj, Cliff Chiang, Kristian Donaldson, Nathan Fox- logran mantener intacta esa estética “documental”, organizada con un hábil trabajo editorial que sabe colocar a dichos artistas invitados en números y/o arcos argumentales concretos.

Abarcando un total de setenta y dos entregas en su edición original, los lectores españoles tienen la oportunidad de recuperar en su reciente edición en tapa dura una serie distinta que, como la buena ciencia ficción, utiliza el futuro como excusa para hablar del presente invitando a la reflexión sin olvidar el sano entretenimiento.


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