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Pluto: Cuando Astroboy se hizo mayor

Un artículo de Rodrigo Arizaga Iturralde - Introducido el 04/01/2017
Etiquetas: Pluto / Manga /

Consagrado internacionalmente a raíz de Monster, Naoki Urasawa se ha convertido en uno de los mangakas más apreciados tanto dentro como fuera de Japón. Obras posteriores como 20th Century Boys y Billy Bat confirman su habilidad para el suspense en viñetas, generando una gran expectación sobre cualquier proyecto asociado a su nombre. Una expectación que se multiplicó exponencialmente en el caso de Pluto, obra en la que se atrevía a revisitar uno de los trabajos más emblemáticos del llamado Dios del manga (sic) Osamu Tezuka.


Creado en 1951 y adaptado posteriormente a la animación televisiva por el propio Tezuka, Astroboy -Tetsuwan Atomu en el original japonés- es por méritos propios una obra fundamental del manga y el anime. Las aventuras de este niño androide de poderes atómicos marcaron un antes y un después en ambos medios dejando una huella generacional indeleble y una influencia creativa innegable en numerosos autores posteriores que conocieron Astroboy siendo niños. Entre ellos se incluye el propio Urasawa, quien a modo de homenaje bautizó al protagonista de Monster con el nombre de uno de los personajes de Tezuka. Movido por la nostalgia, su mente bullía de ideas relacionadas con el personaje hasta el punto de que en 2003 se presentó ante los herederos de Tezuka con una singular propuesta para actualizarlo.


Urasawa y su co-guionista Takashi Nagasaki tomaron como base una de las historias más recordadas del manga original (Pluto: El Mejor Robot sobre la Faz de la Tierra), en la que se contaba la historia de cómo un caudillo árabe creaba el robot de combate más poderoso del mundo. El androide en cuestión, bautizado como Pluto en honor al dios romano del inframundo y caracterizado con una infernal cornamenta, era enviado a la búsqueda y destrucción de los siete robots más poderosos del planeta entre los cuales se encontraba Astroboy. Manteniendo el esqueleto argumental y sus personajes, Urasawa y Nagasaki trasformaron la historia de acción y aventuras de corte infantil original en un thriller de serie negra futurista donde que cabían reflexiones sobre la identidad del individuo, la consciencia de las máquinas e incluso alegorías políticas. Un cambio de tono patente no solo en un dibujo más detallado y realista que el del manga original, sino también en la decisión de arrebatar el protagonismo a Astroboy para cedérselo a Gesicht, el androide policía de la Europol y secundario en la historia original. Un nuevo protagonista al que Urasawa dota de un aspecto más humano que el concebido por Tezuka así como de un trasfondo personal y familiar inédito en la trama original.


Siguiendo la pista de lo que parece el asesinato en serie de varios de los más famosos androides del mundo, Gesicht (y con él, el lector) va descubriendo poco a poco las piezas de un siniestro puzzle cada vez más intrincado. Una conspiración que se remonta años atrás durante la guerra contra el nuevo imperio de Persia, el primer conflicto en utilizar soldados robóticos y en cuyo desenlace fueron clave los únicos siete androides del mundo dotados de capacidad letal. Los mismos que están siendo asesinados uno a uno y entre los que se incluyen tanto el propio Gesicht como el milagroso niño androide Astroboy.


El guión juega la carta del misterio en torno al villano, dosificando inteligentemente sus apariciones así como la razón de sus acciones mientras concede a cada personaje un trasfondo argumental que -irónicamente por tratarse de máquinas- les humaniza. Dotada de un inesperado trasfondo político que remite a la guerra de Irak y el espinoso tema de las armas (aquí androides) de destrucción masiva, Pluto acaba estando más cerca de las paranoias futuristas firmadas por Philip K. Dick y las utopías robóticas imaginadas por Isaac Asimov que del manga original de Tezuka por el que, no obstante, demuestra un respeto casi reverencial.


Con un dibujo detallado y la habilidad como narrador de Urasawa para imprimir ritmo tanto a vibrantes escenas de acción como a los numerosos momentos de introspección personal, Pluto se beneficia asimismo de poseer la duración justa. Su extensión total –ocho tomo formato tankobon- impide que la trama se alargue innecesariamente y/o se desvirtúe mediante excesivos giros de guión cada vez más disparatados. Defectos estos que vienen lastrando las obras más recientes de su autor pero que aquí brillan por su ausencia aportando una mayor solidez al conjunto. La reedición que Planeta acaba de poner en marcha supone una oportunidad que ningún aficionado a la ciencia-ficción, tanto oriental como occidental, puede permitirse dejar escapar por segunda vez.


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