Makoki: Underground made in Spain
Este 2017 supone el 40º Aniversario de la aparición de un personaje que, sin pretenderlo, el paso del tiempo ha convertido en algo más que un icono del cómic español. También se ha transformado en la encarnación de una época, recogiendo de una forma exagerada, disparatada y salvaje el contexto social, político y cultural de la España de la Transición. Estamos hablando de Makoki, el truhán fugado del frenopático, que junto a sus colegas facinerosos (mal)vivía en las calles de una Barcelona marginal perfectamente reconocible pese a sus desvíos ficticios.
El personaje apareció originalmente en Revuelta en el Frenopático, relato escrito por Felipe Borrayo y adaptado en viñetas por Miguel Gallardo que fue publicado en las páginas de la revista musical Disco Exprés. Allí se narraba la historia de Makoki, un delincuente ingresado en un manicomio que, tras una brutal terapia de electroshock que le deja los electrodos pegados a la cabeza (cables incluidos), inicia una fuga tras la que se reúne en los barrios bajos con colegas de fechorías como el volátil Emo, el gigantesco Morgan, el vicioso Cuco y, tiempo más tarde, el delincuente juvenil apodado El Niñato. A partir de la segunda historia, el guión pasaría a manos de Juan Mediavilla, quien ejercería como principal cronista de las desventuras de Makoki y su “basca”. Algo que años después propiciaría una disputa entre Borrayo y el dúo Gallardo/Mediavilla sobre la autoría del personaje.
Partiendo de un tono abiertamente paródico y sin pretensiones, Gallardo y Mediavilla fueron elaborando breves historias que implicaban a los protagonistas en toda clase de trapicheos. A su alrededor se daban cita personajes tan estrafalarios como el Inspector Pectol, incansable perseguidor de los protagonistas enfundado en una gabardina que oculta su rostro; el incompetente comisario Loperena; Roberto, un brutal sicario argentino reconvertido en un cyborg (sic) y obsesionado con liquidar al protagonista; el Doctor Otto, científico de filiación nazi envuelto en experimentos clandestinos; el Buitre Buitaker, un buitre parlante (sic) que observa la vida callejera desde su nido en la estatua de Cristóbal Colón…
El tono absurdo y surrealista de los guiones contrastaba con una representación realista del ambiente callejero del momento, con unas localizaciones –Las Ramblas, el Rastro madrileño, las calles de Granada, las avenidas de Nueva York- que reproducían con detalle a sus equivalentes reales. Asimismo, también mostraba sucesos tristemente en boga (represión policial, tribus urbanas, sexo desenfrenado, drogadicción, prostitución, bajadas “al moro”, etc) y un marcado uso del argot callejero que, en posteriores reediciones, obligaría la inclusión de glosarios de términos para neófitos. El dibujo de Mediavilla incide en el citado tono paródico con un grafismo que bebe tanto de los clásicos del underground norteamericano –en especial Gilbert Shelton- como del estilo de los tebeos Bruguera, caracterizado por un trazo sucio que fue ganando en detalle y expresividad a medida que avanzaban las historias.
Tras el cierre de Disco Exprés, la serie pasaría por diversas revistas de cómic para adultos -Star, Bésame mucho, El Víbora- antes de obtener su propia cabecera en 1982, donde las historias del personaje se alternaban con trabajos de otros autores underground tanto nacionales como extranjeros. Para entonces la popularidad del personaje había crecido tanto que se empezaron a suceder álbumes recopilatorios (Fuga en la Modelo, Makoki en Niu Yors) cuyas cifras de venta alcanzaban elevadas cantidades. La serie incluso generaría sus propios spin-off dedicados a personajes secundarios como el Buitre Buitaker, el Niñato y el Tío Emo. Esta popularidad llegó a rebasar el nicho de los lectores de cómic, alcanzando nuevas audiencias en sintonía con las vanguardias artísticas y culturales del momento y/o con una juventud desencantada y deseando recuperar el tiempo tras varias generaciones de represión franquista.
Pero ser un icono de los tiempos implica estar atado a los mismos. Llegados los años 90 la España de Makoki ya no era la misma y tanto su popularidad como la propia razón de ser del personaje comenzaron a desaparecer. A ello también contribuyó la puesta en marcha de una nueva versión de la revista Makoki a cargo de Felipe Borrayo junto a otros autores y que no convenció a la mayoría de los seguidores del personaje. Por todo ello, en 1994 Miguel Gallardo publicaría en la revista Viñetas una nueva aventura titulada La Muerte de Makoki. Una fatalista historia en la que contraponía al personaje con el paso de los tiempos y su propio estatus de icono para darle un final tan agridulce y brutal como adecuado y fiel a su esencia.
Desde entonces el resto ha sido silencio, roto ocasionalmente por reediciones que, leídas a posteriori, asemejan a una suerte de cápsula del tiempo en la que se almacenan las esencias de una época. La misma que en el cine mostraban Eloy de la Iglesia, José Antonio de la Loma o el primer Pedro Almodóvar y que fue recogida por la música de Alaska, Radio Futura o Leño. Una época que para el cómic español supuso un panorama editorial indefinido donde casi cualquier cosa podía pasar. Álbumes como la nueva edición de Fuga en la Modelo por parte de Ediciones La Cúpula vienen a certificar que quizá los tiempos pasados no eran mejores, pero desde luego si mucho más interesantes.
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