A finales de los 90, Image Comics era una suerte de cajón desastre, debatiéndose entre el cómic de superhéroes más comercial de sus inicios y el actual abanico de series independientes que es actualmente. También fue el caldo de cultivo para un grupo de jóvenes artistas que habían despegado en las series de los miembros fundadores y comenzaban a desarrollar proyectos propios. Tres de esos artistas emergentes eran Joe Madureira, Humberto Ramos y Jeffery Scott Campbell, que en 1998 fundaron dentro de la propia Image el sello editorial Cliffhanger para dar cabida a series de su propiedad: Battle Chasers, Crimson y Danger Girl respectivamente, siendo esta última la que nos ocupa.
Fuertemente influenciado por dibujantes como Arthur Adams y Jim Lee, el trabajo de Campbell en Gen 13 le transformó en una estrella gracias a un estilo dinámico, expresivo y con un gran talento para las figuras femeninas. De la noche a la mañana, Campbell se encontró en una envidiable situación creativa que básicamente le permitía hacer lo que quisiera. Una libertad que aprovecho para dar rienda suelta a una premisa que recogiese todo aquello que más le gustaba: acción, aventura, intriga, paisajes exóticos y chicas guapas de carácter fuerte.
Inicialmente concebida como una miniserie de siete episodios –precedida por una historia corta que fue publicada a modo promocional-, Danger Girl presentaba a Abbey Chase, una aventurera especializada en la recuperación de valiosas reliquias exóticas reclutada por Danger Girl, un grupo de espías femeninas lideradas por Deuce, un agente retirado del servicio secreto británico. Dicho reclutamiento obedecía a la lucha contra el Martillo, siniestra organización de raíces nazis en busca de una serie de reliquias con las que esperaban acceder a un poder divino para lograr la dominación mundial.
El argumento, firmado por el propio Campbell junto a Andy Hartnell, no era precisamente un dechado de originalidad. Sus referentes –Los Ángeles de Charlie, Indiana Jones- eran más que visibles. De hecho, los autores ni siquiera intentaron disimularlo sino que se recreaban en la referencia más explícita. Ahí están detalles como la doble página del primer número recreando los artísticos títulos de crédito de las películas de James Bond. O el aspecto de Deuce -calcado al de un maduro Sean Connery- sugiriendo la posibilidad de que el primer 007 de la gran pantalla se hubiese jubilado y asumido el mando de un grupo de agentes femeninas.
Afortunadamente la finalidad de ambos autores iba más allá de la simple acumulación de guiños pop. Con un ritmo endiablado digno del mejor blockbuster veraniego, Danger Girl era una montaña rusa de escenas de acción espectacular –persecuciones, peleas cuerpo a cuerpo, explosiones- mostradas al detalle por los lápices de Cambell. Por su parte, Hartnell y Campbell lograban que nos interesemos por las protagonistas más allá de su condición de atractivas pin ups con predilección por la ropa ajustada y las posturas sensuales. El guión incluye así elementos dramáticos, románticos, humorísticos y de suspense que van perfilando tanto las féminas titulares como de los secundarios. Especialmente Johnny Barracura, seductor y caradura aliado de las Danger Girl que proporciona buena parte de los mejores gags.
Reliquias sobrenaturales, ejércitos nazis, ninjas, científicos locos… un cóctel sin más pretensiones que las de entretener. Logro cumplido más que sobradamente, certificando de paso las excelentes dotes como narrador gráfico de su principal artífice mediante versátiles composiciones de página y una atención por el detalle que complementa su vistosa estética. El éxito del cómic lo convirtió rápidamente en objeto de licencias que incluían sets de figuras, un videojuego para Playstation y la venta de derechos para una posible adaptación cinematográfica.
Por desgracia dicho éxito también fue la clave de su irregular trayectoria posterior. Prolongada mediante especiales y miniseries, Campbell iría desvinculándose progresivamente de la cabecera, limitándose a firmar ocasionalmente el argumento y las portadas, delegando en Hartnell las labores de escritura y cediendo el apartado gráfico a otros dibujantes. Y aunque entre dichos sustitutos pueden encontrarse nombres como los de Phil Noto, Leinil Francis Yu, Nick Bradshaw y Brian Steelfreze, buena parte de las virtudes de la propuesta original se resintieron de la ausencia de su creador.
Sometida a un baile de editoriales -de Image pasaría a ser publicada por DC y posteriormente por IDW- y pese a que ninguna de sus historias posteriores ha sido capaz de lograr la misma repercusión, la popularidad del título parece seguir intacta pese a lo intermitente publicación. Prueba de ello son sus crossovers con propiedades como Batman, G.I. Joe o la saga cinematográfica Posesión Infernal. La decisión de Campbell de apartarse del cómic para centrarse en campos más lucrativos como portadas, diseños para videojuegos o la creación de ilustraciones originales revalorizan las virtudes de aquella miniserie original, que Planeta Cómic acaba de reeditar en un lujoso tomo junto a numerosos contenidos extra. La oportunidad perfecta para redescubrir que las virtudes de aquella propuesta tan carente de pretensiones como disfrutable siguen intactas.